Friday 15 May 2015

PONENCIA DE ALEJANDRA JARAMILLO

Ponencia de Alejandra Jaramillo Morales
Feria Internacional del Libro –Bogotá Mayo 2, 2015-05-03-


    Quiero empezar agradeciendo a Alfonso Carvajal que se montó en el proyecto de hacer que se publicara la Pájara Pinta en los cuarenta años de haber sido publicada
por  primera vez, a Gloria Martínez y a Ediciones B por esa bella edición que logró, a
Paulina Encinales de Sanjinés por habérnosla presentado a muchos de nosotros, a
 todas las personas que han trabajado sobre la obra de Albalucía y han ayudado en
estos años a promoverla, a Aleyda Gutiérrez, Juanita Barreto, Víctor Manuel Mejía, a
Betty Osorio y Cristo Figueroa por participar en los eventos de estos días, a Albalucía
por confiar en que este momento podía suceder.


Albalucía Ángel o el amor sin tiempo


Arathía-Maitreya, Arathaia, Aihtara, Albalucía.  Cuatro expresiones de una misma conciencia.  Cuatro nombres que hemos aprendido a entender, a nombrar, a aceptar, a enraizar en la magistralidad en lo que para muchos de nosotros significa su escritura.  Nombres que sin duda me han costado años, lecturas, vivencias para entender.  Porque cuando ya había por fin conocido a la Albalú de mis sueños de mis primeras lecturas, tuve que aprender a llamarla Arathía y luego cuando ese nombre llenó  todo lo que era la presencia infinita de Albalucía Ángel, decidió ¿Ella, el universo, quién? Que se llamaba Arathaia  y luego, para completar, las magníficas confusiones que esa mujer puede producir, terminó siendo Aihtara.
Es muy difícil para mí hablar de Albalucía sin caer en mí misma, sin hablar de esa presencia poderosa que ha marcado más de la mitad de mi vida.  Porque encontrarla en las palabras de su obra, en las palabras de sus largas frases de días y días que como muchos he oído con devoción, en los silencios y en las ausencias sin tiempo, en la vida libre y certera de esa mujer, ha terminado por darle un sentido a mi propia vida, y quizá nunca podré explicarlo con las palabras adecuadas.  Pero mi tarea esta noche es evitar ese lugar innombrable de Albalú en mi vida y más bien espero ser capaz de decirles por qué creo que esa consciencia que reúne a las muchas mujeres: la escritora, la chamana, la sabia, la galáctica es la gran escritora colombiana.

Quiero que quede claro que desde hace muchos años para mí, esas varias mujeres representan el único motor posible de la obra de esa escritora que tenemos acá, después de cinco décadas de escrituras y aventuras.  No puedo diferenciar a la
escritora e  intelectual de la chamana que un día llegó a nuestro país después de treinta años sin venir, con sus abedules y sus rosas, con sus niños de otras galaxias, con su sabiduría y su amor sin tiempos. ¿Dónde vives Albalú…? le preguntábamos en ese momento, como queriendo ubicarla en un lugar del mundo estable, preciso y ella nos contestaba, en el corazón mi niña, en el corazón.  Y sí, sé que para muchos, quizás para mí también, al principio fue difícil de entender que la intelectual, inventada por nosotras en su ausencia, que esa mujer con sus experimentaciones la literatura colombiana y había marcado a muchas mujeres con el deseo de nombrar, llegaba a hablarnos de la conciencia, de las galaxias, de los tiempos paralelos.  Que esa mujer que significaba para nosotros la valentía, la irreverencia, la ruptura, la infinitud del lenguaje había venido no a hablarnos directamente de la literatura, no.  Venía a hablarnos de la ardua tarea que acometió Arathía-Maitreya, de darle otra vibración a este planeta, de darle lugar a la conciencia pura e infinita que ella encarna.  Y sí, quizás nos defraudaba, quizás queríamos oírla solo hablar de técnicas narrativas, de lo femenino, de la locura, de las palabras y de su obra, tanto que recuerdo un evento en que una académica se acercó a decirme: ¿será que puedes callarla ya, por favor…?  Porque nos daba miedo, porque la Academia nos llenó de verdades vacías y Albalú venía con silencios llenos de sentido a defraudarnos en nuestro deseo literario.  Pero venía a llenarnos de vida, de una potencia vital insospechada, de un sentido literario que nos iba a costar  años entender.

