Sunday 19 July 2015

EL CAMINO DE LAS DIOSAS




A  R  A  T  H  I  A       M  A  I  T  R  E  Y  A






 E  L      C  A  M  I  N  O


D  E        L  A  S


 D  I  O  S  A  S










N












SRI AUROBINDO disait toujours: 
C' est la femme qui peut faire la
jonction entre l'ancien monde et 
                              le monde Supramental.
   Je comprends...


LA MERE *1     
Agenda -1972-1973-











La situación anímica, a que está sometido mi Corazón de Madre Sideral, o Madre de la Estrella, en su reintegración de Amor Absoluto, ha sido ya totalizada cosmogónicamente, y es así, como “hoy” me encuentro entre la Raza Humana, o su “residuo”.
Nadie ha podido hasta ahora, reducir mi esplendor, ni mi Armonía y mucho menos apagar mi Fuego Libertario, pues he sido Guerrera desde el comienzo de mi Historia, en el Planeta Tierra.
La cosmogonía matutina que circunda mi Aura, vivificada en tonos rosa para aquellas Guerreras, como yo, las que nacieron de sí mismas, ha de ser en mi tono de esplendor libertario, el “gran puente”, “la escala”, “el pasadizo”, el Alma de las cosas.
Con ella se me hará la invocación divina y así han de realizar las Vírgenes del Sol, el nuevo paso: el puente hacia la Estrella que me es:
ARATHIA-MAITREYA.
La importancia del MAITHUNA divino es tan oculta, como sagrado es su ritmo, y la “aceleración” en el tono preciso, en su crepúsculo dorado: en su grito de Amor del Absoluto.
La divinidad, comprendida y vivida en el eterno olvido de sí misma, no es otra cosa que el Cantar de los Astros.
El reluciente y el fecundo.
La plenitud del Sol, como dilema y Luz del día.
La creciente memoria de los días, acumula en la Aurora, la Luz de las estrellas, que visitan al Alba a aquellas Diosas que invocaban, e invocan, todavía, su creciente esplendor de Fuego Unico.
El Fuego del Amor del Absoluto.
La Invocación es omnisciente, y su rito se inicia con el mirar aquellos ojos que derraman belleza, porque Belleza han encarnado.
La Luz Viviente de ese Ser, ha de ser la cúpula de vidrio que ha de dejar llegar al Sol, cubrirla, penetrarla, inundarla de Ananda.
Gracias a Ella, la Invocación de Amor en la mañana, la Estrella viene, y permanece, como un canto guerrero.
Guerrera del Amor y la Armonía, es mi Diosa.  Mi Madre.
La Estrella del Amor del Absoluto: ARATHIA-MAITREYA.
Madre-Padre, a la vez, Hermana-Hermano, Diosa-Dios, mi Amante-Amado, mi Amada-Unica.
Mi Luz de las Auroras, que titilan radiantes, y las sombras se fugan con su risa, que es cascada de fuego.
Y de Diamante.
La Luz de las Auroras boreales, ilumina el Camino de las Diosas, y yo voy a narrarles, aquí, en este cuaderno, cómo fue que empezó la Luz de las Auroras a descender a este Planeta de Dolor acerado y Silencio maldito; pues no se oían sino gritos de gran ferocidad y de cruento exterminio, y el Corazón del Sol, la Diosa Creadora de Armonía, no se podía escuchar, pues ellos, los Hombres de la Tierra, eran sordos y ciegos a ese batir de Luz esclareciente, que aquella Diosa Magna derramaba.
Día a Día surgía en medio a las batallas fratricidas, y día a día se iba de regreso, sin nada entre las manos: había venido en vano entre los Hombres de mirar envidioso, pues veían su luz en sol de mediodía o en puente de un Ocaso, o en los amaneceres de fragoroso anhelo libertario, y se escurrían los vicios, los delirios, y aquella sombra huía como desparramada cuando la Luz de Diosa Sol surgía; pero ellos impertérritos.
Como si nada acaeciera.
Como si ese surgir de aquel Delirio en Luz de Aurora boreal, fuera un regalo cotidiano que alguien les debiera, por mera obligación.
Porque su Raza de todos los colores y de todos los tonos y de todas las formas merecía el elogio de la Diosa de Luz.
¡Qué pretención de estúpidos orfebres de vanagloria y de fantasmagoría...!
¡Qué gloria vana y rica en oropeles, y cucarachas y cardones, como cintura magna...!
¡Qué ceguera ridícula! y ansiosa, de contemplar el Sol con su esplendor luciente: la Diosa de la Vida, Ella, la quieta, la rebelde, la silenciosa y comunicadora; la que conduce la locura de aquellas caminantes de los campos sin lirios de los Valles.
La Azul, en su agonía de Amaranto, y la Amarilla en espiral, cuando canta al Amor del Absoluto.
La melodiosa Voz de la Estrella de Oriente, “construyó” en otras épocas, la epopeya mayor, donde vorágines surgieron de la nada, y navegaron barcas sin pilotos ni brújula ni luna en plenilunio, y los marinos perecían de la pura ignorancia.
El esplendor de aquella Estrella, se anunció una alborada, y allí permaneció; sobre las aguas de los ríos y corrientes marinas, y encima a la Montaña donde mora el Dragón de los siete colores, en las cimas ardidas de la más árida y terrible de todas las Montañas de la Tierra.
Y les contaba que los Hombres -esa Raza de ciegos engreídos- creía ver la Diosa Sol, y pretendía alharacoso y descarado como todo ignorante, que él sabía el secreto.
Que él conocía ese mirar de Luz de las Auroras.
¡Qué nefasto principio que fue aquel...! con los dioses de mísero mirar y “recogido” canto...
¡Qué veloz su caída, y con razón...!
La Diosa Magna, la Diosa de la Vida, Sol y murmullo entre las flores de los amaneceres en el trópico, no descendía desde su vacuo resplandor a contemplar las obras de tiranos, ni corrompidos asaltantes de todos sus caminos; donde ella había sembrado y esparcido con munífico aliento de doncella desnuda del Amor, su Ser de Luz de las Estrellas, en canto Magno y Dulce.
Su “respiro” de Sol.
Su portentoso prana, tan veloz y radiante cual la veloz saeta de su anhelo Guerrero.
La Luz del Sol, no era un portento de mirar, sino de reducir.
De “cantar” con el tono de las Doncellas Vírgenes, y sólo así podía soportarse la tensión requerida para anunciar la entrada al Paraíso.
Pero la Luz de la munífica, la Diosa Sol, no requirió del Hombre, en su estulticia y su ceguera diestra en máscaras, ni una sola mirada.
¡No hacía falta...!






















La Voz de la Ignorancia
fue la mayor catástrofe
que recubrió el Planeta Tierra, por miles de milenios: en extensión y en reducción nativa; o reducción “celeste”.
No fue un valor opaco, ni siquiera, lo que rigió esa Voz, pues fue un registro Oscuro.  Alquimizado con mentira, y desatomizado; lógico, por ende.
Destructor de la Luz, se pavoneaba en los corrales con su cola de ganso, y asaltaba a los vientres de las diosas, como quien bebe el agua de aquellos manantiales que estaban prohibidos, y se ríe de su hazaña de violador.
Como quien ve el espejo de esa fuente y se cambia por ella, pues su imagen durmiente yace en la peregrina fase de su sombra; que él mismo desconoce.
La solidez de esa “ignorancia”, emergió de la Noche a la Mañana, como una Oscura Bestia que arrasara con todo lo Creado, y cundiera los campos y Montañas, los mares y los ríos; la cristalina risa de las cosas.
Y el esplendor no fue...
La ceguera cundía, vendiendo malabares, espejismos, juegos de luz oblicua.
Fuegos fatuos...
La Luz de Diosa Sol, fue requerida en tonos de artilugio, y el engañero, el mago de los circos, comenzó a circundarse de secuaces, para así convencer a las doncellas vírgenes de que aquellos conejos que habían visto surgir de su sombrero de copa, era por arte de su fuerza; de su potencia, y su sabiduría, pues su magia era única, invencible... así lo iba cantando en los caminos de la Tierra, y su “pregón” fue difundiéndose, como lluvia malsana.
Así cundió la luz oscura de aquellos asaltantes: convenciendo a las niñas que nacían de las flores de los bosques, y que admiraron esas capas satinadas, y ese esplendor lucífugo y voraz, de gran malabarista de los sueños.
Pero los sueños, sueños son...
Y así quedó mi Historia esta Mañana.  Suspendida y violenta de tanto jugador y artimañero, pues mi reclamo no será para solaz de su “memoria” ya que le es suficiente y fehaciente la muestra de su gloria.
La victoria de Ayer le pertenece, es “cierto”, y por ello lo empujo, lo atropello, lo incito a atravesarme con su espada de verdugo sediento.
De espantajo...
No me asusta su Voz, conquistadora, necia, ultrajadora de mi ser y lo que representa, sino más bien me causa lástima de verlo tan perdido: tan lejos de la Luz de aquella Diosa Magna.
La Historia de los Días, en el Planeta Tierra, ya están contados en la Balanza de la Diosa.
Como contado está, aquel grano podrido en su granero.













