Sunday, 19 July 2015

DE MI CAPA UN SAYO

   
A R A T H I A    M A I T R E Y A










D E    M I    C A P A


  U N    S A Y O















 -R e f l e x i o n e s-

B












A mi Hija,
mi pequeña Estrella
del
Amor:
ARATH-NEMÍ






















Londres, IV - 21 - 86 -


Y hoy comienza este cuaderno, en primavera un poco gris pero ya iniciándose en los ritos del sol. Difícil ha sido vivir sin él, todos estos años.  Inglaterra es uno de los pocos países del Planeta, que todavía le rinde culto a la Naturaleza.  La cuida como a una amiga.  Y si bien se ven desastres ecológicos como en todos los demás países, el amor a lo que la Tierra produce en su verdura y en su fruto, el inglés en general lo aprecia en primer plano.
Inglaterra ha sido una hermosa lección de amor a la Naturaleza.  Comienza aquí, sin duda alguna, una labor sinergética importante para el futuro de la Humanidad.  Contra viento y marea.  Contra politiqueros, separatistas, juventud desorientada y la magnificencia obsoleta de un Imperio ya muerto.  El oscuro dibujo que el Hombre diseña en el tablero de la vida cotidiana de hoy en día, no produce ninguna buena alternativa.
El trabajo permanente de sinergesis y síntesis que algunos grupos activos de La Nueva Era iniciaron hace un par de décadas, realiza el milagro.  Armonizar tanta violencia, desentrañar secretos en tierra de ciegos y de sordos, han sido batallas cumplidas con tezón y heroísmo por unos cuantos.  Pero ya no es la Historia de las Catacumbas: aunque al principio tenga que producirse más o menos con ese mismo aspecto.  El mismo hermetismo.
Y comienzo “De mi capa un sayo” con un canto a la Naturaleza, la dadora, la Madre: la que nutre a quien respeta y ama y la que destruye al transgresor de sus leyes. Difícil será comunicarme a niveles apropiados para la gente que siempre me ha leído, y para aquellos pocos amigos, que han seguido mi vida.  Mi locura.  Más bien a ésta última pertenecerán estas reflexiones.  Y no habrá la menor duda entonces: pertenecí a los desbandados de la Tierra.  A los únicos con audacia de enfrentar la aventura hasta el fondo de los abismos, y hasta las cumbres del vértigo absoluto.  La ceguera no ha sido mi defecto, por fortuna, y desde el primer momento de mi existencia en que comencé a ver un rayito de Luz, me enamoré perdidamente de ese reflejo.  Difícil camino.  Mirar el Sol trae serias consecuencias.  Seguir la Luz, sin tregua, te descalabra el Ser, sin duda: así empieza.  Casi con un desastre.
Los anuncios que da la Luz son similares a aquellos que da la Muerte.  Y aterrorizan, lógico.  Y hacen perder a veces la llamada lucidez: lo que el ser humano ha calificado como tal: o sea, el falso espejo en que la Humanidad sigue contemplando su única dimensión; ignorando los planos superiores.  Desinteresándose por completo de la otra cara de la luna, y del reverso de su propia imagen.
Difícil, decía, aproximarme a ninguno de ellos, en la dimensión parcial, subjetiva.  Porque ya mi lenguaje no pertenecerá al tono establecido.  Ni la corriente subirá ni bajará según los cánones de lo que ellos denominan el conocimiento.
Creo que nací aventurera empedernida, amén de andariega, o sea pata de perro.  Y creo también que nací desafiadora, excéntrica como decían en mi pueblo -que en paz descanse-.
Lo que sí no sabía era que había nacido buscadora de la Verdad.  Eso se me ha ido diseñando poco a poco, en los últimos quince años.  Pero con un afán sólo padecido por aquellos de la época de la fiebre del oro.  Dolencia atroz. Comprometedora.  Loquísima.  Jamás folía alguna me acompañó así: como ángel de la guarda.  Como un Faro.  Constante.  Incambiable.  Incomunicable, también.
El peligro de expresar toda esta búsqueda me ha valido más de un temblor de tierra.  Los que se aferran a la ciencia, no ven en este caso más que locura, manía, desarreglo nervioso, y demás chilindrinas.  Y me he tenido que dejar pisar el alma por las aplanadoras enloquecidas de los racionales sabios y de los detentores de la Verdad.  Experiencias sólo comparables al Infierno.  Y por algo están.  Y de algo nos sirven.  Y para algo se nos ponen en el camino de la Aventura.  
Aventurera es aquella que arriesga hasta su nombre.  La que se lanza al vacío como si fuera alada, y se estrella, no hay duda.  Leonardo se soñó con esas alas como lo máximo de su realización y hoy, cualquier pelagatos se puede montar en una cometa mecánica y cruzar las montañas con la misma facilidad que si anduviera haciendo jogging.  Jugarretas de los tiempos.  Trapizondas de la Nueva Era.  Armas de dos filos.
El comienzo de mi aventura fue a los ocho años.  De eso estoy más que consciente: se me puso la trampa de la Primera Comunión, en escuela católica, franciscana, para más señas. Y creo que ese instante único en que la inocencia recibe la invocación de la luz de Cristo, y la acepta con los ojos cerrados, la Fé del carbonero, y el cuerpito tremando de emoción y de Amor por esa Eucaristía que al fin accede a visitarla, es un instante mágico.  Porque es irracional.   ¿Quién va a creer, a estas alturas de la vida, que el Cuerpo Místico de Cristo, está en ese pedacito de oblea?  Yo me acuerdo que creí a pie-juntillas.  Que hubiera dado mi vida, como San Tarcisio, si alguien hubiera tratado de reirse de mi asoluta convicción física del hecho.  Y ahí comenzó esta historia, repito.  En el mismo momento en que ese pedacito de oblea se fue metiendo como por dentro mío.  Como por dentro de algo que no podía ni ver ni tocar, pero que sí era yo, que flotaba, albo el traje, bajando esa escalera, las manos juntas en posición de adoración, mientras el coro de las monjas entonaba con voz de serafinas, “más blanca que los lirios...”
Por ahí anda esa paginita, en una de mis novelas.  Como si nada.  Como si se tratara de una reminiscencia más de infancia pueblerina, en el colegio de monjas franciscanas.
Pero no.  El código fue otro.



“El Castillo Interior” de Teresa de Avila, habla de las siete moradas del Espíritu, y trata la búsqueda de Dios con un acierto inusitado para la época.  Su lenguaje se apareja con la simplicidad, y la humildad, tan poco conocida en el mundo masculino de la Teología.  Fue por ésto que Doctos y Sabios, que para eso tiene la Iglesia, dictaminaron cuatro siglos después de la muerte de Teresa, al fin, luego de desmenuzarla y abatirla en mil pruebas de fuego, que sí sabía de qué hablaba.  Y que su vuelo no eran las fantasías de una mística cualquiera, sino de una iluminada.
Teresa de Avila corrió inclusive el peligro de ser examinada y prácticamente requerida por la Santa Inquisición.  La salvó su campechanismo religioso.  Su Fé de acero.  Su arredramiento ante cualquier peligro exterior, al que ella consideraba vano, pues sus fuerzas interiores, su Yo, estaba más que protegido en la fortaleza de su Castillo.
Hablaba de mi Primera Comunión, y de ese primer contacto con la transverberación del Alma, que entrevee a su Creador.  Y sería difícil ahora de explicar un fenómeno físico infantil, puesto que se parece poco al ya expresado por el Ser Adulto.  Pero es fenómeno que toca las fibras muy profundas, y que jamás se olvida.
A partir de allí, la puerta quedó abierta.  Yo misma me encargué, en mi distracción y ajetreos de aprender el Arte de la Vida, de irla ignorando, cerrando poco a poco.  Sin pena ni gloria.  No era parte de mi panorama vivencial por el momento, y no tenía importancia.
Luego vinieron los viajes.  Los carnavales.  Los amores.
Llegaron y se fueron primaveras, y esa Luz del Jardín que una vez esplendió como el Sol mismo, se desapareció de mi paisaje.  Pero la Vida es una Escuela, y yo vine a aprender, y en el aprendizaje de cualquiera de las cosas que se me iban antojando conocer, todo me hablaba de eso: la Historia del Hombre y el Espíritu.
Capítulos haría de todas las escuelas, pero estas notas no entran en esas descripciones.  Sólo diría que como lectora voraz que fuí, se me fueron abriendo los apetitos de los mundos.  De las manzanas prohibidas.  De jardines de al lado.
Y me fuí a andar mundo, con mi guitarra al hombro.
Fue la aventura del terror y la aventura de las muertes, mezcladas a las sensación primordial del estar viva, viviendo todo eso, y en plena oscura barahúnda y canto y soledad: hasta que un día, a gran velocidad, me pararon en seco.  Por supuesto que hasta que no me paré, no pudo ver lo que había andado.  Me daba escalofríos no más de echar un vistazo de reojo, hacia atrás, y verme en ese arrostre, ese arrojo suicida, que me llevaba a ser sobreviviente inabordable.  Luchadora de cepa.  Raíz de ancestro antiguo, que sabe dónde va y de dónde llega.  De eso no hay duda.  Hasta ahí, yo veía mi imagen dibujada.  Lo que no comprendía era la gran velocidad: la necesidad antigua y vital de seguir, seguir, para no caer muerta en medio a los caminos, y sin quién recoja tu cadáver.
Mi viaje se durmió por un ciclo infinito.  No andaba en nada.  El infierno me había como englutido y me dejaba estar.  Y desde allí, no se por qué, me acordé de la lucesita en el Jardín.  El mío.  El que más nunca había vuelto a visitar.  Para llegar no había sino que pensar en él; eso me dije y eso hice.  Pero no lo encontraba.  La puerta había cambiado de sitio, yo no había visto bien las claves, y ahora más bien se había transformado en laberinto.
Abracadabra.  “Abrete sésamo...” me acordaba, en mi loca fantasía de voraz devoradora de cuentos de hadas y ladrones.  Pero no se movió ni una hoja.  Ni cayeron murallas.  Ni ví la entrada, ni siquiera.  La angustia entonces me cercó, aprentando tan fuerte en la garganta que comencé a llorar, llorar como la pobre Alicia, y anegada en las lágrimas amargas que no dejaban de brotar comencé a hablarle a aquella Luz: aparece, pedí.  Yo no sabía que eras tan importante.  Que yo estaba tan desamparada sin tu rayo. Que mi aventura de solitaria no admitiría sino tu compañía. Cómo lo iba a saber, yo no soy adivina... ¿O sí...?
Las lágrimas me hacían recurrir a imágenes de infancia, a ruegos infantiles y esperanza de niña que confía en aquello que un día le dijeron: Dios está en todas partes.
Y la Luz no llegó directamente, pero llegó su enviado: el ángel de la misericordia, que me calmó el sollozo y me dejó dulzura en el pobre corazón maltratado.
Poco más tarde se desencadenaba la tormenta más terrible de toda mi existencia.  Yo le había pedido a la Luz que regresara, y esta vez fue en forma de rayos y centellas.
No se abría la puerta del Jardín.  Se abrían los abismos del Infierno, y se me mostraba en carne viva, dónde tenía que ir a buscarla.  Esta vez era así.  Yo había vivido más de treinta años sin acordarme de ella, mirando en los jardines extranjeros y extasiada en los éxtasis ajenos y cuando menos acordé ella me había seguido, sí, y allí yo la conduje.
Ahora a su conquista.  Y si Dante  escribió y Ovidio y Milton y Homero y Sócrates y la demás lista incontable hasta llegar a Blake, sobre esos laberintos que los seres humanos formamos, construímos, buscamos con afán, destruimos y amamos para llegar a nuestra imagen, aquella del espejo... yo no podré pararme aquí, en esa reflexión.  Los Maestros lo hicieron, y yo me adhiero a su sabiduría.  Nada puedo añadir, que no suene banal o pretencioso.  Mi ignorancia no abarca ese dominio a fondo, ni será jamás mi pretención.  Sólo puedo dejar constancia de que yo oí y ví y viví en zonas de último descenso.  Y no anduve dormida.  No fueron sueños.  Ni tan siquiera alucinaciones -aunque muchos juzgaron que sí, que alucinaba.  Fueron presencias firmes.  Momentos inegables de lucidez interna que me llevaban a tocar aquellas realidades, como “la noche oscura” de S. Juan de la Cruz.
Los Herméticos explican estos viajes del Ser, como las Iniciaciones.  Cada doctrina tiene sus imágenes -o imaginería- propias, y los cristianos tienen como forma la Vida, Pasión y Muerte de Jesús, el Cristo.





En mi locuacidad primeriza, talvez, estoy olvidando algo primordial.  El por qué de estas reflexiones.  El por qué rompí el silencio de años: la barrera siniestra que me inutilizó el lenguaje.  La comunicación interna con mi propio exterior.
También el silencio es una barrera que hay que ir cruzando con sigilo, para no despertar a sus guardianes: para que el tigre no aparezca, cuando cruzas el bosque.
Mi silencio se impuso, pues no me era dado transcribir los momentos de olvido, ni las angustias ciegas del Espíritu, que ya vibraba y emergía.  Es entonces cuando se cierran los velos.  Se oscurece la Luz, se inicia el viaje máximo; acompañada de tus Guías Máximos.  Tu Maestro.  Y como nada detiene el caminar una vez que se inicia, nada te es permitido ver, ni oír, que no sea la voz de tu propio Ser.
El Mundo se silencia.  Se oscurece.  Pierde su aura y magnetismo, y comienza el ascenso.
Los hindúes creen en el regreso eterno del Alma que transmigra y vuelve a pesar de todo: amarrada a la rueda del Samsara.  Los católicos deciden que el viaje es único, cada vez, y así la mayoría de los cristianos.  La reencarnación es tabú, en ciertas doctrinas, y Ley inexorable en otras.
Fuí aprendiendo, de nuevo, paso a paso, las cosas más elementales del principio del Mundo, con las explicaciones directas del Maestro, y en libros que fuí consiguiendo siempre al azar.  Esta vez no me guió nada más que mi Luz, que había vuelto después de la tormenta, en forma de Fuente Viva.
Como “resucitar”.  Así se siente este camino, una vez que lo andas y desandas, y conoces paisajes, luces, colores y sensaciones.  Símbolos.  La analogía es una escuela difícil y comprometedora: iluminante y vacua, porque puedes caer en los abismos y si no has conocido el idioma del Agua, puedes quedarte allá, en el fondo, mucho tiempo.  El Fuego requiere la mayor maestría y ardentía, pues se domina sólo con la espada flamígera del Arcángel Mayor.  Nada hay que indique más velozmente la llegada a la Luz, que el dominio del Fuego, en sus cuatro aspectos.
El hermetismo es quieto y a la vez volátil.  Cuando se quiere callar, se está hablando: y viceversa.  Las Leyes de los opuestos, el Yin y el Yang, se quiebran, una vez conoces la Ley del Hermetismo.  El hablar condena, para restaurar luego, en el silencio.  El callar desata para amarrar después, en la palabra.
La realización de este Camino, ha sido por una parte increíble y por la otra como un juego de niños.  Los dos componentes son indispensables.  El juego de la inocencia es primordial.  Por eso Jesús dice: “Sólo los puros de corazón entrarán en el reino de los Cielos”.  O: “Los pobres de Espíritu verán a Dios”.
No implica el juego de niños el saber la profundidad del peligro por el que se cruza, casi constantemente.  Pero es precisamente allí, donde al Alma se deslinda del miedo, de una manera primitiva y audaz.  La conduce la Luz, en las tinieblas más tenebrosas, sin un sólo tremor.  Como hay también pasajes de horror indescriptibles. Sólo viviéndolos, se pueden expresar. La palabra es ajena a estas experiencias.
La Fé, producida a grandes rasgos por tu propio coraje y dibujada totalmente en premisas hasta ahora no conocidas, te exige cruzar puentes en llamas, desgajar las doctrinas en mil preguntas, siempre: desandar lo andado sin preguntarte más: ¿por qué estoy yendo?  ¿A dónde va a parar esta aventura?
Como Ulises te amarras al mástil de tu cuerpo y lo dejas cruzar tierras de sirenas y mares de tormenta.  Sabes que hay otro timonel que conduce.  Que llegarás a puerto salvo, algún día.
Y sigues, y sigues, en un viaje sin tregua, sin descanso interior.  El timonel guía de noche y vela tu sueño.  Tu trabajas de día, como una guerrera de la Vida.  Miras el Mundo, que a su vez te echa de vez en cuando una ojeada, encontrándote rara, excéntrica, desvirolada, pretenciosa, narcisista, charlatana, o simplemente nada.  Una con las ideas distintas a las de ellos: tan seguros, tan en lo cierto.  Tan grandes.  Tan adultos.  Tan resueltos a tener la sartén por el mango.
Decía que la Luz apareció en esta etapa del silencio en forma de Fuente Viva.  De salud.  De energía pura.
Y ya no fue el infierno de la borrasca interna, ni el miedo al miedo.  Pasaron las preguntas, y llegó simplemente la Verdad.
El conocer implica gran silencio.  Y el silencio moldea, igual que el fuego.  Por ésto, ahora recomienzo la tarea.  Y escribo.  Sé que tengo que hacerlo.  No para convencer a nadie.  No es esa mi intención.  Sino para que estas reflexiones develen a quien acaso le interese, el por qué de la Vida y de la Muerte, de una mujer cualquiera: como yo.  Alguien que se preocupó sólo de sí misma, dirán los más.  Pero alguien que tuvo la misión de escribir, de todos modos.  Y como la curiosidad alcanzará a picar a muchos, mi reflexión los seguirá, quizás.  Y de algo va a servir.
No soy santa Teresa, ni voy a hablar de sus asuntos.  Ya los dilucidó más doctamente que nadie, en su Tiempo, y a su dimensión.  Pero no podré menos que nombrarla muchas veces, pues su camino fue veraz, y práctico.  No anduvo por las ramas, como tantos doctos de la Iglesia, repito.  Y su ejemplo ilumina, mi paso por la Vida.  Ella, y Francisco, il poverello.
Decido pues, dar comienzo a esta Historia, luego de tal preámbulo, para que sepan cómo fue que yo hice de mi capa un sayo.


