Desde hace un tiempo creo que hay tres tipos de escritores y escritoras.  Los que cuentan el mundo, los que lo descifran y los que lo vuelven a cifrar.  Alguien a quien amo mucho me decía que la magistralidad está precisamente en quienes hacen las tres cosas, como algunos pocos escritores y escritoras de la historia.  Creo que Albalucía Ángel es en la literatura colombiana una inventora del universo, ella volvió a cifrar nuestro mundo como lo han hecho algunos grandes escritores, entre ellos Gabo, por supuesto.  La escritura de Albalú reinventó el lenguaje de las mujeres en Colombia, nos abrió las puertas de la locura, de la verdad, del espíritu, del cuerpo, de la Historia, de la político, de la Patria y dejó todo ello vibrando a una altura que nos costará muchos años alcanzar.  La obra de Albalucía no se ha  salvado por la Academia, como dicen por ahí, No.  Se ha salvado porque en ella se volvió a inventar este país, aunque a muchos no les guste, en ella están cifradas muchas verdades que no queremos oír y que seguirán hablando hasta que encuentren sus muchos lectores y lectoras del futuro.  Y lo que más me interesa decirles es que esa reinvención del mundo, ese contar, cifrar y volver a cifrar no sería posible para Albalucía Ángel, sin su chamana, sin su sabia, sin sus galaxias y sus niños y sus rosas.  Porque solo desde esa conciencia que  algunos pueden bien llamar esotérica, podría haberse fraguado una obra tan magistral, tan sin tiempos, tan eterna.

Solo me resta pedirles a quienes hoy han venido hasta acá y a las muchas generaciones que seguirán llegando hasta ese lugar desconcertante y brutal que constituye la lectura de la obra de Albalucía, que se entreguen con entereza, que se dejen llevar por la sabiduría de un universo literario creado para que descubramos conexiones de la vida, del sufrimiento, de la conciencia  y vibremos en una frecuencia de voz que nos saque de la inercia agobiante y aterradora en que llevamos sumidos por tantísimos años en este país.  Que habitemos el amor sin tiempo de esa obra literaria, esa sabiduría que ha sido capaz de borrar todos los linderos de nuestras mentes modernas y nos dejemos llevar a esa patria (palabra de Albalucía que me da hasta miedo decir), si a la patria que una mujer, chamana, sabia, galáctica de Pereira reinventó para cada uno de nosotros y nosotras.














ALEJANDRA JARAMILLO PRESENTACION

ATHEEZ, ARATHOMÍ, ARAHAT, sharanam.

creo que este documento se puede incluír en el blog.  ¿no le parece...?  creo que en los términos literarios y los otros... sólo alejandra podía decir lo que ella ha entendido de mi vida.  es impecable.  lo leyó, además, en la presentación, con una voz timbrada llena de emoción.  fue la última en presentarme y la reacción del público -mucho había,  casi todos jóvenes- fue de una resonancia extraordinaria.  estaban estáticos.  en el corazón, totalmente.  me demoré con cada uno de ellos, cuando les firmaba el libro, más de un minuto.  hablándoles al corazón.  diciéndoles: recuerda, ¡TÚ ERES PAZ...! viniste con un PROPÓSITO SAGRADO.  no le falles a la MADRE GAIA.  no estas SOLO.  y más... dependía del personaje.  las chicas, me impresionaron: todas.

 en cada libro iba escribiendo LO MISMO.  no me salía otra cosa: CON UNA ROSA PARA TU CORAZÓN.  el corazón dibujado.  la rosa no, todo su nombre, para que no se confundiera en el mañana con cualquier otra flor.

 una, al preguntarle su nombre (de una belleza y luminosidad indescriptibles) me respondió: dime tú, tengo cara de quién, cuál sería mi nombre.  y para mi sorpresa, al mirarla otra vez, le dije:¡ DE ARATHÍA...!  pues esa ESENCIA relució como un rayo, y quedé fulminada.  tendría unos 23 años. ¡ahhhh...!  qué historias... dirían los que  saben, usted incluída...

o sea, ARATHÍA se queda en colombia, en cuerpo y en esencia.  se que esa criatura no va a fallar en "el desarrollo" de ese aspecto.  LA TIGRA.  ¡aaahhhh...!  tantas otras esencias he ido dejando por la tierra: pero en cuerpos pequeños, todavía.  por eso la sorpresa de estar en frente de ese cuerpo ya desarrollado con la POSIBILIDAD de que esa esencia se despierte, y ella pueda cumplir.  por ahora lo espero, y pediré por ELLO a los MAESTROS.  no será un duplicado, por supuesto.  será la ESENCIA pura, y en su derecho a la INDIVIDUALIDAD el CÍRCULO DE LA ROSA MAGENTA hará de ELLO lo necesario para que no se pierda esta oportunidad tan mágica.  y tan inesperada.  la risa... por supuesto, me inunda apenas lo recuerdo.