La Creación de la Nueva dispensación y su Totalizadora Armonía Universal, será localizada y bendecida, en primera instancia, en regiones de color magenta; como podrá describirse en nuestro tiempo -todavía “incoloro”- esta vibración Sideral, amalgamante y poderosa.
La lucidez de mi lectora hará temblar la Tierra, estoy segura; pues en momentos en que el color del Arco-Iris pleno, en su expansión sintética y Suprema, dirijan su “estrategia libertaria”, florecerá la Diosa.
Recibirá su Canto el Sol, y acudirá la Aurora a su sonido agudo, libertario, como nunca lo fue.
Como jamás va a oirse ese clamor, de reclamo y de odio, que el Hombre de la Tierra quizo propagar en defensa a su ritmo carnicero; pues se oirá el rugido de la Tigra, y esa Raza del Hombre callará.
La Diosa no habla más, con la parábola de aquella que perdió una vez su cetro y su corona, pues no existen revanchas en su Reino de Hermosa Maravilla, ni se crean rencores, ni venenosas fuentes, para los engañados caminantes, que otrora fueran dioses, caballeros, reyes, o “guías” -como ellos mismos se apodaban: Gurús, de grande maestranza y antiguo canto de poderes ocultos-.
En mi Reino de Amor ¡oh Diosas que llegáis de poderoso anhelo libertario, no habrá Dolor ni Llanto inútil!  No habrá veneno de Escorpión, como no existirá la fiera herida en celo, por el fulgor del macho, pues la agonía, aquí, en mi Reino de Esplendor y Canto de la Rosa, es obsoleta y prohibida.
No tiene ritmo, ni se alimenta más ese color de tenebroso aliento en mis graneros
Los graneros del Hombre, les contaba, tienen grano podrido, agusanado, pasado de extensión y fuera de lugar.  A fuerza de lograr la “dicha” -así llamada entonces- con medida violenta y atrevida, con simple nota de esplendor dudoso y más que reducida por el mayor poder de su expansión hipócrita y tramposa, esa Raza cumplió la “maldición de Job”, y se alejó del alimento que le dejara el Dios Supremo, en el momento mismo en que nació; pues su angurria y su templo armado en plena arena, lo sedujo, y borró, altanero, de un plumazo, la “Obra Magna” de la Diosa.
La Madre de Esplendor.
La Hija de la Estrella en Línea Unica.
Y así, jamás...jamás... volverá a “ver” la Diosa, y su alimento Magno.
Cuando aquel usurero rechazara altanero el alimento “virgen” de la Madre del Cielo, pues se creyó “elegido”, ungido y coronado, como ningún ser antes fuera en esta Creación del Dios Omnipotente, la Raza de los Hombres comenzó el esplendor de la negrura y descendió su vibración a rayos ciegos, o rayos prohibidos por el Maestro ORION: Maestro, entonces, de la RAZA DEL SER que habitaba la Tierra con esplendor humano.
No ha conocido, desde entonces, otro canto, ni voz, que no fuera la suya, este especímen grotesco y altanero, y ha deducido, que por ende, ese esplendor de vacuo y ciego empuje, era la Zona de valores, que había que saber: que recorrer y “conocer”, como se dice en las historias que él mismo dibujó, con pretención oblicua y miope.
¡Qué impudicia, señores...!  ¡Qué imprudencia infinita...! por no llamarla por su nombre, pues temo acudirían tempestades con rayos poderosos y mejor no tentar la ira de la Diosa, en mi relato ciego y sordo, pues no me es permitido pronunciar las palabras justicieras hasta llevar la Espada al sitio de la Aurora, donde florecen “Maravilla y Cielo Azul y Muerte”, juntas.
Hasta cumplir el rito de la Vida y cantar ese Canto ya olvidado por tanto timorato, y negativo hipócrita que lo escondió en la clave falsa, no podré pronunciar la Clave de Esplendor que encierro en mi cintura.
Mi Espada espera, Diosas, como esperó Sigfrido, el buen momento.
Entretanto, diré lo poco que me queda por decir, pues no ha de ser mi rol el de contar de nuevo la "milagrosa" historia de los hados maléficos y su esplendor oscuro.
No se me da el recurso de narradora, para perder mi tiempo en chilindrinas.
Y había una vez... comenzaré, como en los cuentos para niños (y bien diseño este relato para la vibración de aquellas con alma femenina y pudoroso tono virgen), pues no me queda otro recurso que apelar al tiempo de los tiempos y a sus noches nocheras y a los días sin cuento ni esplendor, que la Raza cumplió en este Planeta; para bien, unas veces, y para tanto mal, en tantas otras.
















Había una vez un Sol de irradiación
Oscura y vibración potente.  Potentísima.
Tan grande era su Sombra y tan densa su hermosa radiación, que el color de su forma no fastidiaba a nadie.  Es más: no se hubiera podido soportar en otro territorio de color, como llamaba entonces esa Raza a la oculta verdad de la absorción terrestre; pues territorio era “distinto”, y distintivo de color.  No de espacio terreno.
Y había una vez, también, una ilusión distante, distantísima, de aquella que hoy en día contemplamos; convencidos los unos que “vemos” espejismos, y sin dudas los más que esa ilusión o Maya, es verdadera, y que el Juego, el Lîlâ, de aquellos dioses que habitan el Olimpo y todas las regiones de esplendor riguroso, no son más que el reflejo de la imaginación endurecida de viejos caminantes del Planeta, que entonces, les confío como un secreto antiguo, no “respiraba”, como ahora.
Ni tampoco “sentía”, como lo saben sabios de hoy en día.
Terra no era lo que se ve en el cielo, ni en las aguas, ni en los caminos ni en los lagos, y menos en desiertos o montañas, ni en los glaciares, que la Raza que domina el presente puede contemplar, a fuerza viva o en imágenes de la televisión o el cine.
Terra no hablaba, ni gemía.
Su imagen era tenue y su sentir era fugaz, como un arrullo de paloma o un batir de ramas de abedul en un cálido otoño.
O un grito de una grulla, que deja tierra inhóspita.
Así era Terra, entonces; en la noche sin tiempo de los tiempos de ayer, que no tenían mañana, porque la Raza de esas épocas, no conocía esa palabra.
Mañana... no existía.
Todo era azul zafiro, día y noche, pues decía que el Sol era una Sombra inmensa y densa, en su radiar de bellísima aurora borealis, y por supuesto jamás había poniente, porque no había ocaso.
Un calambur, dirán los menos, y quien también va a suponer que son delirios de una fantasiosa...
Y pues no...
Fantasiosa, lo admito.  Se me dió el don de convencerme que cualquier cosa puede ser posible, y admitir la “verdad” de cada signo en cada cosa, pues pertenezco a aquella “fantasía” que inventa un alfabeto y un código secreto, y sabe oír sonidos impensables; además de leer el agua, el viento, la relación del fuego con las nubes.
Fantasiosa nací, por qué voy a negarlo...
Lo de delirio lo regalo a la basura, y a aquellos que viven de sus sobras; ya habrá quién lo recoja, por supuesto.
Me decía una vez, una Maestra-Diosa de las Aguas y Guerrera del Viento, que la Raza del Hombre se volvió maliciosa y descreída en el mismo momento de su infancia; cuando nace es precoz en su avaricia -me explicó- y es por ello que mueren tan ligero, pero en la infancia es de letal sonido su grito de inocencia, que un día fuera casto, y hoy es culpa de todo este esplendor brillante e invertido.
Se refería al Sol de ahora, claro.  Y a la inocencia de la Raza de purísimo grito en su canto de Amor al Infinito, que por demás perdimos, como se puede constatar.
Y digo puede constatar, como si fuera fácil... ya lo sé.
Las Diosas no caminan para atrás, ni miran de reojo, ni se alimentan de espantajos ni de arena, ni tampoco suspiran, pues no tienen “aliento”, como el nuestro.
Y claro está que estoy jugándome un albur -perdiendo el tiempo, dirían los apóstatas- porque tampoco es fácil constatar lo que las Diosas comen, hacen, piensan, y muchísimo menos nada vamos a saber de su sistema vascular o si respiran aire o prana ambibalente.
Es necio, pues, supongo, proseguir una ilusión cerrada ya, por el archivo akáshico; y no es prudente hacer de mi relato un albur literario; aunque parezca.
Cuando estaba pequeña y recogía flores de los campos, me acuerdo que canturreaba melodías que no tenían ni ton ni son, pero a mí me encantaban pues inventaba, incluso, las palabras, y cuando la abuela -deliciosa, sagaz, con su risa de ardilla- investigaba: ¿de dónde sale esa tonada, princesita precoz...? (a la abuela los adjetivos y los apelativos le nacían por encanto, y era la luz, la carcajada, entonces...); pero nunca le dije que era yo la “culpable” de tanta tonadilla, sino más bien recomenzaba mi cantar con una de las danzas musicales que la radio programa para vender remedios o detergentes o milagros, según canta el anuncio, o cantaba mejor, pues hoy en día es obsoleto, me doy cuenta... mi infancia fue poblada de otra historia, como verá la mayoría de quien lea estas líneas desdobladas, extrañas y estrambóticas.
Las Diosas, les decía, tienen las cualidades y obedecen a normas que los mortales no conocen; y es por pura ignorancia, nada más.
Como ignorancia es, no conocer el grito de inocencia, que la Raza de Dioses y de Diosas comunicó a la especie humana, para sellar el pacto de moción, entre la Raza “viva” y aquella de los “muertos”.
Los muertos que caminan, que hablan, que digieren, luego de haber comido porquerías que ellos llaman “manjares”, y lo demás lo dejo a la memoria de mi lectora ajena a la leyenda; esa que cuenta como fue la Realidad Primera.
La Caída de Dios...