P R I M E R   C E N T R O
 O  L A B E R I N T O



Etapa Cero:

No será fácil hablar del Cero: número ilímite.  Es el más denso.  Más complejo y soluble, por llamarlo de algún modo.  Su densidad abarca lo mismo la primaria conformación de la materia y la vibración indescriptible del Eter. La formación del Cero en mi Historia personal, comienza en el momento de mi “nacimiento”.  La Nada me rodea, y nada sé, y creo que eso comienza a suceder alrededor de mis 32 años.
Etapa cruenta.  Vital.  Decisiva para la mayoría de los mortales, que comienzan a transformar su Karma en Camino de Luz.
La decisión jamás es de uno. Eso se toma a niveles no cognocitivos.  Inexpugnables.  Lo que sí se sabe, de repente, es que uno está ahí, “en medio del camino de la Vida...” y de pronto, allá, enfrente, la Muerte nos sonríe, como una hada madrina que nos trajera su mejor regalo.  Difícil es reconocerla; tan disfrazada llega.
Pero los sentidos no se engañan a este paso de la Vida: a éste ya tan conocido andar por el silencio y el no regreso de los que ya cruzaron ese puente.  Necesitamos poca reflexión para conocer sus pasos de animal grande, y su disfraz de pinturera.
La Muerte, pues, me habló de cerca, y nadie más la vió.  La gente que me acompañaba en esos días creyó que exageraba, alucinaba... fantasías de escritora, como no... Pero yo le entendí sus jeroglíficos.  Su laberinto se me abrió, y comencé a pensar en la salida de Teseo.  Hay que encontrar el hilo, dije: yo no voy a quedarme en la aventura.  Se me creció lo que la gente llama el narcisismo. O sea el Ego.  Y me creí capaz de esa aventura ciega, en tierra de Minotauros.
Me desprendí de todo.  Era muy grande el fardo que andaba yo cargando, de la Seca a la Meca.
Se enloqueció, dijeron los que saben.  Se indigestó, fue el comentario de mi hermano.  Se volvió mística, los menos.  Y así...
Y yo como Ulises, les contaba.  Amarrada a mi mástil.  Dejándome llevar por esa Fuerza centrípeta que me chupaba hacia el fondo de mi misma.  Porque yo estaba fuera, y no adentro.  La búsqueda fue a todos los niveles, y no busqué gurúes.  El Maestro, decía, me llevó con mano firme y Fé de carbonero, hasta la escala misma de mi primera Muerte.
























La Primera Muerte,
es tan real como la Vida.
Y se regresa
con el Alma
en su sitio.
Con la necesidad del Absoluto, y la carencia dolorosa de Algo, que el Espíritu comienza ya a sembrar: y no es descriptible sino fuera por el dolor, que se vuelve físico, incluso: los padeceres sinnúmeros a que se somete la psique, son el rompimiento del primer eslabón: la mente.  A través de ésta nos llega la ilusión, pero también se filtran los mensajes del Otro.  Del Yo.  Del Ego Superior.  Del Purusha místico.
A medida que se van rompiendo barreras y atravesando las aguas tenebrosas, estigias, del Ayer y del Hoy, entrevemos el arrivo del Mañana; y entonces ya nada puede detener el impulso, de la llegada al Fin.  Está más allá, incluso, de nuestra propia voluntad humana: pues le hemos abierto la compuerta a la Voluntad Cósmica.  Al Ser.  Al que produce el Bien y el Mal.  Al Supremo Creador de la Luz y las Tinieblas.  Al que identificamos luego, como el asistente único de la Materia.  El que la hizo partir de la inercia hacia su conformación humana.  Y es entonces, en el momento de la Primera Puerta, cuando comprendemos -o afrontamos- este Misterio.  Insondable.  Aterrorizante.  Intransmisible y doloroso.
Pero no basta entonces conocer.  El conocimiento es algo circunstancial y limitado.  Tiene que ver sólo con zonas de pragmatismo y no con Ciencia Oculta.  Trabaja sólo a dos niveles, sin tener para nada en cuenta el nivel de conciencia, o intuición.  Y es allí, cuando comenzamos a trabajar en orden y disciplina con la intuición, que el verdadero Conocimiento comienza a tomar Forma.
La Forma, no es otra cosa que la Esencia divina.  Y ésta forma parte del todo, lo que produce entonces el comienzo de la comunicación.  La entrada a la percepción del Todo.  De la Síntesis.
La mayor prueba en esta primera etapa de la percepción del Todo, en la que el alma participa por la primera vez unida a la estructura material, es la prueba de la Síntesis.      Nada tan doloroso como perder la identidad, y verse reflejada en el Caos.  En la Naturaleza.  En el conglomerado humano que nos rodea, cubierto por sus miserias y pretenciones, sin saberlo, pues ignoran incluso la miseria real.  La ignorancia.  La falta de integración real con su Ser.  De nuevo ésta, es una visión aterradora, y dolorosa.  No se puede compartir.  Es intransmisible, porque es invisible a los ojos de los demás.  A no ser que sea alguien que ya vivió y conoce este proceso.
Es algo que se parece -pues está conectado, de alguna manera- al proceso de las drogas: como el peyote, o los hongos.  Los alucinógenos no son otra cosa que la puerta a la percepción: en que la tercera dimensión da lugar a la cuarta.  Pero al no saberla leer, o comprender, la mayoría de quien los usa, se puede perder el camino de la racionalización y quedarse en la simple ilusión de algo que vimos o tocamos, sin entender del todo su significado.
Por eso en las religiones primitivas: sobre todo las nuestras, en América, en los imperios de los iluminados, estas dos plantas -con la koka- se utilizaron con gran reverencia, como medio directo para la comunicación con los dioses.
El medio, pues, no ha sido estudiado en los tiempos modernos en su verdadera dimensión sino por un puñado de hombres de ciencia que se han aproximado a este misterio con reverencia y conocimiento.
Decía que es tan atroz el dintel de la Síntesis, que la mente inferior sufre una sacudida, semejante a un sismo en la tierra.  Se sacuden cimientos, principios, conocimiento, sufrimiento de la carne, y todo este dolor trae consigo en la mayoría de los casos - si no tiene la persona a su lado quien siga y comprenda en su totalidad y en su valor, este proceso- una gran etapa de desequilibrio.  Lo que llamarían los científicos de la mente: la locura.
Es allí cuando se tocan las profundidades, con el Ser totalmente despierto: allá, en  el fondo silencioso de uno mismo.  Se ve.  Se oye.  Se conoce, y el terror paraliza.  El cerebro recibe mal, y a velocidades inimaginables; pues nos estamos aproximando a la rotura de la barrera de la percepción sobrenatural.  El pandemonium, pues, hay que ordenarlo con cariño, y no a la fuerza, ni muchísimo menos con químicos; que no harán otra cosa que intervenir en la capa astral, causando sensaciones y disturbios que ya no nos pertenecen.  Por eso se necesita, en este proceso -en la actualidad-, la soledad mayor.  Sólo el isolamento podrá en estas épocas de psiquiatría enervante y mal administrada (puesto que desconoce e ignora estos fenómenos), recuperar su descenso en forma natural: sana.  De lo contrario, nos veremos sometidos a torturas indescriptibles, ya que estamos en estado de total percepción y en las puertas mismas del Conocimiento.  La necesidad de grupos holísticos se hará cada vez más imperante, pues de lo contrario la psiquiatría continuará atropellando a las personas que están en esta búsqueda del Ser, y el atropello de la Ciencia, desconocedora de estos niveles y experiencias, puede traer graves consecuencias para el aura humana, que ya está en contacto con su Ego.
Pero el Ser defiende de todas maneras a su materia humana y la comunica con la fuerza primordial: el Fuego.  Es con la entrada de éste que vamos a conducir el Alma, o Mónada, a la puerta de su verdadera misión.  De su nacimiento cósmico, al fin.
Los ciclos de esta transformación están marcados por tres etapas.  La real.  La causal y la Cósmica.  Por real entiendo la liberación de la Materia y la consecuencia objetiva de su comunicación inicial, que ahora es indudable. Se ha abierto igualmente la puerta de La Verdad.  Inmutable y mutable, la Verdad comienza a aparecer a nuestra vista y nuestra percepción, sin que podamos todavía reconocer su estructura ni su forma.  Pero definitivamente se delinea en todas sus consecuencias.
Así como el ser humano va en busca de la felicidad, o de la Paz, o Nirvana, así el Alma comienza su inquietud, que no le da tregua ni descanso, en busca de La Verdad.
La envoltura, es de nuevo tenebrosa.  La realidad la dibuja en tal forma, que nos espantamos de su Luz.  Pero como dice Teresa de Avila:
Nada te turbe
nada te espante
Dios no se muda...
Y así es, y será.  La realización de la búsqueda se hará a través del Amor, esta vez.  Meta única.  El espíritu crístico entra de nuevo a ocupar en forma primordial este centro, y comienza a hacer girar la rueda, al fin, hacia el otro lado.  El opuesto, al que la materia había venido trabajando.
Se abre pues, de nuevo, la percepción primera a lo que será el Fin. El Amor Crístico. La puerta de los Bienaventurados.
Y es estrecha esta puerta, y pocos son los que entran por ella... dicen los libros sagrados.
Tan estrecha es, que la razón no alcanza a entenderlo sino al final de la Quinta Etapa, o Centro. Tan bidimensional en su organización y tan difícilmente encontrable en la etapa del Amor, que la que no cruce esa barrera estrecha e insondable, no conocerá su Yo.  Su Imagen.  Su Ser.  Su Padre.
“El que está con mi Padre, está conmigo...” decía Jesús el Cristo, “y el que está contra El, está contra mí...”
La Naturaleza humana, es incrédula, por excelencia en nuestros tiempos.  Se han ido cerrando, en efecto, ciertas zonas de percepción para permitirle a la raza actual -la Arya-  (nada que ver con la connotación hitleriana) el crecer, al fin, como seres adultos, y el responsabilizarse por la construcción y destrucción de su propio planeta: de su materia.  Así ha sido como las Leyes que se abrieron en épocas pasadas -olvidadas ya por la gran mayoría de los humanos- fueron cerrándose, para dar lugar al materialismo. El ser humano, por ende, borró las claves, los símbolos, los Credos intocables, para dedicarse a la simple superchería, brujería o artes mágicas, sin la debida dirección.  La pérdida de la llave fue total.  La negación del Fuego Oculto lo llevó a ignorar su origen. Su creación se limitó entonces a la materia inferior: al trascender fundamentalmente, en planos inferiores: astrales.  Y allí creció su ego, y la forma del mundo en que vivía.  Allí se conformaron niveles etéreos secundarios y maléficos, que por muchos siglos han sido los culpables de la forma de la humanidad presente.
Forma amorfa.  Decadente.  Sin aura de Luz-Divina.
Desde el mero comienzo de mi entrada al Umbral del Conocimiento, se me hizo ver esta Verdad.  Y sin cuestionarme el por qué de mi propia decadencia y forma, que igual que los demás, penetraba a los mismos niveles en el esquema humano, decidí cerrar los ojos, otra vez, y avanzar. Quebrar los espejos invertidores de mi forma, y reconstruir la Zona de la Fuente Viva.  Sólo así, reconstruyendo el pasaje del Agua, podría atravesarlas, y llegar sana y salva a la otra orilla.
Labor tenaz, que duró cerca de ocho años.
Pocas descripciones tan acertadas, como aquella que Teresa utiliza en la Tercera Estanza de su “Castillo Interior”. Aquellos elementos que no conocían el movimiento, pues estaban durmiendo el sueño de los tontos, comienzan a inquietarse cuando te ven penetrar el Umbral Sagrado: El Santo de los Santos.  El Arca de la Alianza.  Al tú reconocer quién es el Arquitecto del Templo de Salomón, los obreros se inquietan pues estaban a flor de berro, delicioso, y no había para qué ponerse a sudar cargando piedras y argamasa. Y comienzan las huelgas. Las insurreciones.  Los clamores, y ataques a mansalva.
Y no es tarea fácil, el poner esa horda a trabajar.  A construir bajo tu mando, el templo, que va a ser la morada del Hijo del Padre.  O la Hija del Padre, en este caso.
El Espíritu está templando ya sus cimitarras, listo para el combate, cuerpo a cuerpo.  No habrá gran diferencia entre el conocimiento del primer círculo o centro, y la llegada al dintel del próximo.  La diferencia está en la manera diestra en que se actúa.  Ya las trampas se ven: no hay dudas, ni disciplinas falsas.  Ya el nivel del astral ha estado purificándose en las aguas de la Fuente Viva, y recibiendo mensajes de la Luz de su Padre, directamente.
Ya el Alma se encadenó a su ser, y dejó el yugo de la materia.
La diferencia entre la Muerte del primer Centro y la segunda, es la resurrección.  La Muerte Verdadera, ocurrirá más tarde, en el Centro de la Iluminación.  La Mente Cósmica dejará de ser, para dar paso a la Luz Divina.
La Luz Divina, conmoverá todo el edificio del Templo, y lo derrumbará.  Por eso Salomón obtiene la sabiduría de manos de su Señor, y por eso Sansón puede derrumbarlo luego, con sólo el esfuerzo de su cuerpo.
Las columnas del Templo de Salomón, o Templo de la Sabiduría, comenzaron a formarse en este primer Centro, tan 
conectado al Tercero, como decía antes.  Con la tercera morada, de que habla Teresa.









Etapa Uno: Descripción de la salida a la Luz, luego del  “Nacimiento”.


Pocas cosas asombran tanto a los seres humanos, todavía, como el fenómeno del nacimiento.  Los científicos, incluso, permanecen en silencio ante tan magno acontecimiento, y las gentes ignoran todas el por qué del milagro.  Se conoce el punto de partida, ahora se puede ver el fenómeno del crecimiento en el vientre materno y observar la evolución del proceso por medio de las máquinas.  Lo que no se puede explicar, es cómo al salir del vientre esa criatura diminuta, que es exactamente la forma y la imagen de su padre o su madre, imita y vive el proceso de un ser humano en embrión, con las características y reflejos de la perfección misma.
Nunca nadie ha podido decir hasta ahora, por qué la genética ordena esa forma y no otra.  Por qué un perro engendra un perro, y una mujer pare a otro ser humano, a su imagen y semejanza.  Nunca, sinembargo, se ha planteado nadie -o casi nadie- esta pregunta primitiva.  El código es fijo, pues.  No hay lugar a error.  El ser humano engendrará especímenes de su raza, y el animal idem.
La salvación del género humano correponde sólo a él: no al Dios que invocan en vano.  Si el hombre reza y pregona el bien con una mano y descuida su doctrina con la otra, su Dios lo oirá sólo con un oído.  No se puede servir a dos amos, decía la parábola.  Pero el género humano ha decidido embarcarse en la gran aventura de la conquista del espacio, sin conocer las Leyes del Eterno Conocimiento.  No ha comenzado a balbucear las primeras cifras -Eistein descubrió las tres primeras, como Euclides dió la primera fórmula del conocimiento de lo real y Hipócrates develó el misterio de la enfermedad- cuando ya quiere penetrar las regiones de otros planetas.  Inconcevible aventura, sin el conocimiento interno de la volatilidad del Ser.  No basta el mecanismo externo, para lograr ese tipo de aventura.
El hombre dejará satélites en algún planeta conocido, pero jamás desentrañará la esencia ni la naturaleza que habitan esos mundos astrales, llamados planetas.
La totalidad recursiva en que la Ciencia trata de canalizar su experimento, no sobrepasa la primera cifra del alfabeto sideral.  No habría -en el presente- cómo pronunciar siquiera las tres primeras cifras del código sideral, pues el ser humano no está preparado.
Y hablaba de la entrada a la Luz, después del “nacimiento”.  Del proceso gradual o la metamorfosis que el cuerpo -los tres cuerpos inferiores- van sufriendo, a medida que se avanza hacia el mecanismo del descubrimiento.
Y digo descubrimiento en la dos asepciones: develar o descubrir, y entregarse a la nueva materia: conquistarla como un descubridor benéfico. No saquearla en vano, buscándole sus tesoros para provecho únicamente personal.
La raíz latina de descubrimiento implica entrada al conocimiento.  Llegada al portal de la Sabiduría.
Gradual será pues, este develar el gran Misterio de la segunda puerta, una vez se hayan recorrido las estancias del número Uno.