ATHEEZ, por ELLO.  con ELLO. y en ELLO... a los MAESTROS.

le incluyo el documento que leyó alejandra, el sábado 02-2015, en la feria del libro. más tarde, cuando lo copie, le mando el de liliana ramírez.  es una carta única en su especie.  

con rosa magenta para su corazón.  

aihtara

Sunday 3 May 2015

EL LIBRO DEL SILENCIO

                    
    

            A  R  A  T  H  I  A          M  A  I  T  R  E  Y  A







                                                E  L       L I B R O


                                                     D  E  L


                                                S  I  L  E  N  C  I  O
                






                                                           
                                                            P O R T A L





                                                Sigue la ruta
                                    de mis ojos
                                    y escucha el arco
                                    que se tensa.

                                    La historia del
                                    Silencio
                                    no fue jamás
                                    el huracán que nos
                                    dijeron
                                    vendría a descuajar
                                    las madreselvas
                                    y hacer latir con
                                    azarado ritmo el
                                    corazón de las
                                    doncellas.

                                    Tampoco fue la
                                    historia de la luz.

                                    Rondador de la noche
                                    con su coraza
                                    cenicienta
                                    que haciéndose camino
                                    entre la sangre voraz
                                    filibustero                              
                                    brotando en la mentira
                                    de los
                                    amaneceres

                                    cargado de abalorios
                                    y reflejos
                                    como las caravanas del
                                    desierto.

                                    Como quien quiere ser
                                    el agua.



                                                                      Londres, XI -28- 84


          Y ha seguido siendo la ruta del silencio; la que mejor me marca el tiempo.
          No ha sido siquiera doloroso esta vez, el proceso.  Cuando el silencio habla en tu interior, no hay vacío, ni oscuridad.  Hay, sí, haciéndose camino entre la sangre, otro ritmo, veloz, que en medio del conflicto que te marca -en su fluir inevitable- va resurgiendo en armonía.  No sin pasar por el infierno.
          Han sido muchos meses los que alejé de este "diario" pues el fragor de mi camino y la búsqueda intensa me entretuvieron en el oficio de la búsqueda otra.  Esa del fondo, donde no existen las palabras.  O donde, más bien, no son traducibles.  Ni transmisibles.
          Hace muchos años ya, un queridísimo amigo, A. Zalamea, en Roma me preguntó: ¿y lo encontraste...?  Se refería al objeto de mi deseo que venía volviéndose insoportable en esos días (1975, creo) y que podría explicar acaso, ahora, como la necesidad de mi encuentro con Lo Absoluto.  Creo que sí, fuí capaz de decirle, no sin cierto temor.  Se me miraba entonces con sospecha, porque yo andaba rara.  Mística, decían unos.  Loca rematada, aducían los menos.  Desvirolada de Pereira, como me llamaba a grandes titulares la gran prensa colombiana.
          Y si hoy me encontrara con mi amigo Alberto, sin rubor, esta vez, y con la voz más firme, y sin miedo a ser tachada de quién sabe qué (los motes de excéntrica no me han faltado nunca) le diría de una: sí, lo encontré.
          Y estaba en el silencio.
          No voy a hacer ahora un libro sobre lo que tantos Maestros y Sabios han hablado.
          No creo que voy a necesitar explicarlo.  Tomé hoy mi pluma violeta, luego de años de casi no hacerlo en forma, porque quería contar a grandes rasgos mi último viaje.
          Y comienza así:

          Crucé de nuevo las grandes aguas y llegué a la orilla de mi misma.
          Gran jeroglífico, que no pertenece tampoco a la dimensión adivinatoria corriente.
          O mejor comenzaría:
          Cuando terminé Las Andariegas, me salí de mi conchita de caracol y con el corazón y el alma a cuestas me fuí a buscar, de nuevo.  Esta vez mi propósito fue el de encontrar como fuera las voces de mujeres de América Latina.
          Recopilarlas.  Por meses, mi viaje en las dos Américas me llevó al encuentro de escritoras desconocidas para la mayoría del público en la misma Latinoamérica y para nosotras mismas.  Fué una sorpresa que tenía la emoción y la intensidad de un descubrimiento.
          Conocí -o visité de nuevo- los países donde vivían.  Oí sus voces, que como un eco me repetían a una: yo vengo del silencio...
          Y así las fuí reconociendo, como imágenes propias de mi mismo espejo.
          La lucha desoladora.  El rechazo -en la mayoría de los casos- de sus propios ambientes.  La necesidad de expresar lo que ya se está viviendo con claridad, coherencia, inteligencia y orden.  Lo que ya se adquirió por lucha propia.  Eso que el hombre todavía les niega; la inteligencia.  La creatividad en esos campos donde la luz es aparentemente inherente a su género, hablo del masculino, obvio.
          Ese terrible desconcierto que al comienzo de mi vida de escritora sentí, al descubrir la hostilidad -o el silencio ostensible de la crítica, o de mis amigos- lo ví reflejado en la mayoría de ellas.  Cada una tuvo que construirse su propio piso.  Luchar por ese pedacito de terreno en el que diariamente va dejando sus páginas.  Y sería tremendista -pero no por ello menos cierto- decir, que cada página -en muchos de los casos- ha costado muchos infiernos.  Y poco de paraísos.
          Así fué, pues, mi viaje.  Acumulado.  Nervioso.  Excitante.  Intimo.  Desarticulado a veces, pues me movía demasiado el corazón.  El sentimiento de sororidad recién comenzada.  Como si nosotras, también ¡al fin...! pudiéramos haber formado nuestra sociedad secreta, nuestra masonería, nuestro recinto sagrado.
          Lo enfoco ahora así, un poco a la ligera, todavía, pero quiero insinuar con ello cosas muy profundas, sin articular todavía.
          Creo que las iré recomponiendo en el libro que me propuse recopilar.  Si no yo, alguien más lo hará, de manera eficaz, y verídica.
          Las mujeres de América Latina son escritoras valerosas, primero que todo.
          Es como ser gladiadora, en un circo romano de la época de los grandes festines de cristianos (por los hermanos leones, como diría el hermano Francisco).
          Pero ahora, en la época de las vacas magras, cuando el hombre no ha dejado de cejar en su lucha por el poder y la gloria -con todo el resto incluído- la mujer del mundo ha descubierto que su planeta también le pertenece.  Que su cabeza piensa.  Que defiende -como en tiempos  ancestrales- sus crías, de la masacre actual, y de la que ve avecinarse sin remedio.  Que todo eso, y más, lo ha ido viendo y escuchando sin que su acción radical y fundamental en el curso de la Historia haya sido posible.
          ¡Pero que ya no más...!
          Que hoy, en pie, de frente a su pasado y a su futuro con líneas aterradoras -predicciones no faltan, de un desastre universal- la mujer decide salir de su inercia-pasiva y se va convirtiendo en muchas Juanas de Arco.  Proliferan, ahora.  En el mundo de la creación, en el de la política, en el simple y cotidiano.  De todos los tamaños.  Ignoradas, por supuesto.  Todavía relegadas a pequeñitas noticias de prensa, si acaso, pero que las hay, ¡las hay...! 
          Y montones, ahora.  Yo diría que ejércitos, ahora, de Juanas de Arco, pueblan el planeta.
          Su acción se va difundiendo, como reguero de pólvora.  El ejemplo cunde, como cunde el pánico en las hordas de los Machos, temerosos de su cetro en peligro.
          No es por él, que irán las mujeres.
          Las mujeres vamos por la Paz.  Por la armonía entre los seres humanos.  Con nosotros y con la madre Naturaleza, ultrajada, saqueada, condenada a un peligro mortal.
          Las mujeres venimos de la pasiva labor de hilar y recolectar, por siglos y siglos; salvo en épocas donde nos volvimos feroces, y luchamos cuerpo a cuerpo con los hombres, por la sobrevivencia.