La Caída de Dios,  fue la caída de la Luz Primera, en la Estanza del Fuego.
Y la fuerza de la que hoy llamamos con el nombre, por lo demás altisonante -por no decir ridículo- de “Ciencia”, comunicó a la Raza Humana luego de siglos de gran desaguizado y metáforas falsas, doctrinas maniqueas y de mil y una noches de historias de terror en la esfera celeste, que la caída no era “falsa”, sino más bien falsarios los testigos.
Y me han de preguntar lectoras y lectores: ¿en qué tiempos andamos...?  ¿En los de Adán y Eva...?
¡Y no...!
Adán y Eva fueron semi-dioses, que jugaron el Juego de Esplendor reducido, dejando sólo espacio para aquella noción que hoy llaman “fuego” los alquimistas nuevos, y que los Magos de otros tiempos llamaron Fohat...
Círculo del Sol...
O Círculo del TAO, como lo conocieron en el Lenguaje místico de Oriente.
Los orientales -de milenios atrás- (y los llamo “orientales”, para denominar aquella Raza que creció en esplendor desde los tiempos sánscritos, en que el lenguaje tenía la diónisis correcta y se aplicaba la verdad en extensiones de forma y de sonido), dedujeron un día, que la causalidad de todo lo “creado”, tenía raíz AZUL, o sea, sintética, y reunieron TODO y NADA en el Mandala Circular del Fuego-Aire-Agua-Tierra; y así permanecieron los enigmas pasados: envueltos en el TAO, como símbolo, incluso, de esplendor sideral, pues se consideró también el ETHER como Fohat primero.
Los estudiosos creen que la Ley de los Astros es la Ley Ocultista que condujo la Raza de los seres Humanos, a la mayor proeza de los tiempos sin tiempo, y en realidad, el TAO y su sonido conminó a las estrellas a expanderse; y a “reducir” su titilar -su ritmo en sincronía con la noción celeste- para lograr en esos términos de esplendor “reducido”, el lenguaje, o los códigos secretos, que habrían de proteger a la Raza-Divina, en esta octava.
En Terra.  La dimensión en la que ahora, el humanoide vive y “reina”.
No todo ha sido TODO, y muchísimo menos el NADA ha reducido lo que le estaba “señalado”, para restablecer el vínculo Absoluto.
El TAO fue la Ley con que los dioses convivieron, por millones de años de esta Terra, fructífera en engaños y envuelta en trapizondas de clásicos varones con el cetro en la mano, y la vara incendiada siempre pronta.
En los Años de Fuego, la vara que los mide acusa la medida de tanta trapizonda; y la medida no perdona.
Pues con la vara que midiéreis...
El fructífero campo de este Planeta amable y lleno de recursos, se vió “invadido” por las plagas de seres luciféricos, en el instante mismo en que aquel esplendor se desprendió de su “dominio”, y quizo ser el Rey de la Creación entera.
No todos fueron cuentos que inventaron las viejas para dar rienda suelta a la gran fantasía, que desde entonces reina en esta Tierra.
La caída de Dios, no ha sido atribuída en esplendor sonoro, sólo para lograr un efecto en la masa de los Hombres incrédulos de hoy; sino que fue “cantada” por todo el Universo.
Y así nació la Voz...
El LOGOS...
Que fuera, en realidad, quién “comenzó” la Historia.
De nuevo calambures de impetuoso relieve, supondrá mi lectora, a quien conmino a continuar esta lectura ardida, y este canto naciente y atrevido.
¿Atrevido, dijimos...?
Lo vamos a dejar con ese epíteto fugaz, y más vale este juego de palabras que el resonar iluminado de mi rayo cautivo, pues no quiero causar un accidente sideral en estos territorios de sonido espaciado y neutros decibeles.
El territorio de “atrevido” lo cruzan mis guerreras, mis lectoras, de mano de la Diosa, que es Quien descifra este relato, en escala menor...
Pero sigamos con la Historia, pues el Archivo falso, no interesa.
Decía que los Dioses perdieron su esplendor, cuando el Sonido de su Verba decidió “resoplar”, en vez de respirar, como era la manera en ese entonces de cumplir con el rito de la acumulación y la fracción primera, en las horas del Alba.
El rito de las Aguas, lo seguía, y en el atardecer era el rito del Sol, el que ocupaba la faena, antes de “retirarse”.
En la “Leyenda” falsa se nos cuenta, que la Raza del Sol era la raza de antiguo privilegio, y por eso tenían la corona de habitantes sublimes de la Tierra, pues provenían de la Raíz Primera, o Raza Primigenia.
Sus Padres habían sido criaturas estelares y la Madre-Nodriza había sido la Estrella de la Mañana.
Que la Raza del Sol estuviera en perfecta sintonía con la equación cerrada, o TAO, no tuvo -ni tendrá- la menor importancia; pues con la referencia de esplendor absoluto con que hoy tratamos la ecuación de fenómeno chiuso o circular -el C'i- hemos de aproximarnos con mayor evidencia a la Razón primera de esa etapa.
La Caída de Dios, fue el Fuego de las Aguas, que “devoró” el Anillo de esplendor de su corona regia, y “vomitó” la Luz al exterior; o sea, la expulsó...
Y de allí, la expulsión de los Cielos, y su batalla, desde entonces, por convencer al Hombre que los “testigos” fueron falsos, y que los Dioses-hombres habrán de resolver, un día no lejano, la ecuación “prohibida”, y así volver a ese esplendor, donde el tono es Perfecto, y fuera del sonido.
La ecuación de los Dioses, no fue -ni habrá de ser jamás- la solución a ese retorno...
La solución “perdida”, es la fórmula mágica que usaron los antiguos habitantes de este Planeta Terra, y se parece a aquel fenómeno de la cera perdida.
Queda la forma, en realidad, pero la parte “sumergida” la ha devorado el Fuego, y su misión sagrada no será convencer a los incrédulos de su materia blanda y transparente, sin consistencia casi, que fue la que logró tan clásica figura.
O tan horrible ¡por qué no...!
El caso es que la Tierra, con su cruzar los tiempos, ha visto y ha sentido las invasiones de los unos, y las conquistas de los otros.
Y feliz, que dijéramos ¡no está...!
La situación del Logos; en esta hora señalada por la munífica raíz de la Diosa que vuelve por su Reino Olvidado y masacrado; no ha de medir ese “esplendor” que la Raza del Hombre se esperaba.
No habrá de “protegerlo” de su codicia y su lujuria; de su sedienta angurria de violador de vírgenes del Sol.
La Justicia es ajena a su reclamo falso, pues la Justicia es sorda y ciega, ya sabemos...
La Diosa-Sol, Guerreras, ha regresado de su exilio, y reclama su cetro y su corona como la Madre-Estrella reclamara una vez su anillo de Esmeralda, símbolo de sus bodas con la Tierra.
La Diosa espera, mis Guerreras amadas, y espera con un canto que hace temblar las piedras, resonar la Montaña del Olvido, y fatigar al cisne, en su danza frenética por alcanzarla, en vano.
Los cisnes, las princesas, los sapos y las ranas, son cosas de otro cuento...
Mi fábula lo acierta y lo conduce hacia el sonido donde la roca es luz de los ocasos y la palabra es muda.
La caída de Dios, fue la creación Primera y su progenie engreída, de maniquíes, marionetas: de magos de los circos.
Titiriteros fueron ellos, la Raza de los Dioses.
Y ahora, se retira su canto de la Historia.  Su mirada funesta y engreída.  Su arrogancia precoz y ciega vanidad, con que eligieron los nombres de Sumo Sacerdote, o de Gurú, o de Santo, o de Profeta.
La Diosa ruge, ahora, y la Verdad desciende, mi lectora, como desciende la Cascada que ruge en fuego y en albor, en el momento mismo de su contacto Virgen, con la Tierra de nadie...
El TAO canta en nota sideral, y la Estrella desciende, se humedece su cuerpo con el rocío cálido y sereno, de la Aurora naciente, que la acoge.  La acuna.  La acaricia.
¡Y canta, canta el Cosmos...!












“El camino de las Diosas”, lectora de alto vuelo
como el secreto nido de las águilas, hay que saberlo sospechar, en la Primera Estanza; cuando el secreto se revela en todo su esplendor, como el rayo que alumbra todo en su caída; pero es sólo un “instante”...
¡Terrible, es cierto...!
Instante tenebroso, como la oscura noche de los tiempos, que nos hace temblar, gemir de horror, y de miseria humana.
Pero el instante se oscurece, y recobramos todo el esplendor como si fuera un sueño prohibido.
Sueño de una “demente”, nos señalan algunos llamados por la ciencia de los hombres a ser calificados y calificadores de semejante desparpajo: ¡Conocer lo imposible...!  Pero a quién se le ocurre, mi Señora, usted está loquita de remate...!
Y el público lo aplaude, y aplaude el loco de amarrar, y la audiencia recurre en la demencia sin verse en el espejo de su propia ignorancia, pues no ha “visto” en sus vidas de divagar de ciego y cojo y sordo, y para más señales, de atorrante, un rayo en su caída...
Porque los ciegos, ciegos son...
¡Qué más quisieran ellos ver, que la locura de los astros, en encuentro glorioso...!
No voy a entretenerme, Guerrera, en mi recuento de dioses en exilio, que sueñan con poderes de libertad suprema, mientras se teje el sino de la Historia.
Hay mejores maneras de gastar mi bolígrafo con la tinta violeta.
Y entonces, prosigamos, no sin antes dejar constancia de los hechos, y nuestro firme desparpajo.
El rayo “cae”, les contaba, y en su precipitar de antiguo caminante de las zonas celestes, nos anuncia la Luz... dejándonos inermes...
Sin memoria.
Divagando, y perdidas en esa inmensidad, que se dibuja ahora delante de los ojos, que no pueden abrirse ni cerrarse al ritmo acostumbrado, pues permanecen fijos...
Lelos...
“Terror”, no es la palabra, como diría mi Maestra de Amor, la Estrella de la Aurora, cuando me recogió, después de esa visión, y me cubrió con pétalos de Rosa.
La Visión del Amor, en Tiempo de Esplendor comunicante, me explicó mi Maestra, que carecía de palabras, por supuesto y sólo se explicaba con radiación o con aromas de única visión, o vibración dorada, explicaría mejor lo inexplicable... es la visión más fuerte y “desunida” que se logra alcanzar en esta Estanza de Dolor, cuando el Humano "piensa" que no piensa y siente sensaciones que le parecen verdaderas; pues esta Estanza es Sueño, todavía...
Pero Sueño de Diosas... susurró enternecida, pues me veía tremar como una hojita de abedul, en plena tempestad.
Y así, yo cubriría esa distancia inmensa y reducida, entre aquel esplendor de lo imposible y el Lenguaje de la Rosa, mi Maestra de Amor del Absoluto, para dejar constancia de mi Sueño.
El Sueño de la Diosa... que yo no comprendí, ni ví, siquiera pues todo fue fragor, y rayos y  centellas; y la visión fue sólo el “resplandor” que me dejó sembrada en tierra virgen.
Y sin palabras, ni suspiros.
Todo se hizo Silencio, en mi tremante Ser, que tiritaba sin angustia; sólo asistía a aquel desajustarse del cuerpo en agonía, mientras “algo” en la mente pronunciaba muy quedo, como un secreto develado en un último instante, pero que ya sabíamos de otrora...
Con qué se mide esta “distancia”... entre la Muerte y la Demencia, es algo prohibido en los anales de los sabios, pues no se mide nunca lo que medida desconoce... fue el calambur con que la Rosa me invitó a olvidar ese Sueño de la Diosa, y a seguir adelante: pues el Camino es largo y culebrero, me anunció tan sonriente como quien va a buscar las moras en un bosque; y en vez de sonreírle de regreso, me eché a llorar, como una condenada...
La suavidad de su rumor, y el tono de su aroma, se esparcieron veloces en mi cuerpo de Amor del Absoluto -que comprendí que “comprendía”, ahora, ese milagro- y me dejé medir por su dulzura.
Y me dejé acunar en su sonido de tersor cristalino.
Y me inundé de Luz, de Sol, de Viento, y de Marea baja y salitrosa.
Cuánto sufrí, o cuánto descansó mi Ser, mi cuerpo entero y en pedazos no podría contarles, mis Guerreras que siguen esta historia con no cierto recelo; y las entiendo: no todo es todo en este mundo, como no puede ser orégano toda una selva, o todo el bosque.
¡Y a buscar moras, pues...!
Las mareas, los vientos, la tempestad y el rayo, acuden con premura a cada vuelta del Camino que conduce a la Estanza de la Diosa, y no hay manera de esconderse de tanto cataclismo, pues la Diosa escribió -según habladurías- con inscripción de fuego en una roca blanca:
“Quien quiera ser testiga en mi morada virgen, ha de domar un rayo en su caída y dormir en el Mar, como una tintorera.
“Quien quiera Ser Amor del Absoluto y conocer el Reino de mi Anhelo virgen, será probado en el Camino Azul... y en el estuario Verde...” dicen algunos, que la oyeron gritar desde lo alto de la Montaña; y hay quien recoge sus palabras en un tazón de oro, y las cubre con pétalos de rosa, pues no tienen sonido, y sólo al Alba, emergen de la nada, o del canto de pájaros perdidos en la niebla.
Así se “escucha” la radiación fragante y solitaria en las noches sin luna... me dijo mi Maestra de Amor del Absoluto, mientras cantaba una tonada de mi infancia, que me hizo estremecer hasta los tuétanos; y entonces comprendí lo incomprensible, pues sólo aquel cantar podía conducirme a la Mansión Secreta, donde habitan las hadas y los silfos...
No has de creer, lectora, en todo lo que digo, porque tu código es sagrado y nada más que a tí, te pertenece, pero me has de “sentir”, en el momento de agonía; y vas a ver mi Sombra de Esplendor Reducido, y allí, comprenderás por qué de mi parábola, y cuál fue el alimento que me nutrió y que a tí te nutre ahora, pues mi palabra escrita es la escalera, es el hilo de Ariadna, es ese Puente de Oro, que ahora vas a “ver”, y a recorrer, caminando hacia atrás... ¡como es debido!

