Y son cinco, de nuevo: como en la etapa Cero.  A medida que se avanza en ellas, una por una nos va midiendo; sopesando nuestra capacidad intelectual, física, y nuestra disciplina interna.  Se nos somete a un examen exhaustivo de memoria, conocimientos básicos de sobrevivencia, pequeños códigos comienzan ya a aparecer: el color, por ejemplo.
Los códigos, incluyendo la simbología esotérica, son generalmente pequeñas señales que en la vida cotidiana se ven, sin observar; y por lo tanto el mundo comienza a tomar otra forma.  O sea, más bien se abre nuestra percepción en otras dimensiones; que sinembargo todavía funcionan a niveles conocidos.
La naturaleza humana, en su presente ciclo, ignora por completo -en casi su mayoría- las formas que lo componen, y su significado en el esquema del Universo.  Y no es precisamente un componente científico el que va a ser descubierto al final: como tampoco será la elaboración perfecta de un ente humano, sacada en máquinas, etc.  No es éste el componente que la nueva Raza descubrirá.  El cómo hacer o producir vida por medio de máquinas no será más que un juego de desocupados, sin mayor problema a qué atender.
La humanidad estará entonces ocupada en quehaceres más positivos y menos peligrosos.  La complejidad del asunto se puede leer y ver muy claro en los archivos Akáshicos.
El ser humano, al no tener acceso -por lo general- a éstos, trata de resolver el fenómeno del nacimiento, con una serie de factores y especulaciones totalmente desviacionistas, de lo que sería esta función en el Universo.
En la estancia Uno, pues, se nos muestran, como en un flash éstas y otras aberraciones del género humano actual, para llamarlas de alguna manera: mejor sería calificarlas de “negación absoluta del conocimiento”.
La forma como reaccionamos a estas imágenes de posibilidades nuevas, es muy variada.  A veces nos parece terriblemente sospechoso, y casi retrógrado: cierto instinto de preservación falsa nos advierte el peligro de estas visiones.  Pero más adelante, cuando todo ésto se vuelve a representar, repetitivamente, a todos los demás niveles, decodificamos la verdadera noción.  El significado se delinea sin tropiezos, y no nos preguntamos más el por qué de este mensaje.  El hecho primordial, es el haberlo recibido: y aquí se abre la Segunda Puerta.   Los mensajes comienzan a recibirse a nivel perceptivo inferior, y van subiendo de niveles o esferas, hasta salirse de nuestro cuerpo cognocitivo (la mente inferior) para llegar a la etapa pura de la percepción intuitiva: se ha hecho entonces contacto con el Atman.
A medida que se perfecciona el contacto átmico y se comienza a construir el “antahkarana”, o “canal akáshico”, por el que se conducirá la energía interior y el fuego, hasta lograr la apertura del Kundalini, el cuerpo va recibiendo las informaciones de comportamiento necesarias, para lograr equilibrar la energía en estado bruto, todavía.  De lo contrario, el peligro sería mortal.
Ya es suficiente el peligro y las dificultades que en estos tiempos han tenido los pioneros de esta Nueva Era.  La incomprensión del vulgo y de la Ciencia, hace más dolorosa esta realización personal; pues no se cuenta, por el momento, sino con la ayuda de su propio Ser.
La gran mayoría de los seres humanos, hoy en día, percibe el cambio, pero no saben por dónde comenzar.  No se les ocurre, en general, parar un momento su carrera desaforada hacia la consecución de bienestar, dinero, fama, gloria y poder, para reflexionar unos pocos minutos sobre su propia esencia.  Sobre ellos mismos.  Y lo que les está ordenando esa, su carrera desbocada hacia el oro, la fama, el poder, y la muerte.
Si se hiciera esta pequeña reflexión con más frecuencia, es seguro que no correría tan a ciegas, tan sin salida a otra cosa.  Pero no está el hombre de hoy en día para pensar en tales nimiedades: él sabe lo que quiere, y para qué lo quiere.  El conduce su existencia.  Nadie más.  Y si no está contento con el resultado, pues se tirará de cabeza hacia el alcohol, o la droga, o lo que le haga olvidar su infelicidad, y su fracaso.
Las partículas aquí mencionadas, o las cinco estancias del número Uno, traen la reflexión de la propia naturaleza, y las consecuencias a que el ser humano ha llevado su Alma, su Esencia última: que sin lugar a dudas se integra con dificultad a la Raza humana.
De estas reflexiones “sale el Alma con ganancia”, como diría Teresa.  Pero no sin dolor y grandes tremores de cimientos.  Es la entrada al centro del conocimiento astral, y se tiene que estar muy preparados y acorazados, para los grandes ataques, y las grandes tempestades.
Pero luego de la tempestad viene la recompensa: el Sol comienza a esplender.  Se nos muestra, por la primera vez, sus rayos benéficos y comprendemos a la vez el por qué se lo llama, esotéricamente, “el Padre”.
La Luz, en forma de llamita leve pero persistente, nos acompaña en esta estancia y nos servirá de consuelo en medio a tanta tiniebla.  A tanto oscuro vado, por el que hay que atravesar.
Es la entrada al Tercer Centro, o “Laberinto Mayor”.













T E R C E R   C E N T R O
        O LABERINTO MAYOR


Teseo se convirtió en rey cuando cumplió la aventura del someter al Minotauro, que asolaba Creta y tenía a las doncellas prisioneras.  La voluntad no le bastaba para tener éxito en la empresa.  Recurrió pues a Ariadna, quien le entregó la clave: el hilo que lo haría salir, sano y salvo del laberinto.
Este Tercer Centro, o “Laberinto Mayor”, es algo así como la historia de Teseo.  Al entrar en este Centro y recorrer sus estancias, nos vemos rodeados de incontables túneles secretos, recovecos, honduras y salidas falsas, tales de hacernos perder una y mil veces, en la búsqueda de la puerta de salida.
A veces, el laberinto lo forman corredores de espejos, lo que produce vértigo y temor.  El vernos reflejados ad-infinitum es un vértigo cruel.  No siempre se soporta la propia imagen, y menos cuando ésta tiene las características de bestia-hombre. De animal-mujer. De Minotauro, o Minotaura.
La parábola cae como anillo al dedo.  Teseo va en busca de la bestia y se encuentra el reflejo de aquel monstruo, miles de veces repetido, como un delirio atroz.  Son incontables las veces que dudamos en aquel laberinto, hasta de nuestra propia sombra.  No nos parece nunca posible que ese reflejo pueda pertenecernos y buscamos sin duda al Otro. Al Yo que conocíamos.  Pero se cierran las entradas.  La luz no alcanza todavía a iluminarlo todo, de manera en que veamos claro.  Las sombras y la noche, dicen, hacen ver siempre pardos todos los gatos.
Pero la Fé, entonces, llega en nuestro auxilio.  La palabra del ángel es: Paciencia.  Constancia.  Esperanza, mientras te da una mano cariñosa y te ayuda a pensar en aquel día, en el que al fin encuentres la salida.
La Esperanza es una de las virtudes más hermosas en este Camino de la Luz.  Sin ella, y sin la Fé, que viene a ser su compañera inseparable, no podremos jamás llegar a nuestra meta.
La Esperanza hace brotar la miel, de rocas vivas.  Es apoyo en la duda y eficaz parapeto contra las voces envidiosas: el sonido indiscreto y misterioso de todos esos seres, que quieren confundirnos la puerta de salida.
Y es aquí, en este “Tercer Centro”, donde el Alma se templa, como una espada toledana.  Es allí donde se le corta la cabeza al temible dragón: con su aliento de fuego y azufre y rabo en trincho.
Los demás episodios de este Laberinto Mayor, tienen mucho que ver con los dos anteriores.  La diferencia, esta vez, es que al pasar el Alma por el crisol más refinado y tormentoso, esplende en su salida del Laberinto: que al final alcanza, como Teseo, aferrada al hilo-conductor.  De nuevo el Fuego la ilumina.  De nuevo la tiniebla pierde su gran poder de terror y preguntas, pues aunque se emerge, todavía envuelta en una capa gris, y sin mucha visión; pues tanto tiempo habitando en las cavernas nos hacen sensibles a la luz del sol; de todos modos hay otra capa que ya se dejó atrás.
La capa del olvido.  Ya la memoria regresó, para no dejarnos nunca jamás.  Ya la inquietud del laberinto y su misterio, se vuelve un juego lúcido.  No hay más temor a perder la llave.
La fuerza de la Fé y de la Esperanza, seguirá siendo la motriz primordial en el avance.  La Luz se formó ya.  Se le une entonces, la Caridad o Amor, que va a enriquecer el corazón.  Que lo pondrá en su sitio.
El Espíritu Crístico se manifiesta ahora, en todo su potencial.  Nada detendrá el avance arrollador con que la armónica Ley del ascenso y descenso comienza a obrar en el Mónada inferior, para conectarlo con el Mónada Cósmico.
Ningún relato de esta aventura sería convincente.  Son demasiadas las incongruencias y los desdoblamientos que se tienen que sufrir, como para que alguien los comprenda -si no es que ya también experimentó este encuentro energético, crístico-.  El Alma, que sufría de un encadenamiento cruel y solitario, se despliega ante la fuerza del contacto interior con su Espíritu, a quien siente conscientemente, por la primera vez.
El intenso movimiento causal que ésto provoca, no deja tampoco de ser otro sufrimiento físico.  Grandes pruebas pasa el Ser, y grandes consecuencias registra el hombre, en su materia.  La realización de este encuentro será lenta, como la ascención al Calvario. Se pasarán (analógica y simbológicamente) por los mismos pasos de Jesús, y no será menos gloriosa ni menos bella nuestra “muerte” y nuestra “Resurrección”, en el increíble momento de la Alianza, el encuentro final con “la Casa del Padre”.
Se abren las puertas entonces, y como la hija pródiga se entra en este umbral consciente, por primera vez también, de la grandiosidad de este Misterio.
El encuentro con el Ser Cósmico, o el Epíritu Crístico, marca ya, definitivamente, el Camino que conducirá al regreso.  
Una vez realizado este proceso, el Alma comprenderá la Ley del Karma, y empezará a reducir el peso de su ejercicio. A realizar, poco a poco, la  ductibilidad de los mensajes que llegan ahora, vía el Antahkarana, o canal interno, que ya se abre en la cuarta brecha, o “Iglesia”; y comienza a circular y a movilizar la energía del ciclo Mayor.  La transposición del fuego, en la zona del aire.  El cruce del canal, en compañía de los ángeles lunares, quienes hasta el momento trabajaban sólo dependiendo de la fuerza magnética, y ahora realizarán la labor con la ayuda exclusiva del Padre.  
Los ángeles lunares, van acompañados de la denominación dévica, pues el hombre hasta ahora redujo su poder al acceso directo, via estos elementos.  Es sólo cuando el Logos mismo comienza a tomar contacto con su materia -la esencia del hombre y la corriente magnética dirigida por medio de la meditación- que “la puerta dévica” comienza a cerrarse.  Esta será pues, la última labor que cumplan los ángeles lunares, con la invocación exclusiva del Logos Solar.
El tiempo que ésto toma es desconocido.  Pueden ser milenios, eones, siglos, años.  Lo importante de llegar a esta etapa, es saber que se han vivido muchas existencias -innumerables, quizá- previas, en las que este camino ha sido ya emprendido, conscientemente.
El ser humano no se pondrá en contacto con su Espíritu, sino después de numerosas experiencias -mal llamadas místicas- en las que el Ser investiga desde su esencia solar la capacidad y calidad; la apreciación de ciertos elementos complementarios de la materia física y mental del individuo, para formar así, al fin, este núcleo o semilla, que podrá un día conformar a su vez el núcleo sagrado.
El núcleo atómico, se desarrolla pues, en este Laberinto Mayor. En este encuentro con el Espíritu Crístico, que nos purifica totalmente el chakra del plexo solar, y nos permite avanzar hacia el chakra del Corazón.
El cruce de las aguas se perfecciona, por medio del ascenso y el descenso. Y la Trilogía se comienza a desarrollar, en toda su potencia.
Innombrables sufrimientos, repito, acompañan este Laberinto Mayor, en el que podemos ver, a la lejanía, pero como faro de salvación, la Luz del Padre.  La cuarta forma del Ser se manifiesta, y comprendemos ahora el Misterio de la Trinidad.  No sólo lo experimenta el Alma, sino que el cuerpo comienza a no ser ajeno a esta clara noticia, que le viene revelada por medio del astral, ya limpio de sus larvas, y con las aguas tranquilas.  El reflejo, es ahora más preciso, y se aprenderá a leer en las fórmulas matemáticas, como antes el color fue un guía auténtico y preciso.
La armonía comienza a desplegarse por fin, y la polarización se va efectuando con ritmo acompasado.  Ya no hay terremotos pavorosos, ni borrascas inesperadas.  Sólo hay asombro.  Místico arrebato, en la forma que Teresa hablaba de estos asuntos.  El fenómeno de la Comunicación con el Gran Padre Absoluto, no puede menos de producir desplazamientos ostensibles, y de ello no está libre la materia; que resiente fuertemente los momentos de contacto del Alma con el Logos.
Sería también tedioso -en estos tiempos- hablar sobre esta materia más que estas pocas líneas.  En términos generales, a la salida de este Laberinto Mayor, se entrevee la entrada a la “Estanza de la Revelación”.
Y no hay nada más profundamente inexplicable que este proceso.  Porque se efectúa ahora en cuatro niveles.  Y es entonces cuando el círculo se cierra.  La rueda se detiene. El Laberinto desaparece para siempre.
Es el momento del acercamiento al Yo Cósmico.  Al Padre.  Al Logos Solar.  Al gran “Anciano y Señor de los Días…”
Los pitris solares hacen a su vez su aparición dinámica, por la primera vez, activa, a ojos vistos, y comenzamos el ascenso definitivo, consciente, irremediable y feliz a pesar de las mil pruebas de fatiga y la tenacidad terrible con que hay que aplicarse, para que esta nueva energía se canalice a su debido tiempo y ritmo; porque de no preveerlo con inteligencia, o más bien observación y oído, perderíamos fuerzas y sufriríamos incontables percances (el peligro de la muerte física, incluso, y hablo de la disolución de la materia, o también cargas aterradoras; que de no estar tratadas y seguidas por un delicado observador o guía físico, podrían producir como ya he dicho, funestas consecuencias para el cuerpo astral; que entra en el proceso de recomponerse, y unirse definitivamente a la Entidad Cósmica).
La diferencia entre la cuarta dimensión -que es la que ahora se abre- y la tercera, la acusará el cerebro humano, ya preparado y re-hecho sin mayores consecuencias de disturbio.  Ha trabajado lo suficiente su disciplina de atención, motivación, invocación y servicio, lo suficiente, como para no equivocarse más de sonido.  Su nota será lanzada esta vez, en toda su profundidad y extensión, y la cualidad de la vibración será refinadísima.  El oído se abre a la dimensión requerida y el ojo descubre la vastedad del Universo, en el microcosmos.  Las lecturas pues, se van ajustando al sonido, a medida que éste va consiguiendo penetrarnos, insuflarnos: determinar en nosotros su mensaje.
La radiación de las ondas sonoras, desarrollan en esta Estanza la mayor parte del trabajo.
Comienza la Construcción-Destrucción.
Shiva entra en acción en primer término, y se abaten murallas, como nos cuenta la Biblia, al sonido de trompetas.
Los muros de Jericó se deshacen, y con incredulidad casi, al comienzo, miramos esas ruinas, reducidas a boronas.  A tiras de piel cadáveres de cosas.  A la nada.
Y el olvido regresa.  El Tiempo deja de ser, y abandonamos la materia inferior.  Vamos a construír ahora.  Y es Vishnú, el que lo hará, determinando el tono del sonido; y nos entregará entonces la Palabra.
Con la Palabra, se abre el canal máximo: la liberación del causal.  Del Alma.  Que emigra, al fin, liberada de su carga kármica.  Para no regresar nunca.  Jamás.
La relación del Alma, hasta ese momento, ha sido la de obtener finalmente el contacto con el Logos.  Al establecerse este nivel, los dos cuerpos inferiores desaparecerán para siempre, y quedará sólo el “Trígono Causal”; que comienza, entonces, la perfecta construcción del “mayavirupa”.
(Esta construcción del “mayavirupa”, no es otra cosa que la entrada a la quinta dimensión).  Nuestro cuerpo material se unirá a la energía Cósmica-Solar, y se vitalizará la materia con la substancia atómica requerida, para continuar el ascenso, hacia la Cuarta Dimensión o Estanza de la Revelación.
En este período el Silencioso Observador hace presente su dinámica, y se establece entonces la comunicación, con la gran soledad de las cavernas máximas.
Las cavernas del Eterno Silencio.































C U A R T A   D I M E N S I O N
      O
  ESTANZA DE LA "REVELACION"


La imaginación o fantasía  humanas han llevado a la raza humana existente en los últimos cinco mil años, a crear una forma esencial en el sistema universal, en que han habitado, con total conocimiento de causa.  Y no porque el ser humano no haya tenido la misma cualidad hace miles de años más atrás; más bien me refiero al conocimiento de causa que ha llevado al planeta que habitamos a su localización y funcionamiento en nuestra galaxia.
La imaginación es un arma tan poderosa, que logra construir y proyectar formas de gran intensidad evolutiva, como igualmente puede ocurrir lo contrario.  Las formas involutivas que la imaginación del ser humano ha logrado -basta mirar en este siglo las dos grandes guerras europeas- han sido un producto neto de la negación a la energía de la Luz Divina.
La línea que se ha seguido, pues, en los últimos milenios, ha sido también un producto de un estado imaginativo, concentrado en una sola entrada, y con pocos momentos de polarización hacia el estado evolutivo causal.  No siempre ha sido un caso general este proceso.  Han habido formas desarrolladas hacia el objetivo de ascenso definitivo, como han sido los casos de Budha y Cristo.  O sea, un ser humano: Gautama, y el otro, Jesús; los dos encarnan estas energías.  La llamada búdica y la crística.
A partir de estas encarnaciones, el género humano ha visto abrirse las dos grandes puertas de la revelación, y hoy estamos en la tercera puerta, o dispensación; con la iniciación de la llamada Era de Acuario. La Nueva Era.
En épocas de Moisés, la dispensación de la Ley hebraica fue el primer paso hacia la apertura de la primera puerta.  Lemuria y Atlántida, habían llevado el conocimiento involutivo hasta sus últimas consecencias, y se preparaba el gran descenso del Avatar de la Era de Piscis.