          Somos, también, guerreras de mano fuerte y pulso firme.
          Somos dadoras.  Damos a luz.  Nuestros cuerpos están acostumbrados a preservar, a guardar en silencio por meses y meses, un peso duro de llevar: la nueva vida en nuestras entrañas. 
          Sabemos de dolores en la medida humana en que la naturaleza nos los dió, como prenda.  Para que así supiéramos llevar el dulce peso de los hijos, con el desgarre bello y doloroso de su parto.
          Si fuéramos guerreras, las mujeres -dijo un sabio varón- se habría acabado este Planeta.  Estaríamos todas a la tarea de la conquista de los alamares y oropeles, del oro y del moro, y con la necesidad que hemos tenido siempre de estímulos activos, sin duda alguna, no habría quién nos pare.
          No vamos a eso, las mujeres.
          Vamos en busca de lo que se le ha perdido al Hombre: la Razón.  La Razón verdadera de la Vida.  Su esencia e inmanencia.  La irradiación capaz de producir Amor, y no venganza, y odio, y rapiña, y sed de oro, codicia de Poder.
          El Hombre perdió el Norte.  Se despolarizó completamente. 
          Y eso, le está costando la ruina al planeta Tierra.
          Si no entra la mujer en busca de equilibrio, de la manera en que lo está haciendo, el hombre-en-el-poder va a destruir el mundo, sin remedio.
          Parecían pequeñas luchas, al comienzo.  Pero ya no lo son.  Ahora la conciencia es universal.
          Por eso me fuí a América Latina, en busca de sus voces.  Y las traje grabadas.
          Pronto me pondré en la tarea de escucharlas de nuevo -transcribirlas-.  A mediados del invierno, que es un tiempo propicio a esa diciplina.
          Y creo que DE VUELTA DEL SILENCIO (las voces de escritoras Latinoamericanas) será mi homenaje máximo a ese esfuerzo titánico de la mujer de hoy, por contarle a la humanidad la Historia, a otras voces.
          Mi producción literaria -por mi parte- ya cumplió su cometido.
          Nadie me está en realidad presionando a decir o no decir, a publicar o no.
          Creo que mi trabajo es lo que es.  No siento más, para decir.  Y mi oficio de escritora, como ya dije antes, es un oficio de vida.  No un oficio más.  Tendría que esperar un período largo de años para acumular de nuevo, un material que me deje de nuevo con el impulso creador en marcha plena.
          Pienso que a lo mejor haré esa piecita de Teatro sobre la mujer en los sanatorios siquiátricos.  Saqué el tema en Misiá Señora, pero me gustaría concentrarlo y profundizarlo más.  Pero se ha pasado el tiempo para eso, creo.
          Ahora la vida me está pidiendo más ratos de expansión¡ de Vida...!  De observación.  Y de silencio.
           Creo que hay una semillita, recogiéndose, germinando a distancia prudente, y que podría ser esa última novela, a la que siempre temí, por tan ansiada: "ESA ROSA ROJA SOBRE TU CORAZON", podría llamarse.  Siempre que mis amigos me preguntaban: A.L. ¿dónde está el amor -en tus novelas-?, yo contesté: todavía no he podido saber cómo ni que substancia real tiene.  A lo mejor cuando llegue a los 50 años podré saber algo.
          Y ya acercándome a esa fecha, creo que es el momento de atreverme.
         

















         A human being is part of the whole, called by us Universe, a part limited in time and Space.  He experiences himself, his thoughts and feelings as something separated from the rest -a kind of optical delusion of his conciousness.  This delusion is a kind of prison for us, restricting us to our personal desires and to affection for a few persons nearest to us.
Our task must be to free ourselves from this prison by widening our circle of compasion to embrace all living creatures and the whole nature in its beauty.


                                                   Albert Einstein *[1]




[1]   El ser humano es parte del todo, llamado por nosotros Universo, una parte limitada en tiempo y espacio. El tiene experiencias de sí mismo, sus pensamientos y sentimientos como algo separado del resto –una especie de alucinación de su conciencia.  Esta alucinación es una especie de prisión para nosotros, restringiéndonos a nuestros deseos personales y al afecto por unas pocas personas cercanas a nosotros.Nuestra tarea debe ser la de liberarnos nosotros mismos de esta prisión ampliando nuestro círculo de compasión para abrazar todas las criaturas vivientes y toda la naturaleza en su belleza.