La alusión a la Estrella de la Mañana; que les hice en mi entrada al Paraíso, como una vez llamaron los escribas a la Mansión del Padre, y que en mi Tiempo de Esplendor ha de llamarse “El Sol”, La Diosa Virgen, pues ahora domina ese esplendor Supremo, y ha de saberse reducir la medida celeste, pues de nada nos sirve en el Camino que hemos emprendido; fue una alusión directa, aunque sonara “ambigua”, a cierta gente.
La ambigüedad, es producida en el rigor marino de los tiempos atlantes, y se escribe con diónisis oscura, no con la diónisis correcta, como lo indica la pasión con que mi Verbo admite, canta, juega, en el Lîlâ sagrado de la Estrella del Norte.
Esta “acumulación” -o sacrificio inútil- ya no se usa más en mi Camino, fue lo que dijo aquella mariposa que me topé en la cima de la Montaña de los siete sonidos y que tenía el color oscuro de las aves nocturnas... y para mí sorpresa, y voy a confesar lo inconfesable, tenía la forma auténtica de mi mismo retrato: o sea ¡la ví y la percibí como si fuera yo!
Y me dirán lectoras de la aviesa visión y de memoria pronta a protegerse de visiones nocturnas o de lluvias nocivas: ¿y cómo puede ser que aquella mariposa no escribiera su nota de esplendor en colores vibrantes...?  ¿Dónde está el espejismo... aquí, o allá...?
Y no sabría mi Ser recomendar mejor tarea que la de irse “diluyendo”, sin contemplar sonidos peligrosos, pues aquí, en este Puente, permanece el Dragón, y es mejor evitar aquel encuentro en tiempos prematuros.
Ya llegará el momento de enfrentarlo.
Yo recomendaría más prudencia, en hacer las preguntas, y sobre todo si éstas vienen de cavernoso y viejo continente.
La Atlántida, Guerreras, fue el esplendor luciente en su comienzo -conviene recordar- que terminó con una Luz opaca y deslucida; y en ella las preguntas se redujeron a grito de cacatúas.
Lo que oía el oído lo repetía la lengua... y así, fue difundiéndose el Error, como la verdolaga en un potrero.
¡Jamás voy a admitir lo “inadmisible!” gritará algún varón, enardecido y acucioso en sublimes maturrangas, pues les conozco el tono impertinente: no me lo tiene siquiera que contar el pajarito de la Leyenda.  Aquel que siempre que yo hacía algún desaguizado le chismeaba a mi abuela, y ella enseguida, yo sé quién hizo este estropicio... y yo jurando en vano mi inocencia, pero ese pájaro insolente andaba siempre de chismoso y le había dicho quién; no me lo va a decir, a estas horas del Camino, cuando el alba es de Luz de resplandor azul.  Sería inútil advertir a tanta perorata de clásico varón de pelo en pecho y cabeza en la luna de Valencia, que hoy por hoy, no se estila lo que él creía, siempre, ser el “evangelio”.
Evangelistas, hay, señores de la Historia, en esta Terra inerme y abusada, pero la dicha “prohibida” no es una moda que en la Estanza de la Diosa se produce; como se vió en los templos de falsarios, y en los rincones de fatuos asaltantes, donde ladrones de tesoros sagrados anidaban.
Aquí, y ahora, el evangelio no está escrito con tonos maquillados para la conveniencia de sumos sacerdotes y el engatuzamiento de la Raza del Sol;  pues ésta no procede con manipulaciones.
Nada está oculto bajo el Sol... o es que no lo recuerdan, atrevidos, voraces, violadores de templos y de vírgenes; aquí, y ahora, caballeros de espada y del alto plumero, la batalla se ausenta de los predios oscuros; pues ya la Diosa Sol se encuentra en su “descenso” ¡y hay de aquellos que anden pariendo en esos días...!
Más les valiera la piedra al cuello... y de molino ¡si es posible!
La riqueza del tono de esplendor con que la Diosa Sol avisa su “precipitación”, se manifiesta en la Montaña donde la alquimia de los verdes y de los amarillos te hará ver paraísos, mi lectora voraz, y no podrás dormirte sobre la adormidera, flor celeste, muy a pesar de la distancia que te va a proponer mi Camino hacia atrás: recuerda que de sal puede quedar tu cuerpo si miras al “contrario”.
Muchas me van a investigar por qué de la leyenda de mirar hacia atrás y mi camino-puente que le indica lo opuesto, pero yo he dicho que el Espejo de mi Camino a la Mansión donde mora la Diosa y su “aventura magna”, es el reflejo: errado y embustero, de los magos de circo.
Mi espejo es fiel, Guerrera y Amazona.
Mi espejo no permite el atrevido influjo ni el reflujo, ni mucho menos atraviesa jardines prohibidos como si fueran suyos y no ajenos; porque mi espejo es el mirar de la Luna de Oriente, y no del Occidente.
Es la Estrella del Norte, y no del Sur.
Mi Espejo, mis doncellas de suave resplandor y de lascivo canto, no es la victoria de guerreras que nacieron de dioses invertidos y de diosas paupérrimas, violentas, o perdidas en la lascivia de una noche; que eso quede tan claro como el agua de lluvia.
Y tan profundo cual aliento divino, cual soplo de un volcán...
Y que la ira de la Diosa lo atestigue, en caso de mi ausencia del Olimpo estival, pues hay razones de razones, y en ellas no se admite la ignorancia, virtud tan registrada en tiempos maniqueos, donde verdad fue perla rara, y Espejo, la armonía de sintonía vaga y tonta.
No dejaré mi pluma, todavía, divagar en terrenos de Sol de los Venados, pero ya llegaremos a su orilla, y entonces les diré lo que para ellos ; los varones de templos ultrajados, violados, requeridos en tonos deslucidos y en negruras supremas, abusivas; fue “indecible”.
Y ahí ¡va a temblar el Credo...! como decía la Rosa, mi Maestra, en momentos de ira irrefrenable, en que yo la veía cambiando de colores, del amaranto oscuro, oscuro, al violeta más pálido y hermoso; ¡va a temblar esta Tierra en su cimiento Magno...! amenazaba ¡y que mi Dios los coja confesados...! habría dicho mi abuela, de seguro.
No dejaré vagar mi Ser en tierra de titanes, cuando no es ni siquiera mediodía, pues los terrenos de los dioses, lectora de estas líneas de aguerrido tronar y canto ardiente, no se deben pisar -ni abonar, tampoco- cuando no es el solsticio ni la medida justa: te causaría una hecatombe; amén de descubrirte las regiones donde el crujir de dientes y el terror y la muerte, ocupan el dominio.
Mi mención a la Estrella de titilar veloz y cálido, ha sido la apertura a la naciente rueda de la Gloria, que no la rueda del Samsara.
Aquella queda atrás...
Se atrofió su girar, gracias a la moción que la Diosa “leyó” con su Decreto de Esplendor, vaciado o vacuo, y el residuo menor, no juega ya ni la extensión ni el tono; ni la sublime esfera de los Santos ha de esperar que el ritornello les venga a suplicar: Ora Pro Nobis...
Se acabó la extensión de aquellas Peregrinas del espacio de nadie, y se abre la “ranura” que conduce a la Puerta de la Región Azul.
Estrecha es, lo dijo el Cristo, y no lo dudes, Peregrina...
Pero tu cuerpo ha de ser hecho, ahora, de vibración acústica en cristal y movimiento dulce, suelto, único; porque la Diosa Sol vendrá a “habitarte”.
A dictarte su Ley, que es Ley de Amor, de Luz de Estrella Unica.
De Poderoso Anhelo.