No sólo se han dominado en este momento de la Historia del Planeta las leyes primordiales del conocimiento universal, y abierto éste a casi todos los planos de percepción humana, sino que se avanza hacia la destrucción de materias nocivas para la evolución del Espíritu, que está en el momento de mejor contacto con el Mónada inferior de nuestra Raza.
La Quinta Raza, se comienza a formar, en la Tierra, gracias a la labor de purificación que el espíritu Crístico ha venido cumpliendo desde hace casi dos mil años.  Labor apasionante para quienes han estado encargados de cumplirla, puesto que con ello se logrará la apertura del “chakra del corazón planetario”: del conocimiento racional, que trabajará el conocimiento del corazón, o intuitivo.
La manera en como ésto se demostrará -y ya se está demostrando, en grupos, o en casos específicos de Seres muy evolucionados- será la de envolver energéticamente una capa de la superficie terrestre y fundirse con la negación integral polar.  O sea, un gran sismo desintegraría ciertas capas geográficas y renovaría la polarización del Globo Terráqueo.  La descompensación arquetípica se reduciría entonces a su mínima expresión.  La rueda del Samsara, da la última vuelta en el Karma involutivo de nuestro planeta, y se prepara para recomenzar el ciclo evolutivo que le corresponde.  Nadie podrá entonces negar el comienzo real y cósmico de este proceso.
La naturaleza humana, tal como está en nuestros tiempos, tiene abierta en la mayoría de los seres encarnados, sólo la “primera puerta”.  Y no todos la han alcanzado a abrir, totalmente.
La etapa de racionalización por la que hemos pasado en los últimos tres siglos, llega a su fin.  La Ciencia humana, ha descubierto principios y leyes positivos y negativos, y se presta la energía para el cambio.  El maquinismo tendrá sin lugar a dudas, un rol importante en este nuevo paso, o perspectiva.
No sólo se va a discriminar la capa militante o “real”, sino que se discriminará la capa fluvial y aérea.  El agua, como elemento astral por excelencia, cubrirá superficies impensadas, y el áxis de la Tierra girará hacia el polo positivo.  Será el comienzo de la liberación.
La “revelación” le seguirá.  La única posible, en términos esotéricos, que sería el primer contacto directo con el Padre.  O con la “Conciencia Cósmica”.
Tal hecho ocurre sólo cuando ya hemos atravesado las aguas del astral inferior y el cuerpo Causal nos ha abandonado por fin, cumplida su misión.  La organización de estos sucesos, no serán en modo alguno previstos ni organizados por los seres humanos.
Se sentirán los efectos, sí, indudablemente, y aprenderemos a leer en los signos evidentes, que nos señalan cada avance; pero en las circunstancias actuales, la Iniciación se produce a nivel individual.  Nadie más que el Logos puede ordenar la materia Cósmica del descenso, ni otra fuerza que la energía solar organizaría el ascenso.  Como tampoco -en las primeras tres etapas- nadie, fuera del “Gran Anciano de los Días”, puede ordenar el paso por estos tres anillos.
Son niveles totalmente no físicos, en los que la materia revivirá y cumplirá el proceso, hasta alcanzar la etapa del conocimiento.
A ésta le sigue la Sabiduría o Amor Cósmico.
En los procesos que se aproximan a este final de etapa, están siempre claras las elaboraciones a seguir.  El método, digámoslo así.  Se requiere, sin lugar a dudas, una disciplina férrea, para lograr la tramutación y convertir el “Castillo Interior” en Diamante puro.
La “tramutación alquímica”, es un proceso tremendamente lento; incierto y doloroso.  Los asaltos que puede sufrir un ser humano durante este proceso purificador son incontables. Inenarrables, pues, como decía antes, una serie de consecuencias que trae -y atrae- esta búsqueda del Camino de la Luz.
Los menos dirán que son locuras, y los más -no lo dudemos- simplemente sonreirán paternalistas, sobradores, conocedores auténticos de la Verdad Absoluta.
Mejor dejar entonces esta pequeña prueba en manos del Gran Conocedor.  No permitir la entrada de indiscretos, por si las moscas: animalitos por demás tremendamente malsanos y disturbadores de la armonía.
Decía que la entrada al Conocimiento se identifica por la simbología que la precede. Nunca deja la disciplina de invocación, servicio y Amor de plantear este tipo de encuentro extra-sensorial.  La materia a recibiendo las señales a medida que avanza, y el cerebro físico va perdiendo su potencia, una vez que comienza la tramutación. Cuando ésto sucede, la señal física de que el Antahkarana, o “canal causal” que el fuego abre para tomar contacto con la materia orgánica, será la prueba definitiva.  No hay manera de no entender este mensaje.
El color, precedido por la numerología, el sonido y la Palabra, energizarán este ejercicio, sin tregua: sin descanso posible para el buscador de Dios en su Divinidad más Infinita.
No hay necesidad de expanderse tampoco -en estas primeras reflexiones- sobre esta materia.  Lo esencial -en estas líneas introductorias- será la parte primeriza: la apertura al primer conocimiento o contacto con estos hechos, no siempre fáciles de comprender.  O de “digerir”, en algunos casos.  Lo cierto es, que muchísimas veces no se trata en absoluto de digerir.  Se trata simplemente de poner en manos de la Divina Luz nuestro Amor y Confianza.  La Fé “moverá” esa montaña.  La veremos -a veces con terror, más que asombro- moverse un día, como si fuera de cartón-piedra.  Y desaparecerá.  O entraremos en ella, ya que llegó hasta nosotros, pidiéndonos recorrerla, conocerla, subir sus escarpados picos y conocer la altura, desde allí.
Fatigosa y única lección.  Tarea inconcevible, a veces, cada subida a esa montaña, que de pronto irrumpió en nuestro ejercicio de la vida: en nuestro espacio simple y sin complicaciones ulteriores.
Espacio que no conocemos lo suficiente, hasta que apreciamos con todos los sentidos, en su verdadero sitio, esa cuarta dimensión.
La dimensión de la Montaña.
Aquí, llegamos de nuevo a otro cruce de caminos: el “descenso” de la Montaña.  La realidad vista ahora desde la altura nos produce vértigo y temor.  Pero ya el Espíritu es el que posee la llave, y nos abre esa puerta, con su espada flamígera.  Ya no se tiembla ante el horror del espectáculo, y cruzamos los vados de gritos y amenazas, sin mirar para atrás.
El infierno no existe; sino en la medida en que el ser humano se lo proyecta: se lo inventa con sus fórmulas necias y enfermizas.  El infierno es aquí: en las regiones del astral inferior.
En la medida en que nos ocupamos de esta materia, o sea de la organización  del Causal y su cruce por regiones del Aire, sometido a tremendos insuflamientos, o tremores cósmicos del Fuego, que ha logrado en esta etapa juntar o integrar sus tres niveles -o poderes- necesitaremos más y más el impulso kundalínico, que aparecerá en todo su vigor.       No hay que olvidar la parte primordial, en este elemento de la tramutación: la manera de ordenar la mente, a partir de este momento, cambiará definitivamente de forma.  Es la parte complementaria de la entrada a esta Estanza del conocimiento.  La mente no piensa, u ordena.  La mente “registra”.  Recibe el código cifrado; y es la etapa del perfeccionamiento y puesta en orden claro, de la Intuición.
La parte definitivamente importante, en el momento en que este ejercicio comienza a desarrollarse, es la atención a la “invocación”.  No tenemos que perdernos en conjeturas ni preguntas capciosas, pues habrán de nuevo momentos de extrañeza.  Cosas nuevas se están desarrollando: formas, imágenes; destinadas a conformar un todo que será nuevo, a nuestra recién abierta perspectiva y percepción de la dimensión en que ahora nos movemos.
Todo momento de reencarnación de la Luz Divina, viene siempre seguido de un gran movimiento externo de la materia. Inegablemente, ésto se puede considerar como un anuncio o un momento de serenidad: nunca como algo explosivo, ni mucho menos peligroso para la naturaleza humana.  Al contrario.  Cada acto de “renacer”, traerá consigo las mejores formas de actividad energética.
La mejor manera de pasar estas experiencias, es la completa soledad.  El recogimiento total con su propio Ser que iluminará cada uno de los momentos, y los dirigirá con Luz Divina, sin ningún otro peligro; si es el caso, siempre, que nuestra invocación esté dirigida a nuesto Ser Cósmico.
En los momentos de atravesar ciertos círculos sinembargo, sabremos -como dije antes- lo difícil que es el no tener a nuestro lado, también, personas físicas, que nos ayuden en esos momentos, a veces tremendos, de la tramutación.  Pero de no conseguirlo, la experiencia tendrá en estos días que valer como una prueba de fuego.  Algo que nos enseñará de una manera igualmente terrible, en el estado de oscuridad en que se hayan los llamados a curar las llamadas enfermedades mentales.  La falta de información en estos casos particulares, reduce la posibilidad de aliviar o mitigar este paso, pero se irá reduciendo este peligro.  Las nuevas escuelas de sicología holística, surgirán con mayor fuerza y eficacia, reduciendo estas pruebas dolorosas e imposibles de transmitir en su justa dimensión, en actos de reajuste, por llamarlos de alguna manera.  En pasos normales, en la vida de los seres humanos, en un futuro no lejano.
La singular aventura del ser humano de hoy, será señalada como un acto de locura heróica, sin lugar a dudas. Algo así como el acto de los primeros catecúmenos cristianos, que salían cantando salmos al Señor, delante de los leones hambrientos y feroces.
Nada podrá acumularse en la Historia, sinembargo.  Esta nueva Aventura será decisiva para la re-estructuración del Planeta Tierra.


























La recuperación de todos los elementos que el ser humano ha perdido, a lo largo de su Historia, no podrá efectuarse -en este momento preciso de su evolución- sino por medio del Camino de la Luz. Ello implica un reconocimiento de su verdadera naturaleza. De su ascendencia y descendencia. Es decir: el ser humano necesitará recuperar lo perdido, reconociendo en primera etancia su esencia inmanente y en segundo punto, deberá reconocer la solidificación de la Esencia Divina en la suya: en su naturaleza humana.
No existirá, de ahora en adelante, otro medio de construir este puente -entre la Naturaleza humana y divina- que recuperando el conocimiento de nuestra verdadera forma. La identidad se ha perdido, y la dimensión del círculo no ha logrado integrarse en el todo.  La simbiosis en la que el hombre quiere conservarse, la dualidad, inexorablemente, lo lleva al espejismo: a Maya.
No habrá manera, repito, de recuperar los dones perdidos, si no se recupera primero la Fé.  Si no se reconoce la Caridad: si no se utiliza como cable de acero la Esperanza.  Si no se utiliza como tierra abonada aquella virtud amada de Francisco de Asís.  La Humildad, que llama a tantas puertas, y en casi ninguna se le da posada.  El amor, o la Caridad con el prójimo y con el Creador Supremo, o sea, ese primer Mandamiento que predicó Jesús, el Cristo, no dejará jamás de ser el primer signo de la apertura hacia el Camino de la Luz.
    Aquel o Aquella que quiera ver filtrarse en su cuerpo humano la presencia de esa chispa inefable, no podrá poseer otra cosa que Amor a su Creador y a todas las criaturas, sus hermanos.  No logrará romper la barrera de las tinieblas, ni atravesar las aguas, ni llegar a puerto seguro, de no poseer el Amor.  De no regenerarlo, a la manera en que Cristo nos lo indicó.
Y con ello, la humildad del poverello de Asís. Ninguna Luz tan alta como la de Francisco, en estos dos mil años de enseñanza cristiana.  De muy poco le ha servido al ser humano esta enseñanza, pues se ha quedado en la doctrina.  Ha cristalizado la Divina Luz de la doctrina del Cristo, y su enseñanza práctica, en estereotipado rito: en inútil forma de repetición de palabras, que si bien encierran la Enseñanza, no se escuchan ya en su verdadera forma.  Se repiten con la insistencia en que un papagayo insistiría con el sonido que descubrió, sin conocer el por qué.
La Oración es el mantram más poderoso que existe.  Es el “ábrete sésamo” de la calidad terrena, pero el ser humano no ha tenido la suficiente Fé para confiar en su eficacia.  No ha puesto en ella la carga purificadora que debe contener, antes de ser pronunciada, o pensada.
La purificación del corazón, viene siempre de la mano con la purificación de la palabra.
Mantener esta condición es quizá lo más difícil puesto que la ignorancia nos hace desconfiar de esta Verdad.  No siempre se cree en ciertas cosas, sobre todo cuando no nos parecen del todo racionales.
Si el ser humano de hoy no logra reducir la carga de racionalismo a que ha venido sometiendo su cerebro, la reducción de las posibilidades de comprensión será evidente.
Sólo el que ha dejado a su cerebro humano quemarse en el Divino Fuego del Amor, llegará al Conocimiento.
Si Budha logró la Iluminación por el “Camino de en medio”, y si Cristo y Francisco la alcanzaron por el Camino del Corazón y la Humildad -como lo han logrado tantos otros elegidos en el Camino de la Luz- el ser humano de hoy en día, si quiere alcanzar la salvación y la evolución de su Planeta, no le quedará otro remedio que detenerse en su carrera hacia la auto-destrucción.  La energía nuclerar desencadenada a la velocidad que la ha descompensado, no tendrá manera de controlarla sino utilizando los medios de la Enseñanza Nueva.  Aquella que la Luz de la Era de Acuario le trae.
Terminado el período de Piscis -el “Kali-Yuga”- el Planeta Tierra entra en el diseño de la Nueva Aventura, y aquel o aquella que la emprendan, con el Amor, la Fé, la Esperanza, la Humildad y el Coraje que se requieren para destruir lo inútil de nuestra civilización actual, y construir el nuevo soporte, la nueva realidad, la “Nueva Tierra”, tendrá que trabajar -de ahora en adelante- en los dos planos, como decía antes: el humano y el Divino.  Pero dejando atrás la simbiosis maniquea.  Inutilizando, de una vez por todas, la cadena que ha hecho de nuestra Historia una cadena de odio, guerras, destrucción, desamor: al prójimo y a nosotros mismos.  Desconociendo así a Dios.  Al Supremo Creador del Todo.  Al Unico.
























Q U I N TA   F O R M A 
 O "LABERINTO MAGICO"


En la realización interior, el hombre y la mujer tienen que luchar, casi siempre, con patrones de educación que les han sido impuestos, a medida que la civilización avanza.  Y estos moldes son una estructura, en la mayoría de las veces, nociva.  Como una caparazón que impidiera al Ser, en su Camino hacia la Luz: conectarse con el Alma.  Con esa personalidad, o ego, ya debidamente educado y disciplinado por los estatutos, leyes y doctrinas, de cualquier tipo de sociedad organizada.
Todo cuerpo contiene, a su vez, toda una información genética: un código que definirá a su vez, la forma específica de desarrollo de aquella persona: fuera de las leyes consecuentes con la naturaleza propia de cada individuo.
No será fácil, pues, explicar al neófito una serie de reglas, correspondientes a este factor genético y al educativo.  El genético, siendo más complejo -al fin y al cabo más abstracto y dinámico que el factor educación- será el primero en presionar la forma.  Luego se desarrollará en permanencia, una especie de directriz ineludible, férrea, según el trato qu demos a nuestra naturaleza.
Muchas oportunidades tendremos siempre de penetrar en los misterios de lo que se llamaría “el más allá”, en que nuestra percepción, totalmente en abandono y ceguera, por no decir demencia, será la causa de la pérdida paulatina de la concesión divina, que se nos otorgó desde el mismo comienzo de la Creación de este Universo.  Al desatender nuestro instinto y querer reorganizar nuestra estructura dentro de la simbiosis estricta y maniquea, de que hablaba anteriormente, no hay duda ninguna que hemos tomado el camino de la alienación.  De la ceguera.  Del sordo que no quiere oir.
La compatibilidad de todas las propuestas que el ser humano ha recibido como Doctrina de Salvación, o sea, como directriz inequívoca hacia el Camino de la Luz, no podrá ser nunca posible, si antes no se revisan ciertas normas, en la actualidad mal interpretadas.
El verdadero mensaje, se ha perdido.
El Amor no está conduciendo la Vida del Hombre y la Mujer.  La directriz, vacila entre una armonía consecuente con el encuentro o contacto con el Ser y la realización cotidiana de la función natural de convivencia con la Naturaleza, o con los demás seres; humanos o no.
Bien se ha dicho que “no se puede servir a dos señores”.  La capacidad que el ser humano ha desarrollado, sinembargo, parece ser al contrario.  Ha llegado a un punto de perfecta nivelación de su dualismo, y penetra los terrenos interiores con gran falta de consecuencia.  No tiene jamás en cuenta -pues lo ignora totalmente- la carga dinámica externa y astral que está desarrollando con cada gesto, palabra o pensamiento, cada vez que lo produce, como quien ve llover.  Sin saber ni siquiera de dónde proviene esa lluvia.  La mejor indicación, la obvia, para ese observador u observadora, sería la de identificar las nubes, como la productora de dicho fenómeno.
Qué lejos estamos, de la verdadera “Causa” y del verdadero “Efecto”.  Qué poca Luz en el camino de hoy.  Qué falta de necesidad interior, producida única y exclusivamente por nuestra atrevida y audaz ignorancia.
No voy a hablar ahora de la Realización personal, en términos esotéricos.  Vendrá más adelante.  Pero quiero señalar, antes de entrar en la Estanza de la Sabiduría del Amor, dos motivaciones que me inducen a lograr esta escritura.
La Primera, y la más vital, por su poder informativo, no es otra que el producto de mi experiencia personal, aunque el término “personal”, no sea el más indicado.
Sólo quien ha cruzado las aguas de fuego y recorrido la Tierra en llamas, para descender a la región del aire, podrá comprender este quinto Laberinto.  Y si suena incongruente el descenso a las zonas del aire, no por tratar de explicarlo sonará más claro al lector desprevenido.  Es sinembargo la mejor manera de describirlo, pienso.  Sólo el que ya haya experimentado el cruce de estas zonas de fuego y de silencio, podrá reconocer en mis palabras un asomo de luz.  Una pared que se comienza a derrumbar, para dar lugar a la construcción del Verdadero Templo.
Decía que mi explicación no será esotérica en este primer intento, por tratarse de un libro explicado con la mayor simplicidad posible, si bien parecerá complicado -que no oscuro- en ciertos pasajes.