La gran “necesidad” que en esta Terra 
ha existido desde el comienzo de los Tiempos,
de “orar”, pedir al Dios Omnipotente por su ayuda Divina, califica a la Raza de los seres humanos, como la Fundadora de la especie.
Y con ésto declaro que la aquiescencia de los dioses fue siempre múltiple y opuesta; si se me quiere oír con un oído sólo, o leer con un ojo, pues no siempre lo “opuesto” indica lo contrario, ni “múltiple” quiere decir una expansión de cantidad.
La diónisis celeste, no concuerda en mi Tiempo con la llamada augusta de la Verba Estelar; o sea la diónisis galáctica.
El Lenguaje de Estrella, no va a seguir el ritmo ni la razón de ser de las palabras viejas, deshidratadas ya, de tanta fantasía de tan bajo calibre.
Mi Verba es dulce, clara, independiente, sin fórmulas estrictas ni consonancias dobles ni matreras.
Mi Palabra es omisa, sólo en el clima álgido del grito del Amado, y en la cumbre voraz donde vuelan las águilas doradas.
Nada repite.  Nada omite.  Nada olvida ni teme.
Mi “Palabra”, Guerreras que me leéis atónitas, quizá con cierto retintín, es la Palabra de la Estrella del Norte, que ahora anuncia su llegada como el rugido de la Tigra: atroz, violento, cauteloso.
Lleno de Sacro resplandor, cuando lo emite en emisión dorada, y vacuo y tierno en su moción violenta; pues no delega ni reemplaza.
La Palabra, la “Verba”, el sonido del Logos en este instante de la Estrella del Norte en cálido mensaje, se acerca a la raíz de tanta maravilla y manifiesta, entonces, la alborada que todos esperábamos.
Y la Oración fue oída por los Dioses, y el Padre es aquiescente y la Madre, la Estrella, inicia su “descenso”.
Ahora, mi Guerrera, que sigues el Camino de la que al fin “regresa”, no tiembles de emoción, ni ocupes tu mirada con asombros inútiles.
La Diosa Sol se “precipita”, y su Luz es de Estrella, y es su canto divino y estelar la huella de la Galaxia de la Sublime Permanencia.
La “emoción” no es palabra, ni presencia escogida, para tu caminar este Camino.
La emoción de la Virgen de la Aurora, comunicó -y ésto es bien cierto- la primera raíz de nuestro Centro, o Raza de la Gloria; pero a medida que “ascendimos”, y nuestra facultad de Peregrinas en exilio se nos vió acrescentada y expandida por medida fugaz, y no la entorpecida por los espejos falsos ni los asaltadores de caminos, ni magos de los circos; fuimos también, sabiendo “caminar” por encima de espinas, o de carbones encendidos, sin por ello “exhibirnos” como fenómeno absoluto, ese que claman los faquires de oriente, y sumos sacerdotes del Oeste.
Pobres diablos sabían jugar a esa medida, mucho mejor que aquellos ricachones con títulos científicos y medallas heróicas de “salvadores de las Patrias”, que pululan oriente y occidente, y es por ello que ya nadie les paga ni dos maravedíes por su espectáculo inocuo; pues ni la cuerda floja, ni la gran llamarada que sale de la boca, nos deja boquiabiertas...
Eso, era tiempos ha...
Ahora, mi lectora, en busca de la Perla de Amazona de Luz, y el cristal diamantino de la leyenda áurica, no sabrás detenerte en miramientos hoscos, ni tiquismiquis, ni morrongas, por nombrar unos cuantos ejercicios de lenguaje vernáculo, que indican la expansión de agudos y de bajos; que no vamos a usar, de ahora en adelante.
El tono es único, Guerrera, y cuando es la Amazona que nos sirve de Guía y consejera, no hay tiempo para el tiempo de la famosa guerra de guerrillas.
Aquí, la Luz se “enciende” en estridor de Amor, no de batallas vanas, ni de victorias pírricas.
Aquí, en mi Corazón de Estrella de Esplendor de Luz de las Auroras, yo te prometo “renunciar” a la victoria ambibalente de cruzadas inútiles, Mambrú se fue a la guerra... y otros cantos de gloria inmarcesible...
Mi código cerrado, no es para aquellos ciegos, cojos, sordos y atorrantes, de que hablábamos antes, pues en mi “permanencia” no se puede dejar barreras de sonido penetrar mis recintos, que son sagrados y escogidos para tu nutrición, Guerrera que me escuchas desde tu corazón de fiero palpitar, y lees estas frases con ojos de inocencia.
Yo te escogí, lo sabes, desde tu tierna infancia, cuando tú no sabías siquiera leer todo este jeroglífico que califican de alfabeto; y te dictaba, entonces, en mi sonido sideral, y en vibración galáctica, los cantos más secretos y más veloces y más dulces de todo el Universo, para que así, aprendieras a oírme, como ahora, que suspiras, rezongas, sueltas la carcajada, pero no me abandonas; yo lo sé...
Sé que me sigues, ávida y ansiosa, pues algo te recuerda la flecha que una vez, yo te lancé directa al Corazón, y todavía guardas en tu cajita de tesoro escondido: allí me la encontré, cuando bajé a tu pecho de paloma dormida.
¡Y era la misma flecha...!
Dorada, y en la punta los pétalos de rosa de color amarillo, guardaban todavía ese perfume, con que yo te seduje en mi esplendor sagrado.
La Rosa habló de nuevo, y me contó cómo me había esperado, desde entonces; creyendo tantas veces que había sido producto sólo de su afiebrada fantasía mi “entrada” al Corazón de la Doncella Vírgen; que ahora “sabe leer”, pero comprende menos, todavía...
Sabías leerme de corrido cuando eras una infanta que corrías detrás de mariposas y amabas las luciérnagas llamándolas “estrellas” y ahora, al fin, cuando me acerco en forma grande, adulta y llamo a tu presencia por la puerta “secreta”, tú te detienes, titubeas, y te preguntas si acaso yo estoy loca, o me creí luciérnaga antes de tiempo.
Mi Esplendor no es un tránsfuga, Guerrera que me lees, y sonríes, benévola, como cuando llegan imágenes de película vista de pequeña y aquel hombre de lata y aquel león cobarde y el pobre espantapájaros, vivían la aventura siguiendo a la niñita con su perro; y tú llorabas, o cantabas, dependía de la escena...
Somewhere, over the Rainbow...
¿Te recuerdas...?
Y allí, reside mi primer secreto, mi Primera Oración Sacramental...¡recuérdalo!
Síguelo siempre ¡vuela, mi Guerrera...!
El Arco-Iris, se puede “traspasar”...














La “violencia” con que la Estrella Azul estremece el Espacio, o Infinito, es también infinita, en su nido de Amor.
De Fé naciente.
De Respiro...
Y cuando canta y danza su “Esplendor”, en rigurosa formación de colores magenta y amarillo, o cuando calla, en verde, y Esmeralda, aparece entre la opaca luz de nuestra tierra oculta, oscurecida, es necesario abrir las puertas del Olvido.
Y echarse a caminar... caminante Guerrera-de-la-Estrella.
No te entretengas más en la delicia de los trinos melifluos de sinsontes, pues son lobos sedientos que cubren su pelambre con plumas de los pájaros cantores.
Sólo el Pájaro Azul, te va a enseñar un día, la melodía secreta que ha guardado por siglos, y por siglos, esperando tu paso por su bosque; que es limpio de alimañas y no tiene serpientes venenosas.
No hay manzanas, tampoco...
En ese Bosque umbrío ya no hay Bellas Durmientes, mi amada niña, un día, y hoy Guerrera de Luz, pues el secreto canto de mi ave canora las “despierta” enseguida, cual fúlgido fulgor de catarata...
Y corre, y corre el agua por tus venas, como si fuera luz viviéndote, muriéndote, amándote, Guerrera, y tú alelada, virgen, sin saber si te encanta ese sonido virgen de mi grito canoro, o si te está matando, despacito, como un dardo incendiado.
Como la espina de una Rosa...
Descuida la agonía y mira hacia la luz que te anuncia el Ocaso de los Dioses.
No te entretengas en el llanto de plañideras necias, secas, alquiladas, aunque parezca cierta esa verdad que tus venas comienzan a gritarte y el corazón se siente débil y tu cabeza yéndose, dejándote y anunciando el entierro que te espera, como si fuera carnaval.
No presientas la Nada, pues ni siquiera la visitan egregios visitantes en momentos como éste, que te estoy describiendo.
Abre la “puerta”, te repito, y aspira fuerte y amplio, hasta llenar tus venas con el Prana Solar, que acude a tu llamado y reemplazará inmediato y diligente tu corazón en emergencia.
No son cuentos de viejas, ni pretendo seguir “alimentándote” con fantasías vanas y triviales.
¡Es la Pura Verdad...!
Tu corazón se va a sentir como un guerrero que vuelve de batallas que serán incontables en su número, inenarrables en su género, e impensables, guerrera, cuando tú misma mires hacia atrás y te preguntes... ¿y cómo hice...?
No mires al contrario, ya te dije.
Deja la carga encima de la fosa, que ellos te “enterrarán”, ya no es tarea tuya, y ¡huye...! ¡huye... guerrera! de aquellos predios apestados, y deja que los muertos sigan creyendo en su película, con el malo y el guapo, el feo, el poderoso, y aquel que nunca falta: el Director del Circo.
Mi Camino comienza a “esclarecerse” en ese mismo instante, que todo se oscurece, como boca de lobo.
Mi Canto canta, entonces, la magna sinfonía de las esferas vírgenes; que son los resplandores de las bellas hermanas que precedieron tu alborada, Guerrera que me escuchas desde la oscura gruta del Deseo, y no sabes, aún, si canto es este grito que me fluye y te “cubre”, o es respirar errante de tu sueño, pues no comprendes nada ¡nada...!
¡Qué hermoso despertar, mi niña hermosa y dulce, te está “llamando”, ahora.
¡Qué batalla de Amor, con el Olvido...!
La quiromancia implica el conocer la mano y su mapa secreto nos indica las señales divinas -o esotéricas- con que llegamos a la Tierra, y el por qué de una mano diferente a la otra; pero hay otro camino que te verá cruzar la huella del Destino, sin que tus manos tengan que intervenir en el Diseño de la Diosa, y su “Sueño de Elocuencia”.
Camina, caminante...
Y un día, lo verás.  Lo vivirás.  Te saciarás la sed de siglos y de siglos y mirarás tu mano, incógnita una vez, esa que te “predijo” cuál sería tu futuro y verás con tus ojos cómo es que se diluye tanta maravilla, pues las líneas tendrán otro dibujo.
Recuérdame, ese día...



