Esta quinta forma, o “Laberinto Mágico”, preconiza el Laberinto de la Sabiduría.
El Laberinto de la Sabiduría del Amor, comienza a dibujarse ya, en las zonas del Agua.  Todo el que quiera saber del cómo de la realización personal tendrá que comenzar por conocer el principio fundamental de este elemento.
Los productores esenciales de la necesidad económica, a que el ser humano ha llegado en el siglo XX, no son otros que los impulsadores de fuerzas magnéticas elementales; que han hecho crecer esta necesidad, de forma tal, que resulta desmesurada, incontrolable, dentro del sistema de las sociedades establecidas con el sistema económico. El progreso relativo a que el ser humano ha llegado -con respecto al verdadero potencial que posee- no hace en la actualidad otra cosa que re-energizar de manera negativa los elementos que recibe.  No los cumple.  No los recibe en la manera en que se le dan, o sea: intachables en su posición formativa: en su calidad positiva.  Al contrario de muchas especies animales, que perciben las órdenes de la Madre Naturaleza, el Hombre no reconoce este llamado, lo que lo llevará a perderse en intentos oscuros, inútiles, reducidos a su mínimo grado de alcance, al no poder generar la fuerza Natural.
La desintegración del Atomo, ha sido para el ser humano una de las escalas mayores en su Historia presente.  No ha sido sinembargo, la primera vez que ha descubierto este principio.  En épocas posteriores a las registradas en los Anales Akáshicos, el ser humano -en su expresión más pura y luminosa- dominaba el elemento atómico, sin ni siquiera preguntarse de dónde provenía este conocimiento ni para qué podría utilizarlo.  La inmanencia de su cuerpo, en coordinación con el Ser Cósmico, no le podían producir ese tipo de vibraciones.  Era imposible, por lo tanto, que se pudiera interesar en esta fuerza superior como energía positiva o negativa; tal como es la preocupación del Hombre moderno; el que no ha logrado combinar en sí los elementos adecuados para la recuperación energética, regulada en manera positiva, del Atomo, y su fuerza verdadera.
Al analizar pues, la Historia moderna -y comienzo en el siglo XVI- se tiene un panorama relativamente pobre, en relación a lo que el Ser humano logró con respecto a su posibilidad de unión consigo mismo: con su Espíritu.  Su Ser.  Con su Creador Supremo.
Sonará a muchos pretencioso este pequeño libro de apuntes, pero no me queda otro remedio que aceptarlo.  No soy Yo quien dirá la última palabra.  No me ha sido dado este conocimiento de manera gratuita.  Y es por lo tanto mi deber, o mi misión, como reconocimiento, el anotar todo lo que mi Esencia Cósmica transmite en mi, cotidianamente, a partir del momento en que se abrió la Gran Puerta de la Percepción.
Nada me ha sido dado por obra y gracia del Espíritu Santo, si bien ha sido El, y nadie más que El, quien me inició en el camino del Conocimiento, y me ilumina en Nombre de la Trilogía Superior y Perfecta.
No siempre se logra ésta “iluminación” de la misma manera.  Lo único que es ineludible, sinembargo, es la forma.  No habrá jamás una iluminación espontánea, o por el simple hecho de andarla buscando con formas técnicas.  Muchos logran, eso sí, diferentes maneras de poder.  Pero no estalecerán nunca contacto con el Verdadero Ser.  Con el Logos etérico, que lo conducirá, a medida que trabaja el Amor y la Fé y la Esperanza y la Humildad, en el gran poseedor de la Luz de su Padre Cósmico.  En el heredero de la tierra prometida: el Cosmos.




La conciencia universal ha hecho del espíritu humano una verdadera regadera de transformaciones. Y digo “regadera”, queriendo enunciar aquella cosa que riega, que difunde, esparce el agua: el conocimiento inferior.  Eso, ha sido para la mayoría de los seres humanos, el motor de su voluntad.  El receptor consecuente de sus grandes motivos, los que -según él- serían de construir un mundo mejor.  Pero esta premisa funciona sólo a nivel afectivo.  El verdadero Amor, no logra conectar su verdadero mensaje.  El recíproco don de la clarividencia sólo le es concedido a aquel que trabaja el Bhakti con la pureza debida.  Con el corazón abierto hacia el sol.  Con la Conciencia Cósmica y no sólo con la conciencia universal.
Bien le está al ser humano reflexionar sobre este punto.  Sería el Primer Mandamiento de la Nueva Era, tal como lo fue en el momento de la Divina Encarnación de Cristo.
En el momento actual, con la energía cósmica crística brillando sobre este planeta en forma desarrollada y directa, sin transmisor personal esta vez, o sea, sin “el Mesías”, que en realidad ya llegó, y nos dejó aquel mandamiento como el Primero y el Ultimo; ahora, el ser moderno de la Era acuariana, tendrá que ligar todas las experiencias anteriores y delucidar dentro del sistema económico-religioso-político, toda una serie de calidades, que ya no le sirven de escala a la Evolución.
Dentro de las capacidades nombradas anteriormente, está la de la clarividencia, decíamos.  Y no será casual el regreso de este don, en la raza humana.  Muchos siglos de aprendizaje al nivel del Agua ha pasado el ser humano, para lograr de nuevo el paso de la región del aire, y pasar sin mayor transición a la del Fuego Sagrado.

























EL  SEXTO  L A B E R I N T O
o Via de la Sabiduría Cósmica


La vía de la Sabiduría Cósmica bien podría llamarse también el “Camino del Amor Cósmico”.
La radiación inmanente que el Amor Cósmico produce en los cuerpos humanos, sólo se podría medir con medidas de fuerza atómica, lo que constituye -llegado el momento en que el ser humano lo realice- el conocimiento perfecto de la adquisición y reconocimiento personal de esta energía.  Cada ser que realice este camino podrá vibrar a la energía cósmica, radioactivada por el Sol, y reproducida por medio de las vibraciones estelares y planetarias.
El sistema solar que nos rodea, es uno de los tantos sistemas que producen energía atómica, como recurso y fuente de vida convictiva.  Con esto quiero decir, con-fin-de-recibir la máxima operación solar.  Al reducir la energía que genera el sol, con las explosiones atómicas mal utilizadas, el hombre ha comenzado el proceso final de su desintegración formal.  Debería la ciencia deducir los resultados de hoy en día, y sacar la conclusión más que inmediata, y las consecuencias, a cortísimo plazo.
La radiación a que grandes zonas del Planeta ha estado sometido, no daría nunca un balance positivo, hablando en términos de salud corporal.  Si bien, entendiendo el fenómeno como un avance, la energía Divina dirigirá esta fuerza “destructiva”, hacia la posición más favorable para el ser humano.
No todas las profecías son ambiguas, a este respecto.  Algunas son lo suficientemente claras, como para develar el fin de una Era, cosa que está en proceso de ocurrir, en el momento actual.  No todo lo que destruye es un factor negativo, y viceversa.
La “construcción” o “destrucción” como Planes Divinos, son para la mayoría de los seres humanos, un misterio insondable.
La carencia de elementos de prueba, y la desmaterialización paulatina de la Raza Humana, nos ha llevado a conseguir una de las fases reservadas a la purificación.
De la palabra “purificación” podría salir una enseñanza que ocuparía varios volúmenes.  Lo es igual para la palabra Amor.
Este Sexto Laberinto pues, o Laberinto de la Sabiduría o del Camino del Amor Cósmico, nos trae al Plano del Adi, del Atmi, del “Ser Cósmico” en sus Tres Grados Mayores.  En su Trilogía Consagrada y Divina.
Este Plano produce el desamarre definitivo con el plano terrestre.
Es por ello que el Amor, entonces, se convierte en la vía de la Sabiduría, o Iluminación.
Es por ende un sujeto de Luz Cósmica, el tratado en esta fase laberíntica del Ser, en su Naturaleza Mayor.  En su Realización Cósmica.  En el Encuentro con su Padre, al que encarnará entonces.



La tradición más antigua, nos enseña que el Poder Divino proviene de nosotros.  Cuando el ser humano cumple con la Ley determinada por el Creador Supremo, encarna él mismo a su Padre.  Lo enseñó Jesús, cuando dijo: “quien me ve a mi, ve a mi Padre”.
La tradición oral, sinembargo, ha contribuído lentamente a abandonar la creencia mayor, o sea, la parte Sagrada.  ¿Seremos como dioses?, se pregunta el hombre o la mujer de hoy.  Pero no tratan nunca de serlo.  Quieren sinembargo ser Superman o Wonderwoman: ese sí que sería un gran sueño a realizar.  Lo que jamás admitirían sería el llegar a ser dioses, ellos mismos, pues el Camino es largo, duro, doloroso, sembrado de cardos espinosos, lleno de desiertos habitados por rocas y serpientes.  Ninguno de estos sitios es atractivo.  Sobre todo si se tiene que abandonar no sólo el ego, el amor propio, sino la madre, el padre, los hijos, las riquezas, el cómodo y mullido lecho, y así...  Bien lo dijo Cristo al joven rico: “si quieres llegar a mi Padre, vende todo lo que posees, regala el dinero a los necesitados, coge tu Cruz, y sígueme...”
¿Fácil?  Por supuesto que parece una Utopía, eso de las palabras de entonces.  Lo que dijo Cristo, no puede funcionar para el mundo de hoy: ésto es otra onda... dirán los más espontáneos y crédulos.  Algo habrá para interpretar, nuevo.
Pero no.  Las interpretaciones sirven sólo para colocar las dimensiones en otro sitio.  No se adaptan las palabras, sólo porque una época cambia.  La fórmula será la misma.  Lo que sufrirá una variación, en cada uno, obvio, será en la Forma activa: pero nunca perderá la auténtica Forma iniciática.


















Según la tradición cristiana, el ser humano deberá renunciar a toda riqueza material y seguir el camino que le enseñó Jesús, el Cristo: el Camino de la Caridad.  El Amor, con mayúscula.
El ser humano, en general, sigue esta doctrina, sin apercibirse realmente, de la Verdad inigualable de su significación.  El paso más importante, en la época actual, será de nuevo llegar al cumplimiento de esta meta.  El otro ejemplo de la dicotomía maniquea, también lo encierra la práctica que hoy se hace de esta práctica cristiana.
No sólo no se cumple, el Mandamiento del Amor, sino que se traiciona a campo traviesa su verdadero significado, y por ende su potencia.
Nada tan ingrato como el ser humano.  Después que se le dió la capacidad de ser él mismo creador, en su Hemisferio, y después de haberle sido transferido el Conocimiento, o sea la Inteligencia Superior, decidió investigar esos poderes para ampliarlos, en su único detrimento; puesto que no consiguió otra cosa que su ruina, y la ruina de su Planeta. Aquel que se le consignó, para que hiciera de él -conservara- un paraíso.
La mayoría de los seres humanos desconocen, pues, la trampa en que vienen pereciendo desde muchos siglos atrás.  No ignoran, por supuesto, el peligro de aniquilamiento en que se encuentra el planeta en este momento crucial: de cambio.  Pero no saben cómo sería la alternativa, puesto que tienen los ojos y la mente total, dispuesta sólo al ánimo científico.  Han abandonado los medios del conocimiento.  El rito del Amor Cósmico. El Bhakti. El acercamiento al Creador Supremo.
Nadie que desatienda el llamado de la Luz, desconoce el poder de su significación.  El desierto en que el ser humano conserva su corazón, es fruto seco. Campo árido. Nido de serpientes.
La Sabiduría  de los Antiguos, hombres y mujeres, que siguieron la “Ley del Bhakti”, del Amor Cósmico, no ha sido seguida con el ritmo y la calidad debida.
Un ejemplo de Amor Cósmico cumplido hasta la última cúspide de la cima de la espiral perfecta, fue Francisco de Asís.
Teresa de Avila, otro ejemplo de Bhakti activo, con el ingrediente de la inteligencia Superior en cumplimiento de la segunda Ley: la construcción del “Castillo Interior”, tal como le fue dictado por su Ser Superior, fue también la esencia misma de la comunión perfecta entre la doctrina de Cristo, y el comienzo de la apertura a la Nueva Era.
Teresa de Avila, andariega de Dios, pionera de la Luz Cósmica en el Hemisferio Occidental (después de la Humildad transmutada y liberatoria que transmutó Francisco, il poverello), no sólo abrió la Nueva vía a la renunciación en plano astral, sino que demostró la disciplina y el rigor de un alma templada, como el acero toledano, y un Espíritu inquieto, aventurero, preconizando ya la mejor de las nuevas: la Mujer había cumplido su Karma.  Comenzaba pues, la Iluminación, encabezada por Catalina de Siena, y fuertemente sembrada y reconciliada en su esencia divina y total, por Teresa.
La Esencia divina de la Iluminación en “Las Moradas”, de Teresa de Avila, recoge no sólo la Enseñanza en el camino de la meditación interna y la meditación externa, sino que mediatiza el experimento divino, expresado por primera vez en las Siete Moradas, en el cuerpo de una mujer.
La externalización del fenómeno esotérico, en el Camino de Teresa, no ha sido discutido, ni ampliado, y quizás, mejor diría que ha sido sólo utilizado por ciertos doctos y místicos de la Iglesia Católica. Un abandono. Su consideración, en base a un estudio secular esotérico más detenido, daría resultados sorprendentes.
Porque nada más sorprendente que la iluminación del “Castillo Interior”, y del libro de “Mi Vida”.  Resultaría casi banal, hoy en día, reconsiderar las meditaciones de Las Moradas, pues no se conseguiría -desde el punto de vista simplemente doctrinario- otra cosa que la cristalización de su lectura; como he notado que se ha venido haciendo, hasta el día de hoy.
La relectura de Teresa de Avila, en los terrenos del Bhakti (desligado de otro síntoma, como lo fue el de Francisco), no daría la misma clave que la poderosa cualidad selectiva: que ella nos indica a cada paso.
Para Teresa -como para Francisco- la línea de conducta fue siempre su “Altísimo Señor Jesucristo”, y nadie tan tenaz, ni tan llena de coraje y de espíritu de Aventura, repito, como la avilesa que fundó la Orden Carmelita en su máximo de Perfección.  Como Francisco fundó su Orden, en la “hermana” Humildad.
El trabajo de aquella mujer, consagrada a la manifestación divina, como pocos seres humanos hasta el momento, decidió la Evolución de siglos posteriores.  “La Fundación” -su libro sobre el tema lo explica ampliamente- no fue para ella un ánimo más de lectura de un designio Divino.  Fue el Diseño Unico.  Nada ni madie habría podido apartar aquella Alma, de su Camino hacia la Unión Cósmica.  Su Amor, unido al Don de la Divina Voluntad; rayo que comenzaba a hacer su aparición en el Planeta, con efectos catastróficos, en la Santa de Avila, tomó la investidura de Camino de Luz, sin vías intermedias.  Sin dudas.  Con la Fé ciega y de acero; que no sin tremendos asaltos de la fuerza contraria.  Con la Esperanza registrada en un tono sólo correspondiente a un Ego Cósmico, realizado en su esfera única: la del poder de la comunicación interior: que Teresa develó al Mundo, para sorpresa de los sabios y doctos de la Santa Madre Iglesia Católica.
Desgraciadamente -insisto- no ha sido recogido el mensaje esotérico de Teresa de Avila, en la Clave en que ella lo registró.  Su acumulación y el resultado práctico no son motivo de reflexión, y ya sería hora de comenzar a debatirla, en términos modernos.
Las Andariegas de Hoy; las fundadoras de la Nueva Era, tienen mucho que ver con el Espíritu que sembró, y dispersó Teresa, la Andariega de Dios.
Sólo recuperando su lección tenaz, entre los momentos de oración y las horas dedicadas a la labor gigantesca de construir conventos y organizar órdenes, no sólo para mujeres, sino también para hombres; podríamos conocer la segunda Etapa que le fue dada a ella abrir, en el Hemisferio Occidental.
El Camino del Amor unido a la Voluntad Divina o la Acción, abre pues este Séptimo Laberinto, o Estanza, y como precursora, la Caminante de la Luz Divina: Teresa.

























LA  ESTANZA DEL DEBER O
  E L    A R R O J O
O Laberinto de la Voluntad Divina




U m b r a l

La vida y milagros de una mujer como Teresa de Ahumada y Cepeda, nos ha sido contada por miles de versiones, incluyendo la suya, que es quizás, hoy en día la que menos  se lee.
Doctos y sabios de la Iglesia interpretan con pesada intuición la aproximación de la santa avilesa a la Iluminación crística.  Nada más fuera de la realidad esotérica, que ciertas de aquellas versiones teresianas.
Pero la realidad de aquel Camino, saldrá a la Luz, en términos diferentes a las dictadas hasta nuestro tiempo.  No dejará el Ser Nuevo de la Era de Acuario, de incluir a Teresa, como una de las grandes Maestras del Bhakti y de la revelación del “Séptimo Rayo”.



Por primera vez en la Historia de la Humanidad, se libra -hoy en día- la batalla completa por la liberación de la Mujer.  Por conseguir sus Derechos.  Aquel de su cuerpo, como el de su mente.  Aquel de su libre albedrío, tan masacrado con las leyes patriarcales: de joven, o de casada. En todos los casos, el yugo a que la mujer ha estado sometida por la sociedad falócrata, ha sido deplorable.
Pero el tiempo del “regreso” se ha marcado en el Cosmos, y la gran Aventura del Ser humano seguirá avanzando, con la Mujer esta vez, a la Vanguardia.  Ya es hora de que el Hombre contemple la posibilidad de dividir aquella “otra mitad del cielo”.  La hora en que la Mujer que ha trabajado su Karma con paciencia y coraje, y sobre todo, con mucho Amor, regrese a su estadio sagrado. El “regreso del silencio” no es una mera frase. Es la certeza de la rotura de las cadenas, de la ley del pensamiento masculino.
Proveerá el Creador Omnipotente a la Mujer creativa y luchadora de la Verdad y del Camino de la Paz y de la Luz, de los elementos reales para conseguir, al fin, su sitio en el Universo.
Las consideraciones anteriores, no han sido otra cosa que la aceptación metafórica del conocimiento intuitivo, que hasta el presente me ha sido concedido. Pero de ahora en adelante, comenzaré a dar testimonio efectivo y directo, de mi experiencia interna personal.  
Será entonces, una condición de recepción o receptividad directa, unida a la energía de la Luz Divina, la que pondrá en acción escrita todas las descripciones del salto de un ser a nivel cognocitivo.  O sea: la unión secreta e interna, que un ser humano alcanzó con el cuerpo receptivo cósmico y la alianza de los tres cuerpos con el Conocimiento directo, que llegará esta vez del acto de creación, o de puesta en acción de la energía.
No siempre se obtiene los elementos cotidianos indispensables para un acto de “tramutación” simil.
En el comienzo, esta iluminación conlleva la determinada carga de Luz y la usual energía polarisada hacia uno de los caminos conocidos.  O sea, la unión de los contrarios, -el Yin y el Yang- en su rol contemporáneo: que no es ya el mismo que cumplió miles de años atrás.
El sitio del equivalente al Yang, se polariza en la actualidad en su opuesto: el Yin.  Mas bien descrito estaría si dijera que lo que se ha considerado como “polaridad pasiva”, donde se encuentra la escala de valores femenino, está ocupando ahora un estadio de gran expansión, que no tiene que ver con el conocido, ni con la calificación anterior.  Lo que el Hombre no ha querido reconocer, sería en este momento, la calidad del Ser femenino, y su opuesto, el masculino.  La confusión que ésto engendra, se ve en las consecuencias inmediatas del comportamiento universal, en relación a esta premisa: “Mujer, igual pasivo, Hombre, el contrario”.
Para revisar, están no sólo esta Ley, sino otras, en los tiempos que corren. El Universo ha sufrido transformaciones de tipo eclosivo, con la suficiente fuerza, como para dejar a un lado la posibilidad de esta consideración.
No existe en la actualidad, parece, un estudio avanzado, donde se pueda desarrollar con mayor amplitud y claridad, este principio, fundamental, por lo demás.  Nos hemos estacionado demasiados siglos en la teoría, sin darnos cuenta del estado de la verdadera evolución.
No todas las teorías han sido dogma, es claro, pero ha de tenerse, también, en cuenta que si el Universo ha ido modificando en su estructura -que no en su forma- ciertas reglas universales, y por ende inamovibles, también se han favorecido ciertas estructuras que acompañan la acción compositiva de estas Leyes.
En la mayoría de los casos, la relación entre composición formal y materia cognocitiva, ha sido una forma de desarrollo en la mentalidad del ser humano; debida, casi siempre, a un elemento fundamental y regresivo, que compone la materia, en este planeta.  Lo cierto, es que a medida que se avanza en la Evolución, se avanza igualmente en la “descomposición”.  Con ésto no quiero decir “destrucción”, en el término final de la palabra. Me refiero exclusivamente a la materialización de los elementos cognocitivos, con respecto a nuestra psique: a nuestra receptividad cerebral, en su manera más simple.
Si todo ésto resulta un poco avanzado, u oscuro, en términos de filosofía oculta, o reservada a unos cuantos lectores, será sin duda alguna porque este capítulo se ha diseñado en esa forma.
No se pueden concretizar ciertos términos, cuando aún no existe en el lenguaje cotidiano la forma de expresar esa dimensión.
En la misma manera que un cerebro adiestrado por la Luz Divina, recibe el mensaje sin mediadores, o sea: transmite en términos inmediatos, y por lo tanto a años luz de la comprensión de la mayoría; el cerebro, condicionado por el ritmo bajo de su nivel astral polarizado, producirá sin lugar a dudas, una información emocional, deteriorada, en su mayoría, falsa.  No se puede recibir la información de la Verdad, cuando no se está en estado de Conciencia.  Como no se podrá nunca asumir la Evolución humana, sólo a nivel cognocitivo.
Mientras el Ser Humano insista en escalar la Sabiduría del Universo a nivel de información, no habrá logrado sino la parte inferior del Conocimiento, sin llegar nunca a pisar las zonas de la verdadera esencia de lo que constutiye la Revelación.
La Revelación consiste pues, en el Conocimiento infuso, producido por el Ser; en Unión con su Divino Padre, o sea, su Espíritu Logoico.  
Ningún ser humano que busque la forma de Conocimiento Superior, o la Iluminación Causal, dejará de reconocer la Forma Divina de su Ser Propio.  O sea, reconocerá sin dejar ningún espacio a la duda, que lo que ha logrado, no es otra cosa que Obra de su Padre Divino.  La “iluminación” es tan poderosa, profunda y abstracta, que no puede transmitirse con palabras sus efectos; pero lo que sí podría explicarse son ciertas de sus formas.
En la enumeración de estas formas, no habrá una regla precisa, ni tampoco se debe de seguir el ritmo indicado por mí, en este caso.  Cada ser tiene su ritmo y a cada cual le sucederán las experiencias de acuerdo a su Forma Personal.  A su Ego.  A su Personalidad.
El Laberinto séptimo, o “Estanza del Deber y el Arrojo”, conducirá a este descubrimiento: La gran iluminación.




    CENTRO  DE  LA  ESTANZA

Y como decía antes, la gran Andariega de Dios, Teresa de Avila, a la cabeza de este laberinto del Amor Cósmico y el Deber y el Arrojo.  Nadie como ella, en los últimos tres siglos, logra concretizar la Estanza del Arrojo, con la Templanza y Fé de Teresa.
Quizás otros seres igualmente iluminados, hayan cruzado el Planeta, y su Historia, en este lapso, pero ninguna mujer de su temple Cósmico.  Ninguna con la decisión de ganar con el Amor, el trabajo divino de la liberación del Espíritu y su trascendencia Divina.
Las informaciones que obtuvo Teresa, fueron mínimas -en cuanto a lecturas sagradas o teológicas- en comparación a la cantidad y calidad de su enseñanza.
El movimiento, pues, o ritmo de este Laberinto, se compone de un elemento único en su especie.  La Aventura, en su esencia iluminante; o sea, la inclusión del Ego en toda su acepción de la forma personal, con lo que me refiero -como anoté antes- a la inclusión de la Personalidad egoica, trabajando ya, a “nivel mayor”.  Esta modalidad, se pone a prueba con el temple de la avilesa.  Se dibuja fuertemente, y su extensión y profusión no se hacen esperar.
El efecto de la entrada al “Castillo Interior”, no está dibujándonos sólo las Moradas que recorrió Teresa con su Ser Logoico, sino que nos indica -insisto- la forma nueva de un camino, abierto por la Divina Voluntad, en concurso con el Amor.  Con el Deber y el Arrojo, de quien ama con pasión y arrebato a su Ser Supremo, y “muere por no morir”.
Sólo una constitución semejante, puede llegar a una tal conjunción.   La máxima, hasta entonces.
Los ritmos de este Laberinto; en el recurso de la Luz que los antecede, para seguirlos luego; son niveles de respiración bakthika.
Algo así como la iniciación que la oración conlleva.  Sólo quien ha meditado en el Silencio, podrá oír la voz del Maestro.  Y sólo aquel, o aquella, que hayan escuchado la voz del viento, o de la lluvia, o del trueno, o recibido el mensaje del rayo, decodificarán el mensaje del ritmo del Silencio.  Los pasos de la respiración, son esenciales para alcanzar cada escalón, en el Camino del Regreso.
Sólo quien entra en la Estanza del Arrojo, comprende y ve y oye.
No solo comprende y ve y oye, sino que avanza, en términos únicos y excepcionales, hacia una visión “real” del Mundo.  Hasta entonces, las barreras del sonido, y la visión impedían la verdadera conexión con el entorno cósmico, en el que el ser humano nació.  Antes, la visión astral, había sido desarrollada por la Raza atlante, hasta el punto de formar un puente con regiones extra-sensoriales, cosa que fue ocultándose, en los períodos que precedieron el hundimiento, o desaparición de la Atlántida.
La única manera de reconocer las dos visiones, es cruzar la barrera “irreal” de la primera Ley del Karma, y conocer, entonces, la verdadera.  La real.  La única con la que debemos tener contacto, si queremos llegar a la Evolución Perfecta.  Al Camino de la Luz.
En la antiguedad, se creía que el camino de la Vida llevaba al camino de la Luz, y por ello se trabajó a niveles astrales, de tal forma, que se cristalizó el conocimiento en un momento de soberbia humana.  Al no querer reconocer el Gran Poder Divino y su Camino de Luz, el Hombre se lanzó al abismo, siguiendo la Ley de menor trascendencia y desobedeciendo así, de nuevo, al único valor intrínseco que lo conduciría a la Evolución.  Al desoír la voz de la Naturaleza Divina y aplicar el conocimiento que se le había dado, sólo a la parte material, el ser humano partió de nuevo hacia la involución, regrediendo en la escala evolutiva; cosa que está a punto de sucederle de nuevo.
No hay peor sordo que el que no quiere oir, ni peor ciego que el que no quiere ver...
La regresión en la escala evolutiva, tiene que ver, también, con la Estanza del Arrojo y del Deber.  Aquellos que no están preparados para desarrollar estas dos fuerzas, o polaridades, no lograrán subir en la escala de la Evolución.  Sólo aquella o aquel que demuestren arrojo, en la nueva visión del Amor, y cumplan con la Ley del Deber, minuciosa y tenazmente, distinguirá un día entre estos dos valores: el Amor humano, y el Amor Divino.
Todo ello tiene que ver con los componentes o atributos que forman la Divina Voluntad del Padre.
Teresa de Avila, cruzó el Laberinto, en su séptima morada y nos descubre en ella al Absoluto.  Al Ser Cósmico, a la espera de la Voz que lo transportará al otro cruce: la Morada del Abandono.  O el Laberinto de la Eterna Soledad.  Del infinito despego. Del olvido de sí.  De la Renunciación.
Las nuevas teorías sobre la relatividad del Tiempo y el Espacio, tienen mucho que ver con la última etapa evolutiva de la Quinta Raza Humana.
No siempre se ha tratado con acertada dimensión la explicación social que encierra esta premisa de la relatividad.  Los sabios, científicos, y demás estudiosos de las Leyes físicas, han determinado, en su gran mayoría, que el descubrimiento einsteiniano trajo al Universo de la Materia, una forma nueva, en su relación a las medidas de Tiempo-Espacio.
Pero no siempre se ha observado este nuevo fenómeno, en relación al estadio interno del Planeta, quien a su vez, viene a conformarse como Ente o “Cuerpo físico”, en sí.
Tal como un ser humano se conforma en sus múltiples facetas individuales, igualmente el Planeta Tierra, a semejanza del “homónimo”, o sea, el ser humano, se representa en su forma cósmica como parte de un cuerpo Sideral.  Un cuerpo, dentro del cuerpo espacial, del Universo Solar.
Las motivaciones a que acude el científico para explicarnos estos fenómenos, no siempre están relacionadas con la real y determinante existencia de éstos, dentro de la órbita celeste.  La necesidad, pues, de reincorporar la nueva visión de la función Tiempo-Espacio en la Cosmogonía Universal, y por ende en la práctica y el conocimiento que nos corresponde en esta época, sería una forma más acertada de integrarnos al nuevo ciclo que se ha iniciado en nuestro Planeta.
Los resultados son más que evidentes.  La notable acumulación de nuevas energías solares, filtrándose en nuestro Hemisferio a través de la distintas corrientes de conocimiento, son el signo inequívoco de consecuentes actos de reflexión.  No se detiene mucho el ser humano de hoy, en serias reflexiones con base filosófica-esotérica.  No le ha llegado el momento de la rotura de los puentes.  Pero en poco tiempo esta actitud cambiará, por fuerza de las circunstancias.
Así pues, entraremos sin más preámbulos, al centro de la Estanza o Círculo del Arrojo.  En la Gran Cueva del Castillo, donde las Tinieblas cruzan de Sur a Norte y donde el Viento recorre sin cesar el círculo, cerrado y tenebroso.
La Noche Oscura.
La Luz del Sol no la vislumbramos durante largo tiempo, que nos parece una Eternidad.
El Arrojo es así.  Es sólo quien lo posee, quien logra entrar en esta estancia, donde ululan los vientos del Este y el Oeste y habitan las oscuras regiones de la desesperanza. Temple de acero se necesita, para vivir sin ver a Dios, en ese entonces.
La gran Fuerza que produce el cruce de este círculo, la genera el Fuego interior.  Sólo El nos ilumina el ambiente y da calor al cuerpo, aterido y aterrorizado.  No se necesita describir con mayores detalles, creo.  Esta Estanza es para quien lleva consigo la espada de la Templanza.
Esa que logrará cortar la cabeza al Dragón.


