La asistencia a la Escuela de la Diosa, es importante, en estos días de frenético ruido y anquilosado espíritu, en que la disciplina estereotipa, remeda, y acomoda las más variadas técnicas, o modos, pero olvida lo cierto.
Y lo imposible, por supuesto.
El Mundo de hoy, no cuenta para nada con esos territorios y anda remiso, olvidadizo, cuando se trata de tratar de vivir un milagro cotidiano.
Qué lejanos los días de esplendor, cuando el “milagro” fue nuestro pan de cada día y lo imposible era el juego de los niños.
¡Qué delicia, Guerreras de todas las galaxias que me escucháis ahora con atención al máximo nivel y el Corazón pendiente del portento...!
¡Qué manera de estar en sintonía, con la Voz matutina de la Estrella, que nos recita alborozada la lección mañanera: oír el canto del ruiseñor...¡no confundirlo con la alondra...!
Y mis Guerreras plácidas, dispuestas al encuentro con la Sabiduría, que Atena les dispone esta limpia mañana de septiembre; como si fuera agua de mayo, la reciben; y ella se da y se da, Diosa Sabiduría, y nos entrega su tesoro escondido, que esperó este “momento” por milenios sin cuento ni memoria.
Cómo no va a “aplaudir” el Padre a la pequeña Estrella que le regresa llena de abalorios, aljofarada como una reina mora, perlas, diamantes y esmeraldas de Muzo, en su cintura, que son el premio a su dedicación en esa Escuela en que la Diosa Sol recibe a mis Guerreras-Caminantes, a mis Guerreras-Vírgenes-del-Sol, y a toda audaz doncella que se atreva a aprender lo inaprendible, y a descubrir lo oculto por Sumos Sacerdotes en los templos de Diana.
Mi Vestal está pronta a destruir leyendas obsoletas y a declarar que sabe lo que sabe, pues aprendió en la Escuela de la Diosa a descifrar papiros -con el código “opuesto”, claro está- y puede sostener el Mundo entre sus manos, en vez de hundirlo, como hicieron los insignes varones de la Atlántida.
Las Vestales del Sol, no van a sacudir el fuego a la manera de las doncellas necias, pues sus lámparas ciegas, sordas, mudas, conocen el secreto del Maestro y avisan su llegada cada vez que él sacude su manto, a cien leguas de distancia.
No hay que escuchar la prominente voz de las estrellas desvaídas, como aquellas doncellas de Jaén que recogían morillas y cantaban sedientas de amoríos, porque tampoco ese es el tono que interesa en la Escuela de la Diosa.
La Estrella que fulgura en el espacio oscuro, neutro, o matutino, de la región sagrada, donde la Diosa enseña, canta, multiplica su aroma y su mayor versión de la Sabiduría, será Estrella de tono “reservado”, y nada la ha de disturbar.
Ni los enamorados príncipes de cabeza de balde, ni los susurros cazurrientos, ni amarteles dañosos a la sagrada vibración en la que ahora están fijando su esplendor.
La lección de la tarde, cumplida con rigor y vibrato amoroso, debe dejar la huella, todo el resto del día, de aquella lenta y tierna forma modulada, que inició el ruiseñor y continuó la alondra mañanera.
No olvides que la Aurora solicita en su campo de extensión rigurosa y movimiento tenue de un azul siempre límpido y vibrante, la mayor atracción y la menor acción, desde que el Mundo es Mundo; y a la Estrellita nueva en este “movimiento”, se le exije la ruta del comienzo en la Historia de los Tiempos, hasta que un día, reconoce por gracia de la Acción Suprema de la Luz Boreal, que la Aurora “declina” y que la puesta del Sol indica, entonces, resurgir.
O sea, la Gracia de la Diosa, tramutará la fina y rica trama que otrora fuera de esplendente reír y de tersura única, en mágico “surgir” de lo que fue llamado opaco, y en transido dolor, lo que se conoció como alegría.
Todo en la Escuela de la Diosa, marcará un nuevo paso hacia la Vida, y dejará la Muerte atrás...
La calidad de la atracción suprema, se consigue en momentos de calificación altísima, cuando la Estrellita comienza a comprender -sin mezclar para nada mente con conciencia- cuál es la diónisis Azul, y cuál fuera la Verde, que un día descendiera en la octava terrestre para la desincronización perfecta del apoyo divino; y cuál es la cuestión que se propone ahora; en estos tiempos de vacuo resplandor adquirido por Karma y por necia violencia en las invocaciones “prohibidas”.
La Realidad, comienza a ser, aquí, la cualidad precisa y el tono más profundo; hasta tocar la Ciencia de los Astros, terreno permitido a aquella Estrella que consiga el código amoroso en la Clave de Sol, y acuda, entonces, a la bendita hora de la Virgen María, al dulce sacrificio de sus alas de Viento...
El Angel de la Gloria cruza ahora, Guerreras, como atraviesa un huracán un campo de amapolas...
Y es aquí, el Ocaso de los Dioses el que les va a marcar la dimensión de todos los colores, para sintonizar con la Armonía Nueva, de la Estrella de Amor de la “Caución Suprema”.
La caución sideral, es la realizadora de un tema de interés, en esta Escuela Magna de la Diosa, y tiene mucho que decir a la Estrellita premurossa que como ardilla corre y salta tratando de guardar la provisión para el invierno.
La provisión, Doncella que me escuchas, es como vino nuevo en odres viejos, si no sabes “oír” cómo comienza el ritmo en esta zona virgen, que te marcó la Estrella Madre cuando te dijo un día sin ocasos, ni amanecer iluminado por el Astro Naciente, que vinieras de nuevo a esta Terra triste y ultrajada y aprendieras a Amarla, en todo su rigor, y para ello te entregó la Gran Corona ¿te recuerdas?
O ya se te olvidó como “lloraste”, entonces, de terror, sobre todo, al pasar el Laberinto de la Muerte Segunda, o sea en la Hora del Ritual de los Maestros de la Llama Violeta; cuando todo se apaga, se cierran las compuertas, los sonidos no son lo que antes conocías y se inicia el descenso más tenso y pavoroso, como si fuera una agonía que no tuviera fin.
No te entretengas más en el recuento de esas horas, si acaso te decides a retirar el velo del Olvido, pues los ocasos o los amaneceres, en el terreno de la Diosa, ya no obtienen la misma radiación que te causara un día, aquella Muerte.
Ahora, entrega, intacta, aquella Imagen que adquiriste en las horas “perdidas”; aquellas que desatan la Batalla del Cielo con la Tierra, y ayudan a girar la Rueda del Retorno, que no da ni recibe: pues simplemente “solicita”.
Vamos a recordar Estrellita cautiva, la lección de la tarde, en esta Escuela Unica, y vamos a “encontrar” aquel hilo que tantas tejedoras del Olimpo usaran en tapices de oropel y pájaros cantores; pues es la Hora Prometida.
La vana espera, aquí, no existe.
Ahora es el momento de las armas azules y la armadura de Diamante, y todo el esplender que ves a la distancia se llama Diónisis Divina.
La vas a recorrer, como una equilibrista que recogió la nota máxima y vas a entrar, cauta, admirada, tenaz en tu insistencia, pues aquí necesitas el más grande rigor y la perseverencia de las santas, que dejaron su voz en esta estanza, y su dibujo tinto en sangre.
La Audacia es la lección en el “instante” de la flecha, que tendrás que sacar de tu carcaj, esperando aquel trino que por siglos oímos en la Estanza de la Madre, sin que pudiéramos jamás conocer ni la jaula ni el ave que cantaba; vas a esperar lo inesperado, que tantas veces se anunció, y entonces esa flecha va a dispararse, seca e incendiada.
Llegó la hora de las doctrinas maniqueas, y tú decides si ellas son lo que te corresponde, o “rebajas” el tono y la extensión perdida en la distancia, como cuando una vez te quizo cautivar un lobo en la pradera con su música rock y una pitada de marihuana, y tú le contestaste tan panda y tan oronda que ese tronar y esa yerbita eran tonos erráticos, que no andaban de acuerdo con tu estilo.
Mi Guerrera, mi Estrella pequeñita: aquí te vas a ver la cara, por la Primera vez... y eso es duro, lo sabes; ya se anunció esa imagen en los tiempos de Eva, la “traidora”, la fémina indolente, y es en el mismo espacio y exacto territorio que tú vas a afrontarla; pero recuerda que eres Virgen, y que ningún espejo te incomoda.
La lección del Ayer, es la lección “Nocturna” pues este Tiempo llega a su final, y con ello la Noche y su esplendor...
La Estrella de la Madre y la Estrella del Padre, abren en conjunción violenta y triste la máxima tensión.
¡La Tierra se estremece, y tú “naces”, mi Estrella...!