La realización a nivel perceptivo, re-comienza el ciclo del ser humano, en esta época, cruel, sanguinaria, quizás como ninguna otra, por las dimensiones de universalidad en la información que ha adquirido nuestro Planeta.
No ha habido, hasta el presente, en la Historia de la Humanidad, un condicionamiento receptivo más potente que el actual.  
Todas las esferas de la Luz, y su energía potenciada al máximo, en estos nuestros días de relativa “calma cósmica”, no son otra cosa que la indicación inequívoca del cambio definitivo.  El cambio inicial, se sintió clarísimamente a comienzos de este siglo.  Señales inequívocas “invocaron” sin lugar a dudas al potencial divino que el ser humano posee, y éste escogió la parte oscura.
La referencia más clara, a niveles sintéticos, de ésta mi aseveración sobre la destrucción de una forma anquilosada, que se habrá de transformar, no está encubierta esta vez por fórmulas cabalísticas, o referencias de simbología hermética.  Están apoyadas en realidad, en un Conocimiento recibido por Transmisión perceptiva.  Conocimiento que muchos otros seres poseen hoy en día, de nuevo.
La Transmisión perceptiva difiere de la Transmisión telepática, sólo en el “momentum iluminativo”: o sea, en el Acto de recibir, o percibir.  Son dos formas que se aproximan.  Sólo que esta última será la nueva forma de “recibir”.  La forma telepática ha realizado ya su completa función, y ahora el Ser humano, se le concede el don de la percepción directa.  Don que se ha ido recibiendo en menor o mayor medida, en todos los momentos de la Historia de la Humanidad.
Ahora, pues, se abrirá en cantidad masiva, la vía hacia este fenómeno, llamado por la Ciencia, “paranormal”.
No todos los fenómenos dedicados a esta investigación, provienen de la misma esfera de iluminación.  Algunos son simples informaciones astrales. Y digo simples, para señalar el proceso.  No la intensidad.  Quiero indicar con ello, que se realizan en esferas inferiores, y que si bien producirán una información eficaz, para señalar una primera transformación, no ocurrirá por ello, todavía, en hemisferios de Conocimiento Superior.
Es por ésto, que toda una serie de informaciones y fenómenos por vía paranormal, se han producido en los últimos tiempos, con mayor aceleración y apertura.
Pero no hay que confundirlos.  Más adelante, cuando se limpien las zonas astrales, de sus detritus pertinentes, se aclarará más este fenómeno, que vendrá, en realidad, a ser el comienzo de la purificación universal.  Del Conocimiento Perfecto.
El Conocimiento Perfecto, no es otra cosa que la Iluminación interior, proveniente de la respuesta cósmica, al Ser.  Al hombre o mujer que hayan decidido seguir el Camino de la Luz; el Sendero de la Posibilidad, que no es otro que la escogencia única, personal: aquella dictada y dictaminada por nada ni nadie más que nuesra propia Conciencia.  Así, partiendo de ésta, se comienza, siempre, en cada Vida que vivimos, en una hora u otra de la existencia, esta búsqueda.  No implico con ello que la búsqueda sea siempre del lado de la Luz Positiva.
Miles de veces tendremos la oportunidad o Posibilidad y otras tantas, sinembargo, fallaremos en el propósito, de la manera correcta. La posibilidad de alcanzar el estado de "HSIEN"; el logro no sólo del NIRVANA, o del estado de SHAMADI, sino la total integración con la "ESENCIA DIVINA" en toda su expansión y logro de realización cósmica, no se consigue en una vida sola.  Seres como el Buda, o el Cristo, o Milarepa, Mahoma, y otros grandes Avatares, como Francisco de Asís, no han logrado, ni mucho menos, la realización de esta unión con el Padre Cósmico, con el TAO, el Logos Solar, en una existencia solo.  Lo que sí lograron, sinembargo, fue unificar su materia humana en un solo espacio.  
Y con ésto quiero decir, que una vez que llegaron al estadio pre-búdico, en el espacio sin tiempo de aquel que logró alcanzar el Conocimiento Primero y la unión con el Espíritu, alcanzaron en una sola Vida, la santificación, la Purificación, el estado Crístico y Búdico. El Supremo Estado de la Divinidad.
Al realizarse este ciclo, el Ser Humano ha cumplido, al fin, su retorno a la Tierra.  Ha cumplido no sólo la misión humana, sino que ha unificado su Esencia.  La ha convertido en su Primer Ser.  En su Mónada Superior, que más tarde avanzará, hacia otras galaxias, o esferas, a continuar la Evolución, determinada esta vez por la Energía del Logos Solar.  Del Mayor Avatar.  De la Razón sin Razón.
Para el ser humano, este proceso, es todavía un misterio insondable.  Es una Regla incomprensible, para la inmensa mayoría de los mortales.
Lo que no es misterio, sinembargo, para casi nadie, es la idea de la Muerte corporal.  Este es el único fenómeno que la gente corriente ha aceptado, como imposición.  Se nace, “ergo, se muere...”
Y nada más allá de esta realidad, los impulsa a investigar el por qué.  Las doctrinas cristianas, totalmente cristalizadas y maniqueas, y las doctrinas hebreas y la mayoría de las corrientes hinduístas, e incluso los seguidores de Buda y de Confucio, han cerrado de tal manera las compuertas del Secreto, que solo el ser que tenga una Fé de acero, podrá reconocer en ellas, el fondo íntegro.  La Verdad.
Es por ello, que doctrinas modernas, como los teósofos, rosacruces, o la masonería, han introducido -en gran secreto- los ritos antiguos, de las religiones sagradas.  Las creencias, mitologías, o nociones filosóficas de teorizantes iluminados, incluyendo a Darwin, Einstein, Confucio o Mallarmé.
Ningún genio, o gran artista, o filósofo, ha dejado nunca de ser la prueba de esta Verdad.  Tan simple, y tan compleja.  Simple para quien está armado, al comienzo, de la coraza de la Fé; y compleja para quien se dirige a esta Verdad por el camino de la Razón.
Los sabios de todas las épocas, que han investigado en las Leyes de la Razón, o de la Naturaleza, no han dejado jamás a un lado la posibilidad de un Estado diferente: de una Esencia común y no común, a la Humana.
De un “retorno”.
El aprendizaje, pues, está marcado por la razón, y el logro será siempre producto de la Fé; que más tarde se convertirá en Conocimiento.
En Iluminación.
La mejor manera de lograr la Iluminación, no existe.  Hay sólo una manera que no es específica, sino anímica.  Es aquella de llegar a la Unión perfecta con el Creador.  El Padre Cósmico.  El Budhi.  El “Atman Divino”.
La forma de logro, varía, puesto que cada uno de nosotros ha venido a la Tierra, con una personalidad, esta sí, específica: y será ella, quien nos haga recibir y pedir, de manera diferente.
Una fue la personalidad de Teresa de Avila, otra la de Francisco de Asís: diferente fue la búsqueda de la Iluminación de personalidades cuales las de Darwin, Giotto, Leonardo, Mantegna o Sócrates.  Cada uno de ellos, logró una parte de la Iluminación, efectuando a fondo, la Unión con la Materia, y por lo tanto beneficiando el Alma, el Atman.  Sacándola de la oscuridad, gracias a su esfuerzo de artista, o científico, o filósofo.
La Unión perfecta, no es sólo la vía de la santidad: ésta es sólo una medida disciplinaria, para quien llega a la Casa del Padre por la vía del Bhakti, o Yoga del Amor.  El logro de otras disciplinas, no sin descuidar el aspecto, igualmente, del Amor, se efectúa con la intensidad y grado de arrobamiento, que produce aquel místico encuentro del santo con su Alma, y luego con su Espíritu. La Esencia, será la misma.
El mejor sistema, pues, no está en buscar ser santos, sino el ser perfectos en nuestra disciplina particular.
En el Medioevo, el Espíritu Divino iluminó a miles de hombres y mujeres a seguir el Camino de Perfección, a través de la dura disciplina monástica: el encierro y la penitencia fueron el motivo que impulsó a lograr la Unión con el Creador del Universo.
La razón fue clara.  El gran poder del Oscuro avanzaba a pasos de gigante, y sólo una purificación intensa, y masiva de la Materia, podría impedir el desequilibrio en un momento en que el ser humano tenía aún grandes cosas para conocer y aplicar, sobre su propia procedencia.
Fue así, como surgió en el Mundo, la gran Luz de la Mística.  El Espíritu Crístico, en el Occidente, transportó y polarizó las fuerzas negativas, tal como venía haciendo el Oriente, con el Espíritu Búdico.  De allí en adelante, el Mundo cristiano comprendió en toda su amplitud, la fuerza de la Fé.  La inconmensurable potencia de la Caridad.  La única vía que le señalaba la Esperanza.
Si hacemos un paralelo, entre Fé y Conocimiento, habría poca diferencia en la forma, aunque sí en la esencia.  “Fé es creer en lo que no vemos”, nos dice la Sagrada Escritura. Sinembargo, yendo más al fondo de lo que ésto implica, tendríamos que admitir que la Ley del Conocimiento es también una Ley, apoyada esencialmente en la Fé.
Sólo aquel, o aquella, que utiliza estos dos componentes, logra entender el por qué de mi premisa.
Sólo aquel que tiene Fé, logrará llegar al Conocimiento.
El impulso del ser humano intelectual, no ha sido otro que el de alcanzar esta distancia, entre cerebro, materia, y organización Cósmica.
Aquellos o Aquellas que han dejado actuar el Corazón, en su estado puro -y pienso en seres como Maria Curie, Petronila Blavatsky, Annie Besant, Teodora de Bizancio, Margarita María de Alacoque, Catalina de Siena, Teresa de Avila, Clara de Asís, la reina Isabel de Hungría, Teresa de Calcuta o Simone Weil -cada una de ellas dividiéndose entre la Belleza Pura del Pensamiento y la cualidad intrínseca de la Mente humana: hasta llegar a la purificación de esta última, y obtener el logro último; la clave hacia el descubrimiento primordial de esa Esencia única, ese Principio vital, que unifica nuestra existencia humana con lo Creado por el Poder Cósmico: con el Principio Fundamental y Divino.
En lo político o científico o místico, esas mujeres lograron la Unión y la Expansión que hizo a su Epoca lograr, conjuntamente, un gran salto hacia el Conocimiento.  Hacia el Camino Evolutivo.
Poco se ha hablado de estas mujeres: y cuando digo poco, estoy implicando lo mucho que se ha hablado de hombres, que han logrado un mímino de lo que ellas lograron para su siglo correspondiente.
Si sólo se discutiera el fenómeno Marie Curie, con la amplitud que implicó el descubrimiento del Radium, que luego sería la puerta de entrada hacia el conocimiento del principio del Atomo, no se le daría menos mérito que a Oppenheimer.  La diferencia ha sido obvia.  Oppenheimer, además, utilizó su descubrimiento para ayudar a una de las más grandes destrucciones que ha presenciado la Humanidad, en toda su Historia.
Con excepción del hundimiento de la Atlántida.
Y que una fuerza política como la de Teodora de Bizancio o Isabel de Hungría, o la iluminación de mujeres que transmitieron el conocimiento puro, como H. P. Blavatsky y Annie Bessant, o Catalina de Siena y Teresa de Avila, haya sido silenciada u opacada más bien, por la Historia masculina y su versión preponderante, no quita en absoluto, repito, la cualidad y calidad de la obra que cumplieron estas mujeres en este Planeta.
Se reconocerá en toda su extensión verdadera, un día.



































E L   L A B E R I N T O
de la ETERNA SOLEDAD
 o "LA RENUNCIACION"


La “Morada del Abandono”, como la llamé antes, podría llamarse a la más bella y esplendente Estanza: la Octava.  Calificativo tal, sólo lo merece el Laberinto de la Eterna Soledad.  El Camino de la Renunciación.
El Ser deja de ser, para reproducirse en el TAO.  La Antigua Ley del Mundo oriental, reorganiza su ciclo involutivo y recoge el TODO.  Avanza hacia la nueva descubierta: el rompimiento con su cordón esencial, cósmico. El olvido.  La Esencia de su esencia lo abandona, y él comprende.  Renuncia.  Entra con única e indescriptible Paz, al remanso lúcido y terrible de la Eterna Soledad.
Nada que haya logrado el ser humano; en su carrera histórica, de siglos y siglos de sufrir el transmigrar infinito, la radiación evolutiva de la rueda del Samsara; podrá compararse con la realización de este cruce, o “Laberinto de la Renunciación”.
Ningún objetivo material, hasta el momento presente, ha dejado huella imperecedera: a lo máximo ruinas, pedazos de papel, cadáveres de cosas.  La máxima entidad que ha logrado el género humano, ha sido la incapacidad genética reproductiva, y con ello quiero decir: la incapacidad de crear la Raza de Superhombres, tan soñada.  Ninguna duda al respecto: el hombre, en sí, ha ido regrediendo en su estado anatómico, y sin lugar tampoco a cuestionamiento, en su estadio psicológico y capacidad cerebral.
Lo que ha logrado con el descubrimiento de las máquinas, no es sólo un pequeño caos materialista, sino la muestra fehaciente de su desorganización mental, y su angurria.  De la necesidad mecanista y el ánimo de lucro al que viene supeditando sus descubrimientos.  Nunca ha sufrido tanto el género humano, de hambrunas, enfermedades incurables, polución y desnutrición, como en nuestra época moderna.  En los últimos treinta años, la desorganización microcósmica no ha sido otra cosa que el reflejo de la condición a que el ser humano ha reducido su imagen: su Alma. El Macrocosmos refleja, de inmediato, la contaminación y desequilibrio global, a que el ser humano llega, gracias a su intento de coger el cielo con las manos...
No habrá nada que alivie este desequilibrio bio-físico de la Naturaleza Terrestre, mientras el género humano no proceda de acuerdo a las Leyes del Cosmos y alivie a su Planeta del Karma que le inflige cotidianamente.
La Mentira de la realización a escala universal, es más que obvia.  No se ha realizado más allá de un caos de miseria y hambre.  De angurria de Poder.  De necesidad adquisitiva.  De guerras fratricidas.  De destrucción de la Tierra, Gaia, desventrada, saqueada, minimizada en sus fuentes de riqueza, en detrimento de unos pocos.
Esa manera que el hombre de hoy en día tiene de ver su Planeta como fuente de riqueza personal, para beneficio sólo de los países que cuentan con mayor defensa bélica, y por ende, defiende su subsuelo, su cielo y sus pertenencias, amén de sus aguas sacratísimas, es una de las locuras colectivas mayores que ha sufrido, en toda su Historia.
Sólo la Historia Atlante podría comparársele, a nivel de ambición, de Poder. De Supremacía.De machismo exacerbado.
Ningún signo, pues, de inteligencia Universal.  De Amor al prójimo como a sí mismo. De respeto a la Madre generatriz: Gaia.
Pero eso sí: la degeneración colectiva, le fastidia a ciertos gobiernos, que se dan mucha brega por frenar ciertos desacatos de individuos, o grupos, que aparentemente producen el desequilibrio social.  No ven, obviamente, el fenómeno casero con ojos de atenta ama de casa.  Lo miran sólo como el cazador de otrora, que salió de caza y regresó tiempo después, sin enterarse de la misa la media, y cree que él es el dueño del cotarro.
La atenta ama de casa, la mujer, es la que ha estado al tanto y al cuidado de la siembra, las cosechas.
La Mujer de hoy en día -llamada tan peyorativamente Ama de casa- ha sido la que ha estado al tanto de la situación interna del Planeta, mientras el Hombre se ocupaba de sus afanes guerreros, de sus instintos bélicos y enfermizos, por la adquisición del Supremo Poder.  Del Mando.  Del Cetro Universal.
Ella, poco a poco, ha ido despertando su Conciencia Universal, decidiendo a solas; y sin el asentimiento de su compañero, el Hombre, ese Adán dueño y Señor del Paraíso; que el Universo no podían seguir siendo las guerras. Ni las fronteras obsoletas.  Ni la esclavitud de las mujeres, tan vilmente llamadas “Amas”.  Y decidió decir que No de una vez por todas.  Recoge sus banderas, que no son otras que la color violeta, signo de Armonía, del Rayo Séptimo, avanzando hacia la realización Cósmica, y la bandera blanca.
Guerreras de la Paz, Amazonas del Sol, y de la Noche.  Mujeres de cuerpo entero y mano firme... dispuestas a dar fente al desastre.  Al Caos universal, que ha organizado en los últimos milenios la Casta Falócrata. El poder Patriarcal.
Y si el Hombre no cede a sus justas preguntas y acepta sus propuestas de equilibrio y polarización justa, la Raza humana perecerá, antes de lo previsto.
Sólo la Mujer posee hoy el verdadero mensaje.  El Amor Cósmico la ilumina.
Ha regresado al Planeta, polarizada en la medida justa. Purificada.  Lista para librar la gran batalla de la Paz.  Y el Hombre deberá escucharla.  Y aceptar sus premisas de igualdad: pero no como un jueguito más de poder y de hipócrita asención, para tirar la piedra luego y desbancarla de su sitio.  No se tratará esta vez de aquí, “el Rey soy yo... y dime que lo soy: el más rey, el más poderoso, o te asesino...”
No, por desgracia.
Aquí, se trata de la sobrevivencia del género humano, y de reglas falsas: de reflexión, conducción, producción y política.  Para no hablar del factor primordial: la enseñanza, a todos los niveles.
Hay un tal desequilibrio en el punto de vista masculino que ha llevado a la mayor parte de la sociedad a masculinizarse en su propósito, y en sus propios reflejos.
Ya no se habla en términos humanos, sino en “femenidad” o “masculinidad”, como si éstos jugaran un rol de vida o muerte, en el terreno de la vida de los pueblos.  Ha sido tan marcado el duelo filosófico de los sabios de todos los países, para demostrar la falta de Alma, amén de la falta de corazón, y de cerebro, por supuesto, de la fémina culpable, indolente, traidora y meretriz, que hasta ahora no se han podido poner de acuerdo en sus reclamos.
Si Freud con “la libido es masculina”, o Lacan o Frederick Nietzche con sus premisas obcecadas de generatriz del mal, recipiente de histeria y castradora nata; no menos fueron Platón, San Pablo, Hipócrates, Ovidio, Plauto, Heggel, San Agustín, y llenaría tres páginas, de ilustres detractores.
La Mujer, no sólo regresó a reivindicar su naturaleza, sino que ha vuelto, como lo dije antes, con la Conciencia Cósmica.  Al nivel del Amor.  No del Plexo Solar.
Y hablo de la Mujer que hoy en día hace frente a la Falocracia, y le grita al Mundo la Verdad.  O nos equilibramos, y dejamos que la Mujer dirija, también, el destino del Mundo... (y no necesitamos “Iron ladies”, que imitan pobremente y emulan a su opuesto), hablo de Mujeres-totales; de seres que han recuperado la posibilidad Andrógina, y por ella lucharán.  De las resueltas a romper los espejos embelequeros y embusteros.  De las que ya salieron del “Laberinto del Arrojo”, y entrarán, sin temblor, ni mucho menos sin preguntas; porque ya saben la respuesta.  Hablo de esas.  De las que ocuparán su sitio en el espacio, y lograrán la Transformación, a nivel Cósmico.
Y para ello, se necesita estar acorazadas con Amor, que no será el que el Hombre ha creado, y quiere conservar, a toda costa.
Para ello saldrán del Laberinto del Arrojo, decía, y del Deber o Voluntad Divina, y ocuparán el Frente de la Renunciación.  Dejarán sus máscaras, al fin, y aceptarán la Eterna Soledad.
Sólo así, se integrará la Tierra, en su Sagrada Misión Cósmica.
Los Hombres que las “seguirán”, con corazón puro y amistad real, comprenderán esta real y única medida de salvación del Planeta.  De Gaia, la Madre.
Y si mi rol de ahora, como Mujer, ha sido no sólo el de vivir mi vida como tal, hasta el fondo, y conocer el comienzo de la “lucha feminista” -a todos su niveles- y adherirme a ella sin reserva, a pesar de los altos y bajos de todos los comienzos en una revolución verdadera, no será mi ánimo simple y campechano, el hacer de profeta.
Hablo por la Voz de quien me ha enseñado a Ser, por Ser Quien Es.  No digo yo, sino el Espíritu de la Gran Luz, que nos dirige hacia la Evolución Cósmica.  Hacia el Logos Solar, y su inmanencia.
Mis motivos no son revanchistas, ni meramente feministas.  Mi motivación, al lado de la Mujer, y como tal, no es otra que la realización absoluta de una Verdad, tan grande como el Himalaya.  Tan cristalina como el Agua de la Fuente Viva.  Tan sublime y absoluta como el Ser Universal: Hombre-Mujer, a la búsqueda del UNO.  Del TODO.  De la Morada del Abandono.
Del TAO.
No pienso, ergo SOY.