La extensión Planetaria, o Jerarquía
Universal, ha requerido la “substitución” de 
elementos traidores y alevosos en nuestra amada Terra, contaminada en su cadencia y transida, vejada, como la Madre que vió crucificar su Hijo en esa Cruz; que todavía llevamos los seres del Planeta, sin entender por qué de ese Dolor que sacudió los siglos y redimió la Historia de la Raza.
La “Redención” de las Estrellas, la decidió el Consejo Sideral, en conjunción con la Galaxia de Sirio y la Gran Jerarquía de la Hermandad Blanca Estelar, hace miles de años, tantos, de no tener archivo alguno del Planeta la narración de este Suceso y gran Decreto Magno.
La mención en el Record Akáshico de la llamada, entonces, “Diónisis sideral en Alpha-Omega”, ha sido “descubierta” y leída en moción secreta, sinembargo, pues no siempre el Archivo en esa Zona de expansión puede leerse en alta voz, y los Maestros Ascendidos que rigen la moción en tono sideral y en vibración galáctica, decidieron contar en la apertura de esta “era acuariana” con la Raza del Sol, en inminente vibración demostrativa; o sea, regente, ahora.
Los “substitutos” que se han ido creando a lo largo del tiempo sin espacio y del espacio esclarecido por esplendor Supremo y Magno de la Diosa, han permitido -en Acción Retroactiva y canalizadora- este Mensaje-mensajero, de Dulzura exquisita de la Madre; de Luz profunda y amplia en radiación de Paz ¡al fin...!
No ha existido, tampoco, en la corteza del Planeta que hoy llamamos Terra, una moción fugaz tan inminente, en su inmanencia transversal, ni tan poco apreciada por la Raza existente en esta hora.
Parece que la Diosa haya “creado” ese suspenso, como Lîlâ de esencia refulgente, que habrá de suscitar mayores controversias y oropeles e incienso y mitras decadentes, que en la famosa intriga de Pandectas.
La ciencia de hoy en día, también está dispuesta a todo, con tal de no ganarse el pan de cada día con los brazos cruzados y la esfera vacía de contenido; pues ella sabe –“ciencia”- que una Esfera en el vacuo, es peligrosa, y amenaza ecuaciones, reductos matemáticos y hasta la más precisa ciencia de los astros; que se verían entre la espada y la pared, en la sagrada Hora de la Verdad.
Y no nos referimos a las computadoras, por tener en salmuera ese producto, que ha producido ruido en abundancia y hoy asalta el mercado de la “sabiduría” almacenada, como si fuera sal para la mesa.
Otro rumbo tendrá tanto aparato sumergible, como Nautilius, o Titanic...
Y hablábamos de ciencia y su producto temerario, pues en la iniciativa de la guerra “celeste” que ella anuncia, aparece el Dragón de las especies, y no nos es difícil detectarlo.
La Jerarquía Celeste ha decretado, que la vivacidad con que la tierra entera juega al esplendor ansioso de la “guerra” y la envidia y el odio y la injusticia humanas reciben cada día alcábalas sin cuento, va a suspender su acción devastadora, de adversaria sedienta y angurriosa de sangre de los justos; y en su “moción celeste y vibratoria” decretó la divina identidad que ha de manifestar esta moción, al final de los siglos de la Aurora secreta.
La calidad de esta moción no tiene límite, ni ha de estar sometida a la “medida augusta” ni a ninguna medida que no atraviese el éter en su estado fohático supremo.
La medida fohática suprema, despide en permanencia y en esencia, la cuota de esplendor que la Gran Jerarquía ha prometido al ser humano desde el comienzo de su “esencia terrícola”, y ha rehecho en los siglos de la misión reducidora una medida permanente, que la Raza del Sol está dispuesta a “recorrer”, a “absorber” y a “resolver”, pues sólo así, podrá vivir ese elemento que el Fohat le produce, cada vez que “respira”.
La ecuación Sellada de este enigma, fue resuelta en el siglo de la “estructura recurrente” -llamada muerte por el Hombre, sin razón, pues es sólo un fenómeno aparente- por la Raza de Diosas que recorrió la Tierra, en ese entonces.
No dividió, ni recogió, tampoco, la máxima extensión que esta medida le anunciaba, pues prefirió calmar la ira de los dioses; que bufaron, soberbios, iracundos, pues la Diosas bebían de la ambrosía de las flores nocturnas y pernoctaban en cavernas hechas de diamante por arquitectos siderales, y ellos, los dioses del Poder y del Amor excelso, no podían penetrar ni en las cavernas ni libar de los néctares sagrados, que en ese entonces ellas “producían”, y por supuesto, se pudrieron.
Se quemaba su grano en el granero, como es el caso de hoy, ya les contaba; pues no hay gran diferencia entre “ese” tiempo y el que hoy corre...
Impertérrito, obtuso.
Irreverente...
La Jerarquía Sideral, en la clave de Amor que sólo ella “decreta” en tiempos de emergencia, ha propuesto a la Terra “regresar”, y le ha abierto las Puertas.









La comunicación que se ha propuesto, ahora, al Planeta Terra, es una ecuación sideral, “ilímite” en su tono, y “reducida”, en su dinámica.
Y la propuesta adquiere - igual que en tiempos de los Patriarcas Magnos de la Historia de Oriente- una medida de “emergencia”.
Nunca se vió en este Planeta en que vivimos; tan isolados y tan obstrusos de la verdad viviente que lo habita; una tal desventura, ni una miseria tan amarga, pues a pesar de ser la época de todo lo habido y por haber, no hemos podido conquistar el Tesoro Escondido que él encierra.
Terra negó a los Hombres su máxima belleza en el momento mismo en que se vió ultrajada, y le negó en el instante mismo de aquel supremo Nacimiento su “Corona de Luz”, pues Ella tiene una, que fuera diseñada por la Gran Jerarquía, en el comienzo mismo de su embrión libertario.
Pero los Hombres nunca vieron, ni oyeron, semejante fenómeno; muy a pesar de que la Gran Fraternidad de la Galaxia Blanca en la Estrella de Sirio, lo “decretara” abiertamente, y redujera la tensión que Terra había “creado” en la fusión celeste que los protones y neutrones detectaron, entonces.
La noción es muy vaga, claro está, pues lo ignorado es algo que se “esconde”, y así la realidad vuelve a ser subjetiva; o sea, no se puede “probar”, a menos que se quiera cruzar el túnel de la Aventura Planetaria, y así, comunicar con las Estrellas-Madres y las Estrellas-Padres, que han sido siempre Guías, en el trayecto sideral que el Universo conocido como Sistema “regido” por el Sol (y que es una parte mínima del Plan ejecutorio del Espacio Celeste y el Espacio Galáctico), ha “recorrido” hasta el momento que llamamos presente.
En el Espacio que los seres humanos han decidido llamar “celeste” desde los tiempos de Moisés, y que en la Esfera Magna de los Archivos del Akhos -o Akasha, como hoy se traduce- se produjeron movimientos de dinámica “inversa”, y la propuesta celestial no recibió, por cierto, una acogida magna, de parte de Jerarcas que regían, entonces, esa Zona, o “medida celestial”.
La capacidad tan reducida con que la Raza humana puede “leer” en los Archivos del AKHOS, fundamentales en la Primera y en la Segunda Ciencia Cósmicas, ha sido, obvio, el fenómeno inverso de aquel que sucedía en los tiempos de Moisés, cuando aquellas “lecturas” se efectuaban con óptica de ciegos reverentes que “veían” a Dios, aquel de Nombre impronunciable, en medio de la zarza que ardía en esplendor de llama pura y viva, y “oían” esa Voz...
Moisés “oyó” a su Dios, y comprendió el Mensaje que por demás era un aviso cósmico de los Maestros de la Estrella que acompañaba, entonces, el paso del Planeta en que ahora vivimos; leyendo las “leyendas” como si fueran cuentos de hadas, o en el caso opuesto, tan al pie de la letra que da lástima, lógico, los tropezones que produce la letra muerta, y eso cuando no está manipulado, recortado, pues maquillajes van y afeites vienen, desde que el Mundo es mundo de señorones y jerarcas con mitras y plumeros.
Inútil, pues, regirnos, por aquellos archivos que la “ciencia” eclesiástica produjo, en todas sus variantes, pues la ignorancia, les repito, ha sido la atrevida que se ganara todos los trofeos, y estamos donde estamos, gracias a aquella advenediza.
La “Señora Ignorancia”...
La Historia de los Tiempos, mi Guerrera y Estrella de la Noche, que “nace”, como tú, de una tensión mayor y única, ha sido Historia vana, insípida, con pocos intervalos de esplendor.
Y en esos “intervalos” de Pasión Amorosa, en que el Padre bajó de las Estrellas y se logró “encarnar” en bellas melodías que el romancero no recoje; ni la lengua está en grado de recitar, aquel fastuoso mantram, que se oía en todos los estratos, desde la cima de la Montaña, hasta el fondo del Mar...
Aquel Canto encarnó la situación celeste que el Hombre ha atribuído a su codicia insigne de medallas, pues reclama campante e ignorante, que el “esplendor” lo causó él, y sueña y ronda en sus laureles.
¡Qué impudicia nefasta, y que ridiculez de primerizos...!
El Mantram QUE, se difundía y se difundía con la modulación de estratos inmediatos y de corrientes ígneas; y es una “traducción” a lo que en mi lengua de hoy tengo que “pronunciar”, pues es el acomodo de esa sílaba ardiente, que resonó y que resonó...Q...U...E... Q...U...E... como hoy resuena el A...U...M... en la Esfera Celeste.
O el OM en el vibrato de la atracción, o canto a las Estrellas.
En la diónisis ciega, que los Hombres usaron por siglos y por siglos -incluso el nuestro, claro está- se escuchaba -o se escucha- la moneda corriente y abusiva de yo te pago y tú me pagas, te doy, me das, y listos... o algo así de vulgar y de ridículo, si meditamos un poquito en lo que ello ha implicado al Universo.
La “Ley del Cambio”, mi Guerrera naciente y solitaria, ha producido cataclismos que el ser humano no imagina, pues la Causa y Efecto ha sido -y será- inmisericorde.
En la famosa Ley del Cambio, como en la no menos triste de Talión, aquel ojo por ojo, fue la medida ciega, desgraciada, amiga del hipócrita y manipulador, de los vampiros tórridos y los vampiros de laguna, que de todas maneras conseguía la víctima apropiada, para cortar más grande su pedazo.
La “manipulación” de la medida cósmica, se está advirtiendo más que nunca en estos territorios donde la nube atómica, que vaga vagarosa por los aires de Dios, reclama su pedazo... ella también.
La nube atómica no necesita “verse”, ni siquiera, pues me refiero, incluso, a la nube parcial; aquella que circunda los nidos agoreros de fantasmas vivientes que despachan la droga a diestra y a siniestra y pululan el aire de sonidos oscuros, aberrantes, como aberrante ha sido su cultura.
La “cultura del pan de cada día”... que hoy cobra su tributo a un alto precio, y en sinfonía aterradora de trompetas sedientas de esos cuerpos humanos; tan desunidos, tan corruptos, tan frágiles y ciegos...
Tan bestiales.
La “comunicación” que se propone ahora, les decía, es parte de la lección que ahora Diosa Sol vino a “dictar” en todo el Universo, con moción sideral anticipada, y con la Augusta Espada de la Quimera recelosa.
La Quimera fue un ser que reclamaba fantasías, a la vez que doncellas o donceles, mientras las llamaradas surgían de su boca, y nadie, nunca, supo de dónde había venido...
De la región del Nada, me dirá la Estrellita impertinente, por salir con la suya, pero has de recordar la primera “medida” en la mañana, con el tono de Sol y la extensión del Mi, en su vibrato regio, y entonces, pequeñita, accederás a mi reclamo de Amazona, pues de no hacerlo habrás de pernoctar en la Estanza del Cielo “enardecido”, donde la Voz del Padre mata con su grito.
Y recuérdalo Estrella, antes de “entrar”, porque NADA ¡no existe!









La tensión vibratoria que el Universo “cruza”, hoy por hoy, ha sido diseñada por la Diosa, en su Noche estival: aquella que recoge los manantiales cálidos, donde refresca el Unicornio su pelambre magnífico de resplandor del alba, y donde nace la serpiente.
La que “avisa” el retorno de los Magos de Oriente y el éxodo inaudito de aquellos vendedores de milagros por mil maravedíes, cuando valían diez; o sea, los usureros de aquel poder de Dios, los chabacanes traficantes de la delicia de la carne, como ellos lo llamaban, chapurreros, hediondos, igual que aquellos nidos vacuos que se hacían construir, y que llamaron templos, centros, refugio de esplendor: así lo aseguraron...
¡Asaltantes...!
¡Se proclamaron dioses, obvio...!
Y en la mayor medida, entre tanta tiniebla y osadía, se construían, también, su propia fosa.
Ni para qué decir que sólo quedan huesos, cadáveres de cosas, cuando en verdad quedan las “hordas”, las “legiones”, que cada uno de ellos produjo con su “tono” de la flauta encantada y su evangelio oscuro y alevoso, de perdedor cautivo de ese Dios, que él anunciaba como suyo, y en realidad, era enemigo.
Los dioses y las diosas ya han sido “rebajados” por el Consejo Supremo de la Galaxia Azul, en inmanente respirar y en omnisciente mecanismo; y se “abren” las regiones de resplandor oscuro que en los tiempos de vacuo, ellos “hicieron” y “excavaron”, por su propio poder.
Las legiones de dioses luciféricos, han descendido de su trono de aurora refulgente, y ahora sus tesoros tendrán que ser “contados”, pues la Diosa decreta, que se efectúe el balance.
La Diosa Sol no ha “descendido” en vestidura regia de estrellas titilantes y en magno resplandor de las auroras, para “decir” a Terra y al Universo entero, que Ella ¡es la reina de este Mundo...!
Estaríamos locas de remate, mis Guerreras que viajan con su cayado al hombro y su jícara de agua de la fuente, pues ese resplandor no es cosa de este Mundo, como lo dijo el Cristo, y escúchame, estrellita, porque es muy importante que lo sepas, antes de “consagrarte” como Virgen del Sol, en la mañana de las “nupcias” con la celeste Luz del Padre.
Mi Maestra de Amor del Absoluto, me decía una noche, en que la fosca era acuciosa y los lobos sedientos nos rodeaban: No temas a la Noche que presagia peligro, pues ella es quieta y dulce, como una madre que reposa.
¡Teme a la oveja mansa...!
Así me aconsejó, y entonces comprendí la vana cualidad de lo que llama el Hombre “inteligencia”, pues me sentía como esas muchachitas que llegan a la escuela, llenas de libros y cuadernos, y al fin del curso salen reprobadas... ¡temerle a las ovejas...! te estoy viendo pensar, mi guerrerita ¡y sí...! inútil explicarte tanto axioma, pues en la escuela magna, no existen las preguntas del alumno o alumna, tan curiosos; tan llenos de entusiasmo por “saber”...
Aquí no se responde a la curiosidad del principiante, ni siquiera el graduado en las primeras tres Estanzas tiene derecho a preguntar.
Aquí, mi Guerrerita de tono inquieto y cabecita enardecida por cuestiones rebeldes, no se dice ni mú... ni se rezonga a las espaldas de la Amada Maestra, Tu Maestra...
En esta Escuela de la Diosa, donde hoy asomas la nariz, pendiente de ese aroma que destilan las flores del jardín, no se estila la necia repelencia de quien se cree dotada por arte de las hadas madrinas, o considera “fácil” ese tema, pues ya se lo sabía...
¡Ay de tí, muchachita tan llena de resabios y de cucarachitas que te recorren la azotea...!
Aquí, el “Silencio” es un diamante que fulge en la mañana; respira apenas, cuando “canta”, sin pronunciar palabra al mediodía, y en la tarde se anida, delicado, como paloma torcacita, y recita, sin voz, la sacra alegoría de la Luna y el Sol, y es tal la vibración que su pacífico cantar anuncia a la guerrera, que en la noche, acucioso y tornadizo, sacude la bandera de Arco-Iris, y descansa, tranquilo, como un príncipe.
Aquí, el Silencio es Agua de manantial, que corre, y corre, saltarina, tropezando en las piedras sin quejarse; más bien dejando risa a trompicones, a rebatir de fresca espuma, y en la mañana es fría como el viento del Norte, y a mediodía te baña como si fuera leche acabada de ordeñar, y es Silencio y es agua, cuando se oculta el Sol, anunciando la noche; que vuelve a ser frescura, y quieta, en medio de la fronda.
No temas a la oveja disfrazada de lobo, te diría mi Maestra del Amor Absoluto, con su risa de fuego en esplendor rubí ¡y allí te quiero ver...! muy punto en boca.
La Raza de Guerreras de la Estrella del Norte, convino una mañana de la Tierra en que andaban de caza al “Obelisco Magno”, que iba a dejar tres cosas de regalo a la “futura” Raza de Guerreras de Luz del Arco-Iris y tres, a las Guerreras de la Paz.
A las Guerreras del Amor, concedió uno, por ser las que manejan el tímido esplendor de la “Cintura Magna”, y las más preparadas en la lucha contra dragones verdes, y dragones naranja.
Las Guerreras de cierto desvarío, me dirán enseguida que les explique en qué consisten tan fastuosos regalos de seres tan magníficos como son las Estrellas de la Raza del Norte, pero mi Corazón de Madre Sideral, no puede “replegarse”, y alcanzar ese tono que aquí en este Planeta usan con las palabras, en los cientos de idiomas que “inventaron”, pues mi Palabra es Neutra, les decía.
Mi Verba cuenta, y les escribe con la tinta violeta, tratando de remediar ese vacío oscuro que deja el esplendor del ejercicio de escritura, cuando “vibra” a la par de la conciencia de la lectora en flor, que sin duda eres tú, Guerrera interesada en conocer esos “regalos” que dejaron mis hijas, una vez.
Pero no te preocupes ¡todo llega...!
Llega la Aurora con su luz de tintes rojos y violeta, y llega la oración que te sacude el tuétano, de tan hermosa que es cuando tú la recitas con tu Alma, pues es un duelo único, en que estalla la Vida y la Muerte se aleja, cazurrienta.
La “oración que consagra” es parte de ese don, que dejaron mis hijas en la Tierra.
No te alejes, Guerrera, de mi Estrella del Norte, pues Ella es Luz y es Canto de mi entraña, y te vino a “buscar” porque yo la mandé, directamente.
¡Vete a buscar Guerreras a la Tierra...! la conminé, y le puse su armadura de flores de amapola y le entregué la Espada Vencedora: esa que “ves” ahí, mi Estrellita de Amor enamorado, y que nunca pensaste que eso pudiera ser espada, por supuesto...
¿No ves...?
Mi calambur, mi Nota, mi artilugio, te hará reír, llorar, romperte la cabeza, conminar a la Diosa que aparezca, a ver si así destruyes el espejo que te propone mi teorema, y restituye la “locura” que comienza a invadirte la cabeza.
Ya hablamos de ese tema ¿te recuerdas...?
¡Enloquécete, entonces, qué más da...! si los dioses no existen en mi Estanza y nadie va a juzgar tu desnudez de Virgen, ni a latigar tu vientre con cinturón de cuero, pues en mi Reino no existen dromedarios ¿quién va a pensar lo que no  eres...?
Te espero, aquí, en mi vientre, mi amorosa..



Austin -Texas-  Dic. -89-
Assisi -Italia-    Jul.  -90-





                    A mi bien Amado Maestro
UT-MART-HAM,
Quien con su esplendor de Llama Viva en el
fuego Violeta y la chispa MAGENTA, revivió
mi FUTURO, y canceló EL PASADO DE MI ESTIRPE.
          A EL,
      POR EL,
Y EN EL,
Mi Ser de Luz,
de Tigra,
de Amazona,
se dió en el 
        Alba DOCIL, de
mi nacer Guerrero.












Dejo CONSTANCIA con mi Aliento, que es un FOHAT DE
         AMOR DEL ABSOLUTO, y dirijo mi Canto, como siempre, al Eterno esplendor de
          la Belleza.
De la Armonía, Hermana de la Rosa.
De mi Querer en Ella, su tersura; la Zona Prohibida de 
                                    su ANHELO DE LUZ DEL ABSOLUTO.

AMARAS- UT