EL LABERINTO DEL SER
o EL CAMINO DEL "RETORNO"


En la última etapa (en la que el Ser “penetra” en plenitud la materia, y el “mayavirupa” ha adquirido los fundamentos y reacciones cósmicas que se requieren para su perfeccionamiento, entonces), sufre el ser humano el Cambio.   Se enriquece la síntesis, lograda en las etapas anteriores, se cierra para siempre la puerta de la Mente Causal, y sólo existe ya el Pensamiento Puro.  La Razón sin Razón.  El ritmo de la Mente será vacuo, intenso, como inmerso en un gran pozo o suspendido.  Ya no es el shamadi, o el estado nirvánico.  Ya es el “Otro”, el que dirige el Pensamiento. Habrá formas mentales, puesto que la “transmisión” se hace todavía a través del idioma conocido (o los idiomas simbológicos), pero ya no se “leerán” de la misma manera.
Se ha llegado a la integración con el Koan, de que habla el Zen.  Los diagramas mentales, nos ofrecerán como rayos, como relampagueos, que será aquella Idea.  El Koan.  La gran simbología dentro del símbolo. La parábola sin imágenes.  El Conocimiento directo.
Nada tendrá sentido, y todo será concreto, en el plano inferior; sinembargo la “lectura del Ser”, le mostrará a la materia -que ya constituyó el “mayavirupa”, y por lo tanto es íntegra- todas las dimensiones.  Así podrá identificar, sin pasar nunca por el cerebro orgánico, la realidad. La dimensión real.  El Caos y el TAO.  La creación y destrucción.  La NADA y MAYA.
De tal asunto, hablan las filosofías hindúes y el Budismo Zen, en gran profundidad.  No podría expresar -como dije al comienzo- una serie de momentos, o situaciones, o realidades, con un lenguaje concreto.  Por ello uso en línea más directa, el idioma del ritmo, el canto, el sol.  Ese lenguaje del relámpago o el fuego.  La imagen de las aguas; lustral, purificadora.  Profunda en su misterio, y su poder.
No habrá manera, creo, en nuestro tiempo actual, de traducir esta experiencia con el lenguaje oral.  Es por ésto que el Zen ejercita la gran meditación del tiro al Arco.  O la danza ritual, o el T'ai Chi.  Por eso, el “Ikebana” era el arte exclusivo de los Samurai.  Porque el símbolo en el movimiento, es el rito sagrado que posee el espacio, y lo oculta.  O lo revela.
Sólo quien conoce el lenguaje del cuerpo en la materia ígnea o etérea, podrá movilizar las fuerzas de la Naturaleza.  Dominarlas.  Ampliarlas, para beneficio -si obra en forma positiva y con las fuerzas de la Luz- y desarrollo de la evolución de este Planeta.
Podría hacer ahora el Viaje a las alturas, o el descenso a las cavernas más recónditas, sin pasar por los puentes de otrora.  Lo que si no podría ejecutar ni sentir ya más, será la “muerte corporal”.
Esa señora, aljofarada y ornada de abalorios, con sus dientes de hierro y plumas de Quetzal, ya quedó atrás.
Ahora, la Vida, es hacia la Resurrección definitiva.  No hay más anillos que cruzar en esta dimensión que el ser humano desconoce, y forma cada día, sin ni siquiera apercibirse.
El “más allá”, es acá.  Y el “acá”, no es otra cosa que la Muerte continua. La no-Vida.  La Oscuridad, y ese continuo Laberinto.  La realidad intangencial, intangible, irreconocible.  La Verdad, en el recurso inútil de querer conocerla, cuando no se han caminado todos los caminos.  Cuando se piensa en foma activa, sólo, sin reducir la mente a sus recursos inferiores.  Sin conocer el mecanismo de la psique, en su expresión etérica.
Al conocer, un día, el ser humano podrá andar y desandar esos senderos que inventó en sus febriles fantasías y en sus delirios de poder, y abrirá de nuevo, y para siempre, la puerta del Saber.  No habrá barrera, entonces, entre el “pienso ergo existo”, y el No pienso, ergo Soy.
La Tríada Perfecta.  El Hombre-Dios, en su realización divina y como Hijo-Hija del Padre, entrará en el Ultimo Camino: y su peregrinar en esta Tierra tendrá fin.
Conocerá, por medio del Amor, y actuará sólo por gracia de la iluminación.  Su Padre Cósmico, será la única Voz que escuchará, y sólo el ritmo del viento harán vibrar con su armonía las cuerdas de su canto.  El fuego, el Sol, los Agnivathas, superiores, dirigirán la Luz, hacia la esfera Unica. No habrá un “por qué”, ni un “cómo” en sus preguntas: porque no habrá preguntas.
Sólo el Amor, dirigirá su acción continua, hacia la Luz.  Sólo la voz del Corazón, en fuego ardido, cantará.  Nada lo hará entonar aquellos gritos de batalla y de sangre, que desataron su castigo y aquel peregrinar por la Tierra maldita.  ¡Será un canto al Azul!
¡Será la luz del Sol!
Será el retorno, para nunca jamás volver a este dolor constante, y a esta imago dañina y mentirosa, que un día construyó, soñando con ser Dios.  Pero Dios vengativo, y Dios de sangre ajena.
Se olvidó para siempre, del Dios de Luz: El Símbolo de TODO lo creado.  Del Bien y el Mal, tal como el hombre ve y asiste, a la historia de sus días: de la vida y la muerte, en la forma que el ser humano la “creó”, y la “sufre”, en consecuencia.
La Idea de Dios, está sólo en la acción, y no en las normas humanas.
Nada paraliza más la Idea del Ser Cósmico, que la realización mecánica de ritos y doctrinas.  Nada denuncia con más potencia y alcance racional, que la razón humana; que vive ciega y sorda, sinembargo, a las premisas inamovibles de su naturaleza.
La Luz del Sol esplende y el ser humano se pregunta -en su inmensa mayoría- qué es lo que hará brillar el astro rey, o hacer que las estrellas permanezcan suspendidas, titilando su lucesita nítida y brillante: como hermanas nocturnas de aquel Sol.
El Ser humano racionaliza demasiado, y actúa poco.
Pero la Noche pasa, y llega el Día.  El Círculo no gira a igual velocidad que en tiempos de Moisés, ni la rueda samsárica adelanta la Victoria, ni la atrasa.
El Tiempo es UNO.  Y como tal, regresará al PRINCIPIO.
Se unirá con el Ser que lo “creó”, en el momento más armónico.  Ni antes, ni después.  Si nos parece que gira o se desplaza, es Maya; es la Ilusión, no más.  Es la rueda del destino que resolvimos inventar, y que sin duda existe, en nuestra mente astral.
Nada tan poderoso, decíamos, como el estado “racional” del ser humano.  Y nada tan falto de capacidad constructiva, en planos del Espíritu.
Pero los puentes se han unido.  Y se aproxima el gran encuentro, donde el Hijo del Hombre, descenderá a su procedencia, y los Hijos del Sol, del Padre de la Luz, los herederos y herederas de aquella Luz de las estrellas, verán el cielo abrirse, y entonces vivirán la “Vida” como tal.
El TAO será guía.  El Hombre y la Mujer se integrarán a su conocimiento y EL cerrará entonces los dos puentes. Romperá las cadenas.
Cesa la esclavitud.
La Nueva Era, o la Era de Acuario, ha traído consigo la “Nueva Revelación”.  El Cuerpo Crístico Cósmico, ha emergido en total y absoluta dimensión, alojándose en el Corazón de la Tierra, o sea en su capa etérica.  De esta forma, identifica su naturaleza con el corazón del ser humano.
Todos estos siglos, a partir de la encarnación crística efectuada por el hombre en su mayor evolución; en sus dos mayores expresiones, Gautama y Jesús; la humanidad ha ido creciendo en magnetismo crístico, a su vez.  Ha venido expandiendo su conciencia de Amor y Verdad: que fueron los principios de la vía, que Sidharta y Jesús inspiraron en los seres humanos, como medio de reunión con su Ser Cósmico.  Con el Logos Solar.
La trascendencia de esta “Ley Crística”, se ha venido sintiendo, efectivamente, en todos sus aspectos.
Pocos han sido los momentos -en los últimos tres siglos- en que la humanidad no haya sufrido fuertemente sacudidas sísmicas, incluyendo las guerras, en que constantemente ha vivido.  Guerras de “liberación” o guerras “santas”, poco importa su denominación.  Han sido acciones sísmicas, en las que su poder de evocación ha trascendido esferas inferiores, para lograr acumularse en espacios de Luz ulterior.  De Esencia Cósmica.
La trascendencia de la Ley Crística, es hoy una realidad, en términos físicos.  La Nueva Era, determina ya los distintos movimientos de agrupaciones dispuestas a probar, dar testimonio vivo, de esta Verdad irrevocable.
Los grupos, o formaciones espontáneas, fuera de las iglesias o doctrinas, han regresado a la Conciencia Universal y traen el mensaje principal, en cada una de sus formas, o expresiones.  El Cristo y su Energía Cósmica, dispersa en todo el Universo, amplía ahora su Rayo de Poder, y entra en el sistema planetario con todo su esplendor.  Difunde así su gran “Rayo de Amor”, dejando atrás la Ley Kármica de Piscis.
La Nueva Era, entra en todo su apogeo en los últimos ocho años (a partir de 1978) y restituye a la Quinta Raza el Poder del Amor y la Verdad.
La solución nuclear será la gran Verdad.  El espacio atómico que el hombre ha abierto en el sistema físico de nuestro planeta, será el beneficiario de energías liberatorias.  No habrá ninguna duda sobre este espacio abierto, gracias a la energía Crística, actuando en el sistema planetario en los últimos dos mil años: la prueba está a las puertas.  Seremos los testigos oculares y físicos de la “transformación”.





Esta transformación podrá ser “objetiva” o “subjetiva”; depende de la Luz que ilumine la Razón de quien recibe este mensaje.  Esta presencia absoluta.  Esta Verdad Unica.
La “realización” en los momentos cruciales de la “transformación” no será otra que el movimiento de las fuerzas cósmicas, en la medida exacta: en su poderosa y única Esencia.  En el ritmo único y omnisciente de su cadencia de armonía logoica.  El Logos Solar, será esta vez, quien dirija la Iniciación del Planeta.  En Compañía de la “Gran Jerarquía”, que ha sido hasta ahora la “oficiante” Suprema, iniciará el gran proceso del Cambio Cósmico.
Se abrirán, como dije antes, “puertas” nunca permitidas al ser humano, y la acción cósmica, desatará el proceso del movimiento hacia ellas.  No habrá manera de no entrar por aquel pasaje.  La Raza entera estará abierta a la Razón Primera, y “descenderá” en su totalidad hacia el Nuevo Conocimiento.
Aquellos que ya han recorrido el Camino de la Luz, sabrán muy bien qué quiero decir, cuando utilizo el término “descender”, y no su contrario.
La facilidad con que ciertas filosofías modernas adquieren adeptos, no es otra cosa que la señal inequívoca de la fuerza centrípeta que está ejerciendo el cambio universal.
Y me refiero a cualquier tipo de filosofía: desde los movimientos terroristas, al PUNK, a los saboteadores de la armonía cotidiana, a los incursionistas domingueros de cruzadas inútiles para la humanidad, tales como las doctrinas del “yo me divierto y hago ruido y poluciono la atmósfera como me plazca, y adios el resto... ¡no me interesa!”
La capacidad de estas filosofías o “doctrinas”, de contaminar el ser humano, y la rapidez de su expansión, tiene más bien visos de epidemia.  La droga, un ejemplo.  El terrorismo, otro: no menos implacable, y destructivo.
El Odio cotidiano.  La revancha.  El oculto deseo del poder.
Estos movimientos sincronizados hoy en día en una misma vibración sensorial y microcósmica, han causado un llamado intenso en los niveles superiores.
La vibración o radiación de cada especímen de la Naturaleza, está determinada por su fuerza “evocativa” y su poder de invocación: y nada más espeso y conglomerado que el grito universal de la Raza Humana, en estos dos movimientos esenciales.  Nada tan poderoso como el sonido, decíamos.  O la Palabra: que “construye”, o “destruye”.
Y hoy en día, la conjunción de estos poderes, ha llegado a su máxima energía.  A su mayor expansión, e inconsecuencia.  La total ausencia de Conciencia del ser humano, lo dirige, de cabeza, al cataclismo; pero él, no se lo cree.
No se “oye”: eso es cierto.  Y por supuesto, y eso sería lo más absurdo de su Historia: no se “ve”.
La Armonía Universal, trabaja incesantemente a niveles materiales, con el fin de lograr este equilibrio, y la recuperación de la noción universal, en la conciencia humana.
La relación entre armonía natural y armonía cósmica, no consiste exclusivamente -en el campo objetivo- en el exterminio de cosas negativas, en detrimento de las positivas.  La balanza no trata de equilibrar la forma, sino el color: la vibración esencial del Planeta, y por ende, la relación directa entre “creado” y “creador”.
Si la energía que nos mueve, o nos “motiva” fuera sólo a nivel físico, los seres humanos -con los otros reinos incluídos: animal, vegetal y dévico- no estaríamos “cubiertos” por la motivación motora y primordial, que ha sido la que puso en marcha este Planeta.  Vagas son mis indicaciones a este respecto, y vaga será siempre la pregunta de la mayoría, alrededor de esta línea de pensamiento: la reflexión sobre la fuerza motriz, o de “motivación”, que activa físicamente a todo lo creado en la Tierra.  Porque todo lo creado en este Planeta, no es otra cosa que la consecuencia misma del acto supremo del Logos Solar, quien dirige el destino del Universo que conocemos.
La motivación de este “acto”, sinembargo, ha sido una consecuencia de la nivelación racional o subjetiva, a que el ser humano de todos los tiempos -especialmente a partir de la Tercera-Raza- efectúa en los círculos etéricos, o astrales.
Cuando el ser humano reuna las condiciones efectivas y eficaces que requiere su Karma cósmico, para desarrollar los niveles posteriores, o de desarrollo íntimo con su Ser, se resolverá, entonces, el sistema planetario en función de su “esencia”.  No de su inmanencia.
El resumen de cuanto se ha dicho hasta ahora, sobre la energía y el “comportamiento del color”, se reducirá, esencialmente, a la objetiva derivación de la consecuencia “aquiescente” de cada sujeto.  Porque sólo el Ser podrá dirigir correctamente esta función, y nadie más que el propio individuo realizará la entrega de dicho conocimiento.
Resumiendo también lo dicho sobre las “fuentes de energía derivativas de la fuente primera”, o Fuente Sacra, podríamos decir que sólo quien llegue a cruzar la Tercera dimensión, o Tercera síntesis, logrará conocer tal misterio.
De manera global, pues, será necesario comenzar a aclarar la relación entre color y forma, y el por qué de su función cósmica en nuestro Planeta.  La “función derivativa” puede ser variable, en sintonía, o ritmo.   Lo que no cambia nunca es la “síntesis”.  El idioma de la armonía universal está justificado, precisamente, por la variación e integración del color, en nuestra atmósfera.
La forma no existe, decíamos.  Existe el color.





El color, derivativo de la energía cósmica, dilucida en la atmósfera terrestre, tanto los motivos de cambios nucleares positivos, como los energéticos recargados de átomos desintegradores.  O sea: “equilibra” o “desnivela”, en cierta relación con la intensidad de su vibración.
Para cubrir esta información existen diversos canales, o recipientes de información.
La Naturaleza en sí, no hace otra cosa que “seguir” los ritmos del color, o sus variaciones.  En las distintas estaciones, esta variación es objetiva, y podemos apreciarla en zonas inmediatas sin que por ello notemos en su esencia la variación atómica que ello implica.  Esta varía, a su vez, de “esencia” y “dirección”, a medida que avanza la estación, o en regiones tropicales, la densidad atmosférica.
La sintonía entre color y forma, será entonces “comprendida”, a medida que la desintegración atómica señale las medidas de relación entre ellos.
La manera no implica la proporción.  A medida que el ser humano avanza científicamente, el Ser espiritual desarrolla su potencial cósmico.  Esto será ineludible.  La Ley del Karma señala esta posibilidad como la “maduración” inequívoca de la Quinta Raza.
Al potenciar, pues, el ser humano, su relación sintética y operativa con la Naturaleza, este sistema cambiará definitivamente de ciclos.  El ser humano verá lograda una de las esencias fundamentales de su propio poder: el de “creador supremo de su propio naturaleza”.  Acarreará consigo niveles desconocidos, hasta ahora.  Por ser poseedor de innumerables posibilidades y valores tangenciales, el ser humano ha descuidado, u olvidado, o simplemente ignorado esta cualidad intrínseca de su naturaleza humana, a niveles cósmicos.
La esencia, pues, de esta posición fundamental en su Historia, tendrá que desarrollarla esta vez, no con la utilización del ejercicio intelectivo, sintético a nivel mental o del conocimiento racional, sino que se verá invocado por la Fuerza Motriz Suprema.  Ella, representada por la fuerza mineral, vegetal, dévica y animal, “registrará” al comienzo en las zonas energéticas esenciales, de manera tal, que su “implicación objetiva” no tenga otra salida.
Sólo así, comprenderá el ser humano.  En circunstancias inalterables y a niveles de armonía ineludibles, tendrá que reacccionar, a su vez.  No habrá una medida de valores, entonces, que lo puedan hacer dudar de este principio fundamental de la naturaleza en sí.
La organización anímica del cerebro humano, no es otra cosa que el compuesto de reacciones, o conjunciones de conocimiento, en cadena.  De no ser por estas conjunciones, en unísono con el ritmo de la naturaleza y su motivación, no existiríamos como seres pensantes.
Fritjof Capra, en su ensayo “The TAO of Physics”, señala la ineludible aproximación del conocimiento intelectual del hombre occidental, al conocimiento empírico o sintético, como reconocimiento de la unión de contrarios, o sea: la realización espiritual, al fin, del hombre de occidente.  Su búsqueda en dirección opuesta a la presente. Su desprendimiento de doctrinas ejercitadas demasiado tiempo por el poder de la mente o la razón, y no por la pulsión divina, o conocimiento puro: por la iluminación del Ser, gracias a su integración dinámica, con el Logos Solar.
La sola posición que el ser humano hoy en día puede tomar, señala F. Capra en su precioso ensayo sobre el conocimiento dual Ciencia-Espíritu, será la “revalorización” de ejercicios olvidados por el occidental.  Ignorados.  No valorados en su justa forma, o inspiración.
Si la posición de hombres como F. Capra, logran vincular los dos universos, o “tonalizar”, mejor sería decir, las tradiciones de cultura y conocimiento de los dos Hemisferios, no habría necesidad de recuperar la Tierra en la manera en que se está efectuando.
Y cuando hablo de recuperar, me refiero a la desincronización modificatoria que está sufriendo nuestro Planeta, gracias al maltrato de los seres de Ciencia -en su gran mayoría- y de la gran masa, ignorante.



Londres, I -86-
    Asís,    IX-86-




C’est tres intéressant… La vie dépouillée
de son apparence mensongère!
Ce sont ancore de formes, mais ce n’est
plus du tout la mème chose. N’est-ce pas,
les hommes ont tellement l´habitude de tout…
travestir- tout cela est parti: là, c’est parti.


LA MERE

AGENDA  -1969-








Doy gracias a la Luz Divina, en su intercesión universal Creativa, por la motivación y Ejecución de este cuaderno.  Y a las Luces de mis grandes maestros: el Cristo, el Buda del Amor y de la Actividad, Teresa de Avila, Francisco de Asís, el Maestro Tibetano, Djwal Kool, mi maestra tibetana, MACHIG LAPDRON.

Que él 
sirva a
quien lo
lea, como
Motivación
Divina de Evolución
Creativa


Universal
y
Cósmica.

ARATHIA MAITREYA -86-




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